Capítulo 24

Hola, hola!!!!!! Qué tal las trató???? Espero que todo bien! Les subo rapidito que me tengo que ir a clases! Jajajaajaj Un beso y miles de gracias por leer!!! Hasta mañana!!!

P.D.: Una pregunta… (cuando no yo preguntando) Hay alguien que me pueda ayudar a arreglar unas fotos en lo posible con Photoshop o Illustrator??? Y alguien que sepa hacer videos??? Gracias!!!! :D

Twitter: @Caparatodos

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-Le digo lo mismo que le dije a la policía, señorita Espósito. Está mal de la cabeza si cree que le voy a permitir hablar con mi cliente –respondió con mordacidad Marcelo Figueroa, el abogado portavoz de la defensa de Peter-. No después de que su oficina lo condenara injustamente hace cinco meses.

Capítulo 24:

-Esto no tiene nada que ver con el caso del señor Lanzani –repuso Lali haciendo uso de su mejor tono “seamos amigos”-. Me gustaría hablarle acerca de una investigación, actualmente en curso, relacionada con un incidente que tuvo lugar en prisión hace dos semanas. Aunque preferiría no entrar en detalles por teléfono, puedo asegurarle que su cliente no es sospechoso de ninguna actividad delictiva en este caso.

Marcelo soltó un bufido.

-Mi cliente ni siquiera se encontraba en la cárcel hace dos semanas. Fue puesto en libertad con anterioridad.

-Razón de más para que confíe en mí cuando le digo que no está bajo sospecha.

-La respuesta sigue siendo no. Si desea hablar con Juan Pedro Lanzani, consiga una citación –dijo Marcelo.

-Con el debido respeto, no necesito su permiso. Contactaré directamente con el señor Lanzani si tengo que hacerlo –replicó Lali.

Marcelo se echó a reír.

-Buena suerte. Estoy seguro de que el terrorista de Twitter estará feliz de decirle unas cuantas cosas a una representante de la fiscalía. Aunque dudo que ninguna de ellas vaya a ayudarla con su investigación.

-Podemos hacer esto por las buenas, Marcelo, o puedo conseguir una orden y arrastrarlo hasta allí. Y, si tengo que hacerlo, usted no podrá comparecer –señaló Lali. Era su mejor carta, puesto que no se permitía a los testigos asistir con su abogado a la sala con el jurado.

-Va totalmente en serio, ¿no? –Marcelo suspiró-. Y yo que pensaba que Martínez era pesado. Está bien, llamaré a Lanzani. Pero, si yo fuera usted, no me haría demasiadas ilusiones.

Lali colgó el teléfono, satisfecha de haber hecho al menos ciertos progresos. No estaba segura de cuál sería la respuesta de Peter, dado su historial con la Oficina, aunque estaba preparada para cualquier cosa.

Sonrió para sí misma ante la idea. Que intentase ignorarla lo que quisiera. Podía ser muy insistente cuando se lo proponía.

Unos cuantos minutos después, Lali alzó la cabeza al oír un golpe en la puerta y se encontró con un hombre de pelo castaño, alto y muy atractivo, recostado contra el marco –un hombre al que reconoció a través de la cobertura efectuada por la prensa del caso del terrorista de Twitter.

El escurridizo Pablo Martínez finalmente había aparecido.

-Creo que te debo una taza de café –le dijo con una sonrisa.

Lali señaló la taza que ya tenía sobre la mesa.

-Llegas tarde. Voy más que servida de cafeína.

Él se acercó y le tendió la mano.

-Pablo Martínez. Escuché que me cubriste en el caso del martes.

-Tranquilo. Encantada de haber podido ayudar.

-Siento no haber podido pasar antes a presentarme –dijo él-. Estuve toda la semana pasada complicada con un juicio. Acabo de recibir el veredicto del jurado.

-¿Cómo resultó?

-Culpable de los cinco cargos.

-Eso explica el aire victorioso. Felicidades.

-Gracias. Me he enterado de que te han asignado un peculiar caso de homicidio –dijo Pablo-. Como me encargué del caso del terrorista de Twitter, Emilia ha pensado que debería saber que Juan Pedro Lanzani podría ser uno de tus testigos –se reclinó contra una estantería, adoptando un aire casualmente confiado con su traje azul marino a rayas-. No sé si Emilia te lo advirtió pero yo no esperaría demasiada cooperación por parte de Juan Pedro Lanzani. Es probable que eliminara esa opción cuando lo llamé terrorista.

Personalmente, Lali siempre había pensando que era algo exagerado. Pero, debido a que normalmente evitaba opinar sobre cómo llevaban los casos sus colegas, escogió una respuesta más diplomática.

-Obviamente, te mostraste muy apasionado en ese caso.

-Digamos que el caso del terrorista de Twitter estaba en la mira de alguien. Aunque no en el mío.

Lali lo estudió con curiosidad.

-Me temo que me he perdido.

-No me malinterpretes. Ratifico todos los cargos que presentamos contra Juan Pedro Lanzani –dijo Pablo-. Quebrantó la ley y causó un montón de problemas. Serios problemas internacionales. No podíamos dejar que la cosa se quedara en un tirón de orejas.

Lali arqueó una ceja.

-¿Pero?

-Pero esta Oficina era muy distinta hace cinco meses. Y supongo que podría decirse que fuimos un poco… demasiado rigurosos tratando esa acusación –la expresión de Pablo adoptó un matiz de contrariedad-. Mi antiguo jefe, Lorenzo Bringas, dejó claro que no esperaba menos de mí. Siempre estaba buscando oportunidades para ganarse la simpatía del público para esta Oficina y para él mismo, y pensó que el caso del terrorista de Twitter era su oportunidad de lograrlo. A nadie le importa que acoses a un heredero billonario.

-Excepto al heredero billonario –apuntó Lali.

-Bueno, nunca se me ocurrió que acabaríamos necesitando su ayuda más adelante –Pablo le obsequió una simpática sonrisa-. Me alegro de que sea tu problema y no el mío –Pablo se alejó de la estantería y se detuvo al llegar a la puerta-. Ahora en serio, si necesitas cualquier cosa, estoy al final del pasillo. Pásate por ahí cuando quieras, chica nueva. Y, mañana, el café corre de mi cuenta.

No está mal, pensó Lali cuando se marchó. Definitivamente, Pablo era atractivo. Puede que sufriera un cierto exceso de confianza, pero no se trataba de algo inusual entre los ayudantes del Fiscal. Especialmente, entre los de la división de procesos especiales. Por desgracia, Pablo Martínez quedaba fuera de su alcance, y lo sabía incluso antes de que apareciera por su puerta. Los amoríos en la oficina eran potencialmente propensos a convertirse en un desastre y, por norma, no se permitía ningún tipo de desastre en el trabajo.

En ese momento, sonó el teléfono.

-Mariana Espósito –contestó.

-Soy Marcelo Figueroa. Hablé con mi cliente –dijo, sin sonar en absoluto complacido-. Quiero que conste que estoy totalmente en contra de esto.

-Muy bien. Tomo nota –ni la menor idea de lo que le estaba hablando.

-El señor Lanzani ha accedido a verla en su oficina esta tarde. A solas –señaló Marcelo con énfasis-. Fue muy tajante al respecto, pese a todas mis objeciones.

Ciertamente, aquella no era la respuesta que había esperado Lali. Teniendo en cuenta los cinco abogados que se habían presentado el jueves en el tribunal –algo que seguía considerando ridículo- había tenido la impresión de que Juan Pedro Lanzani nunca aceptaría reunirse con un representante de la fiscalía sin contar con la presencia de su abogado.

Sin embargo, este giro de los acontecimientos la beneficiaba. No había hecho pública exactamente su relación previa con Peter y podrían hablar con mayor libertad sin testigos.

-Bien. Puedo reunirme con el señor Lanzani esta tarde –tomó un lapicero-. ¿Dónde se encuentra su oficina?

-Verá, señorita Espósito, puesto que mi cliente está desempleado, su actual oficina se encuentra en su casa. Así que el señor Lanzani la estará esperando a las cuatro y media –sin más, le dictó la dirección de Peter.

Continuará…