Capítulo 19

Hola, hola!!!! Tarde de nuevo :$ ¿Cómo pasaron el día? Ya listas para arrancar el finde me imagino! Vieron las fotos de los KCA??? Tan lindos estos dos! Más que merecidos los premios :D Gracias por leer!!!!! Besos y MIL GRACIAS a Lore, resolvió mi incógnita jajaja Nos leemos mañana!!!! 

Twitter: @Caparatodos

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-Es un policía. Los tipos que me arrestaron, ¿te acuerdas? ¿Dónde está tu sentido de la lealtad?

Ella fingió considerarlo.

-Refréscame la memoria… ¿Por qué te arrestaron exactamente? Ah, sí. Porque violaste unas dieciocho leyes internacionales.

Capítulo 19:

-Seis leyes. ¡Y era Twitter! –respondió un poco, demasiado alto. Viendo a sus cinco abogados intercambiar miradas, Peter se reclinó en la silla y se ajustó la corbata-. Solo quería decir que no nos vendría mal un poco de perspectiva.

-Aliado… Te recomiendo que no uses el argumento “Era Twitter” delante del juez –dijo Nicolás con una confiada sonrisa mientras se sentaba junto a Eugenia.

Peter levantó la mirada hacia el techo y contó hasta diez.

-Dile a tu amigo policía que no respondo a ese apodo, Euge.

De hecho, lo odiaba –se lo habían puesto en la cárcel, debido al parecido que supuestamente tenía con cierto personaje de Aliados.

-Pero Lanzani ya está puesto –dijo Nicolás. Agarró la mano de Eugenia, la que tenía enyesada, y le acarició los dedos cuando suavidad mientras sus miradas se encontraban.

Viendo a Eugenia sonreírle al agente –como si compartieran un secreto o algún tipo de broma privada– tuvo que admitir a regañadientes que parecían muy compenetrados. Resultaba raro verlos tan acaramelados y, en realidad, un poco traumante, teniendo en cuenta que se trataba de su hermana. Sin embargo, no dejaba de ser dulce.

En ese momento, otro murmullo se extendió entre los asistentes y todo el mundo se interrumpió para ver al empresario Juan Lanzani abrirse paso en la sala, con su terno azul marino hecho a medida. Tomó asiento al otro lado de Eugenia.

-Espero no haberme perdido nada. Llevo toda la mañana contralando mis nervios.

Eugenia comenzó a reír.

-Muy buena, papá.

Sacudiendo la cabeza, Peter se volteó en su asiento, dándoles la espalda.

En serio, de vez en cuando pensaba que su familia se sentiría decepcionada cuando terminara toda esa locura. Casi esperaba verlos sacar canchita y una gaseosa mientras esperaban que comience el show: “Peter: Un tonto bastante divertido”.

Y hablando de tontos. Peter miró su reloj y la mesa de la contraparte vacía.

-¿Dónde está Martínez? –les preguntó a sus abogados, refiriéndose al ayudante del fiscal que lo había llamado terrorista y pedido para él la pena máxima. No es que hubiera esperado un simple regaño por sus delitos, pero no era tonto. La fiscalía se había asegurado de crear un gran escándalo alrededor de su caso, para colgarse una medalla, arrastrando su nombre por los suelos. Dudaba seriamente que hubieran pedido la pena máxima si no se hubiera tratado del hijo de un empresario importante y, sus abogados, pensaban exactamente lo mismo.

-En realidad, Martínez no va a venir –dijo Marcelo, el abogado principal de la defensa, en respuesta a la pregunta de Peter-. Tenía otro juicio programado para hoy. Ayer por la tarde, rellenaron el acta de comparecencia a nombre de otro tipo. No recuerdo el nombre. Mariano algo.

-¿Entonces no voy a poder despedirme de Martínez en persona? –preguntó Peter-. ¡Ay, qué pena! Teníamos una conexión tan especial –no todos los días me llama alguien cyber-amenaza para la sociedad.

La puerta de la sala se abrió repentinamente.

Peter se giró con curiosidad para observar al ingenuo al que fiscalía le había chantado el muerto en el último momento y…

Vaya, vaya.

Esas no parecían ni por asomo las piernas de un ingenuo.

Desde su asiento en la mesa de la defensa, la mirada de Peter ascendió por unos altísimos zapatos de taco hasta unas elegantes piernas, pasando por un sastre de falda negro y unas perlas de niña buena, y finalmente, se detuvo en unos preciosos y sorprendentemente conocidos ojos pardos.

Unos ojos que lo miraron con expresión confusión.

¡Oh, oh!

Lali.

Peter la observó mientras recorría el pasillo hacia él, con un aspecto increíblemente sexy con su sastre y los tacos. Tenía el pelo distinto. Atrás había quedado la cabellera juvenil a la altura de la barbilla. Ahora, lo llevaba largo y cayendo sobre los hombros en gruesas ondas marrones.

-Buenos días, caballeros –dijo, deteniéndose ante la mesa de la defensa-. ¿Hoy solamente van a ser seis?

Peter contuvo una sonrisa. Sí, seguía tan atrevida como siempre. Sus cinco abogados automáticamente pusieron la atención en ella y se levantaron. Peter los imitó.

Lali se presentó mientras le daba la mano a Marcelo.

-Mariana Espósito.

Espósito. Después de diez años, por fin sabía su apellido.

Repitió el gesto con los demás abogados y, luego, se aproximó a él. Con las comisuras de los labios curvadas en una sonrisa, le tendió la mano.

Su voz sonó baja y ronca, con la misma nota burlona que había tenido la noche que se conocieron.

-Señor Lanzani.

Peter deslizó su mano sobre la de ella. Pese a tratarse del más inocente de los contactos, resultó bastante provocativo.

-Abogada

Continuará…