Capítulo 24

Hola, hola camarón con cola!!!!!! ¿Cómo están por ahí? Espero que todo bien!!!! Me encanta que les guste la nove, sobre todo en estos días que ando dudosa :P Gracias por estar ahí, chicas, son lo máximo!!!! Mañana nos leemos de nuevo!!! Besos

Twitter: @Caparatodos

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Estaba tan obnubilada con la pequeña que no escuchó la llegada del hombre que estaba en la puerta. Ni tampoco lo vio dudar antes de irse con el ceño fruncido de preocupación ensombreciendo su cara.

Capítulo 24:

Lali iba a buscarle a la niña la mejor madre del mundo. Peter bajó la velocidad mientras entraba en una curva. Así que estaba decidida a entregar a Paz a unos desconocidos a pesar de todo lo que él había hecho para demostrarle que Paz debía estar con él.

Aunque tal vez no había sido suficiente. Había llegado el momento de utilizar el armamento pesado. Y eso significaba enfrentarse a su hermano.

No era el camino que le hubiera gustado tomar, pero Lali tenía razón en una cosa: Paz era la prioridad. El lazo que había formado con ella era tan vital para él como el aire. No se arriesgaría a perderla.

Cuando le dijera esa noche a su hermano lo que iba a hacer, cabían muchas posibilidades de que eso le costara su relación con él. Pero Agustín tenía a Candela, y Paz solo lo tenía a él.

Era consciente de que Lali iba a enfurecer. Peter había intentado ganársela mostrándole cuánto significaba la niña para él. Pero se había dado cuenta de que Lali no quería ver lo que tenía para ofrecerle a la beba.

Tenía derechos sobre Paz. Tenía el dinero y los recursos para enfrentarse a Lali y conseguir la custodia temporal. Hasta el momento, lo único que había impedido que utilizara sus armas legales era su hermano. O mejor dicho, el orgullo de su hermano.

El auto giró con suavidad en la siguiente curva. El día siguiente era el día D. Sería su última oportunidad para convencer a Lali, porque dos días después ella estaría legalmente autorizada a firmar el consentimiento que permitiría que Paz fuera adoptada por una pareja.

Se estaba quedando sin tiempo.

Peter vio venir a Lali antes de que las alcanzara. Tenía una forma de andar que hizo que la reconociera cuando todavía no era más que un punto en la distancia.

–Dejaste el trabajo porque estabas preocupada por Paz. Creías que no lo iba a hacer bien –en parte estaba molesto por la incapacidad de Lali para delegar, pero también le gustó que hubiera ido al parque para ver cómo estaba Paz.

–No estaba preocupada.

Peter no le creyó. Sonrió desde la manta blanca de picnic en la que estaba echado bajo la sombra de un árbol.

–Entonces, ¿por qué viniste?

Ella alejó la vista.

–El día está maravilloso. Pensé que estaría bien pasarlo al aire libre –Lali sonrió y aparecieron los hoyuelos. Entonces se sentó al lado de Paz, que estaba profundamente dormida sobre la manta. Acarició con un dedo la mejilla de la niña, que emitió un suspiro.

Peter deslizó la mirada por las piernas de Lali, cubiertas por medias, hasta que llegó a los pies. Lali se quitó los zapatos y rozó con las plantas de los pies el pasto. Nunca la había visto así, tan libre. Sin poder resistirse, se inclinó hacia delante y le quitó unas hojas de las medias.

Lali curvó los dedos de los pies y se separó de golpe.

–¡No hagas eso!

Actuando por instinto, Peter le agarró el pie y lo jaló hacia él. Entonces le hizo cosquillas en la planta, que ahora tenía apoyada en la pierna.

Lali soltó una carcajada y al instante trató de contenerla.

–Tienes cosquillas –el descubrimiento le encantó.

–Muchas –miró a la bebé, que seguía dormida, y luego frunció el ceño–. ¡No te atrevas!

–Soy incapaz de resistir un desafío –ni la tentación de dejar al descubierto aquella inesperada faceta de Lali.

Ella se rio sin parar a medida que los dedos de Peter descendían.

–No, no, no –le suplicó riéndose. Se retorció en la manta sin aliento por las carcajadas y su cuerpo chocó contra el de Peter.

Él se quedó paralizado. Solo tuvo un momento para tomar la decisión. Y no fue una decisión. Le deslizó los dedos por el pie y le acarició la pierna.

A Lali se le cortó la risa y giró la cabeza. Debió ver la intención que tenía en la mirada porque se quedó sin aire. Se hizo de pronto un silencio ensordecedor.

–Peter… –logró susurró Lali.

Antes de que pudiera protestar, él giró el cuerpo y apoyó su boca en la suya. Y luego esperó.

Lali no emitió ningún sonido, no hizo ningún movimiento de rechazo. Y luego su boca se abrió como una flor.

Entonces un llanto rompió la tensión del momento.

–Paz, se despertó –Lali lo empujó por los hombros–. Déjame levantarme.

Peter se puso bocarriba y se tapó los ojos con un brazo. Por supuesto, la beba sabía escoger los momentos.

–Dios mío. Cualquiera podría habernos visto –jadeó Lali–. ¿En qué estaba pensando?

–No estabas pensando –Peter bajó el brazo–. Estabas sintiendo.

–¿Qué se supone que quiere decir eso? –Lali levantó a Paz–. ¿Que no tengo sentimientos? ¿Es eso lo que crees?

No era el momento para confesar que creía que tenía los sentimientos congelados. Pero tampoco podía mentir.

Continuará…