Capítulo 25

Hola chicas!!!! ¿Qué tal el día? Todo bien, espero! Gracias por los comentarios y tan lindas cosas que dejan! Son loquitas jajajaja y ya se van a enterar de que tan ciertas son sus teorias y especulaciones :P A ver que pasa!!!! Les subo de una vez que no se si más tarde pueda! Besos y hasta mañana!!! 

Twitter: @Caparatodos

____________________________________________________

–¿Qué se supone que quiere decir eso? –Lali levantó a Paz–. ¿Que no tengo sentimientos? ¿Es eso lo que crees?

No era el momento para confesar que creía que tenía los sentimientos congelados. Pero tampoco podía mentir.

Capítulo 25:

–No te conozco.

–Así que sacaste tus propias conclusiones sin intentar averiguar nada más.

Peter no podía negarlo. Se inclinó torpemente hacia delante.

–Deja que yo lleve a la beba. Pesa mucho.

–Puedo arreglármelas.

Peter dejó caer los brazos. Por primera vez se dio cuenta de lo cómoda que parecía Lali con Paz en brazos. Parecía… maternal.

Peter no podía concentrarse en nada más que en Lali. Cada vez que giraba la cabeza, aquellos ojos lo hechizaban. La Lali que se escondía tras los sastres oscuros y la actitud profesional era muy distinta a la que él había imaginado. Su sentido del humor, la risa contagiosa, el amor que sentía hacia su hermana, la manera en que su mirada cambiaba cuando veía a Paz y pensaba que nadie la observaba.

Peter sacudió la cabeza para librarse de la confusión. Pero Lali tenía razón en una cosa: sabía muy poco de ella. Y eso era algo que tenía intención de solucionar en ese mismo instante.

 –¿Cuál es tu color favorito?

Lali parpadeó.

–¿Por qué quieres saberlo?

–¿Siempre eres tan desconfiada? –le preguntó él frustrado.

–¿Contigo? Sí. Porque no eres hombre de conversaciones banales. Siempre se esconde una razón detrás de todo lo que dices. Pero no entiendo por qué quieres saber cuál es mi color favorito.

–Si me dices que es el marrón, te diré que hace juego con tus ojos. Y si me dices rosa podría compararlo con el sonrojo de las mejillas.

Lali se puso roja.

–¿Por qué me dices esas cosas?

–Eres una mujer preciosa… cuando te permites serlo –le agarró la mano y se la volteó–. Tienes la piel muy suave. Y eso es muy atractivo. Te la cuidas.

Lali entreabrió los labios pero no dijo nada. Tenía la respiración agitada. Y solo le estaba tocando la mano.

–¿Cuándo es tu cumpleaños?

–¿Por qué? ¿Quieres leerme el horóscopo o comprarme un regalo?

–Eso sería muy difícil. No te conozco muy bien.

–¿No es tu asistente quien compra los regalos para todas tus mujeres?

–¿Estás diciendo que eres una de mis mujeres?

Lali palideció.

–Por supuesto que no –jugueteó con el biberón vacío de Paz–. No se me ocurre nada peor.

–¿Nada?

Ella miró a Paz y Peter supo que había acertado. Dar a la beba en adopción era mucho peor que ser una de sus mujeres.

–Será más fácil para ti entregar a Paz, ¿no? –le soltó Peter.

Lali se quedó blanca y por primera vez se dio cuenta de que tenía pecas en la nariz.

–No voy a entregarla. Irá a vivir con una familia que desea tener un hijo. Y pretendo seguir viéndola de vez en cuando –guardó silencio un instante. Sus ojos tenían un brillo especial–. Si de verdad quieres saberlo, mi cumpleaños fue hace dos viernes.

–El día que nació Paz.

Lali no miró a la bebé que estaba a su lado en la manta. Se abrazó a sí misma y dijo:

–Será mejor que vuelva al trabajo. Tengo una reunión.

         

         

–¿Cómo que no te importa? –exclamó Peter frustrado cambiándose el celular de oreja y tratando de ignorar los gallos que distorsionaban la voz de su hermano. Sí, debía ser madrugada en África. Seguro que había despertado a su hermano de un sueño profundo. Pero no le importaba. Se sentía aliviado de haber podido comunicarse con él tras casi veinticuatro horas intentándolo–. Nunca quisiste que nadie supiera que eras estéril. Me hiciste jurar que guardaría el secreto.

Agustín murmuró algo sobre que Candela ya lo sabía y que eso era lo único que le importaba.

¡Por supuesto que Candela lo sabía! ¿De qué otra forma podría haber sido concebida Paz con el esperma que Peter donó?

La que no lo sabía era Lali. Seguía pensando que Agustín era el padre biológico de Paz. Y antes Peter estaba seguro de que finalmente le permitiría adoptar a la pequeña sin necesidad de ventilar el trágico secreto de su hermano.

Pero se había equivocado.

Peter se alegraba de que Paz no estuviera ahí para que no lo escuchara gritar. La había dejado con Mariela hacía diez minutos, enseguida estaría de vuelta en su departamento.

–Pero no querías que nadie se enterara –exclamó. Caramba, si hubiera sabido que a su hermano no le importaba que se supiera lo de su esterilidad se lo habría dicho a Lali en la casa nueva. O en el parque.

–Peter, era a ti a quien le molestaba –protestó su hermano–. Pensabas que eso me hacía menos hombre.

–¡Yo nunca dije eso! –se defendió.

–Pero lo pensabas. Te daba miedo que la prensa se enterara. No querías que nadie supiera que me habías donado tu esperma para que no llegara a oídos de la abuela.

Esa parte si era verdad.

–Tal vez sobreactué –le costó trabajo admitirlo. Una vez más había intentado proteger a su hermano. El único defecto de su abuela era que siempre había sido muy conservadora y que a veces era demasiado directa–. Seguramente la abuela era más fuerte de lo que yo creía, pero había algo más. Me aterrorizaba que la prensa te persiguiera. Las historias de los periódicos amarillistas te habrían destrozado –y lo habrían avergonzado aún más a él.

Se dio cuenta demasiado tarde de lo que había dicho. Se hizo un silencio al otro lado de la línea.

–Lo siento, Agus –gruñó–. Eso fue una falta de tacto.

Esta vez escuchó una risa.

–¿Falta de tacto? ¿Mi hermano el que nunca se equivoca admite que dijo algo con falta de tacto?

–¿Así es como me ves? –Peter se preguntó cuánto tiempo llevaría su hermano resentido con él.

–Siempre te encargaste de todo. Nunca tuve espacio para hacer yo nada, pero ahora estoy mejor que nunca. Estoy descubriendo lo que significa hacer las cosas por mi cuenta. Antes vivía bajo tu sombra.

Peter se detuvo a pensar lo que estaba diciendo su hermano. Tal vez había presionado a Agustín para que tomara las decisiones correctas, pero lo había hecho por su bien. Le preocupaba su actitud salvaje, los autos deportivos y las mujeres fáciles.

–Cande me está llamando –dijo entonces Agustín–. Tengo que ir a ayudar en la clínica.

Pero en aquel momento, lo que Peter necesitaba era obtener el permiso de su hermano.

–Entonces, ¿puedo contárselo a Lali?

–Sí. Candela nunca quiso ocultárselo. Pero yo pensaba que tú no querías que nadie supiera que tu hermano no era un hombre completo, así que la convencí de que así era mejor.

–Armé un buen lío, ¿no?

–No todo es tu culpa –reconoció Agustín–. Siempre nos costó comunicarnos.

–Eso va a cambiar –prometió Peter.

Y su hermano no era la única persona con la que tenía problemas de comunicación, pensó al colgar. No era una verdad agradable, pero tenía que enfrentarse a ello. Su relación con Lali había estado basada desde el principio en opiniones contrariadas y juicios de valor.

No era de extrañar que no estuviera de acuerdo con que él adoptara a Paz. Pero tenía intención de cambiar la situación. Había llegado el momento de poner las cartas sobre la mesa y contarle la verdad a Lali.

Continuará…