Capítulo 34

Hola!!!!! ¿Cómo les va? Espero que todo bien hoy y GRACIAS por los lindos comentarios que dejaron! Me hicieron emocionar :') Un beso enorme y hoy la hago corta y poco sentimental porque arranco parciales ajajaja así que disfruten el capítulo y mañana nos leemos!!!! :D Ya se viene el final...

Twitter: @Caparatodos

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—Sí. Está bien. Tengo que admitir que me has dejado impresionada haciéndote cargo de todo con tanta eficiencia.

Peter se sentó y agarró la cuchara.

—¿Impresionada o sorprendida?

Capítulo 34:

—Las dos cosas —dijo Lali, sonriendo—. Fuiste tú quien dijo que no sabías nada sobre bebés.

—Y no lo sé. Pero aprendo rápido. He visto cómo cuidas de ella e imito lo que veo. Además, es una niña que no da problemas. Otros se hubieran puesto a llorar y a patalear al verme, pero Valentina se conformó conmigo.

—Bueno, tampoco es que seas un extraño. Te conoce.

—Sí —Peter le guiñó un ojo a la pequeña—. Soy el que zarandea a tu monito, ¿no, chiquitina?

Valentina golpeó la bandeja de la sillita con la cuchara.

Lali tomó otra cucharada de avena y tomó un poco de jugo.

—Dormiste en la mecedora.

Él arqueó las cejas.

—Me desperté en la madrugada y fui a ver a Valentina. Te vi ahí sentado. No sabía si despertarte o no.

—Iba a dormir en el sillón, pero cada vez que me despertaba para ver si Valentina estaba bien, volvía a quedarme dormido en la silla.

—Seguro estuviste muy incómodo.

Él se encogió de hombros.

—He dormido en sitios mucho menos cómodos.

Lali se llenó antes de terminarse el bol de avena. Pero, sin embargo, comió un par de cucharadas más.

—Hice café hace un rato. Debe de estar caliente todavía. ¿Quieres una taza?

—No. Gracias —dijo ella.

—¿Y un té verde? Vi varios tipos de té en el mueble de la cocina. Seguro que te hace bien para la garganta.

—Tomaré uno más tarde. En serio, Peter, puedes irte cuando quieras. Seguro que quieres irte a casa y cambiarte. Tendrás muchas cosas que hacer. Valentina y yo estaremos bien.

—Sí. Muy bien. Pero primero voy a lavar las cosas. No quiero dejarte los platos sucios cuando no te sientes bien.

—No es necesario.

Él le lanzó una mirada y empezó a recoger las cosas sin más.

Dándose por vencida, Lali cargó a Valentina y se la llevó a la sala. Ya se encargaría de Peter después de tomar algo para la cabeza…

         

         

—¿Todavía te duele la cabeza? —le preguntó Peter al verla entrar de nuevo a la sala.

Estaba sentado en el sillón.

—Veo que limpiaste bastante rápido.

—Soy muy empeñoso. Lo único que tuve que hacer fue lavar un par de boles y vasos.

—Ya veo. Entonces puedes…

—No me has contestado. ¿Todavía te duele?

—Sí, pero no importa.

—Ven y siéntate —le dijo él, dándole palmadas al sillón—. A menos que quieras echarte de nuevo. Esta pequeña monita y yo estaremos bien aquí.

—¿Monita?

Peter se rio a carcajadas.

—Sí. Anoche la llamé así unas cuantas veces y se reía. No es que me entienda ni nada, pero hubo algo en la palabra que le hizo gracia. ¿No, monita?

Valentina se rio.

Lali miró a Peter, a su hija, y volvió a mirarlo a él.

—En serio, Peter, deberías irte.

—¿Por qué?

—¿Por qué? Bueno… Porque deberías.

—Esa no es una respuesta, Lali. Y siéntate. Te veo tambalearte de nuevo.

—No me tambaleo —de repente tuvo que detenerse. La cabeza le daba vueltas con el movimiento—. No mucho.

Peter se levantó, le puso una mano en el hombro y la guio hasta el sofá.

—Sé que eres capaz de manejar cualquier situación, y te admiro mucho por eso, pero no tiene nada de malo dejar que alguien te ayude de vez en cuando, ¿sabes? No tengo nada mejor que hacer que cuidar a Valentina mientras te recuperas de este resfrío. Incluso tengo un maletín con ropa en el auto.

Lali frunció el ceño. ¿Acaso tenía como costumbre quedarse en casas ajenas?

—Siempre tengo un jean, un polo y unas zapatillas en la maletera —le dijo él, como si acabara de leerle el pensamiento—. Por si alguien quiere jugar fútbol después del trabajo. No tengo como costumbre pasar la noche fuera de casa. En realidad tú eres la única mujer con la que he compartido cama desde que nos conocimos en aquel restaurante, hace cinco meses y tres semanas, y no es que lleve la cuenta. No sé si acabo de perder unos cuantos puntos al haberlo admitido, pero pensé que deberías saberlo.

Lali pensó que era una suerte ya estar sentada. Las rodillas podían fallarle en cualquier momento. ¿Acaso le estaba diciendo que ella era la razón por la que no había estado con ninguna otra mujer en todo ese tiempo?

—Tú… eh…

—Es raro. Lo sé. Durante todo ese tiempo no hacía más que decirme a mí mismo que no podía pedirte una cita porque tenías una hija, y porque eras amiga de Candela, pero en cuanto tuve oportunidad de pasar tiempo contigo y con Valentina, la aproveché sin dudar, aunque tengo que reconocer que la oportunidad fue una locura.

Lali no fue capaz de sonreír. Todo parecía indicar que Peter se le estaba declarando de repente. La cabeza seguía dándole vueltas, pero ya no era por los gérmenes que tenía en el organismo.

—Peter, estuvimos de acuerdo en que… Somos amigos. Nada más. Te dije que no podía haber nada más entre nosotros, por Valentina.

—Es una buena excusa. Pero ya no me la creo.

—No…

—Dejemos a Valentina fuera de este problema por un momento. Si no la tuvieras, si solo estuviéramos tú y yo, ¿me dirías que no de la misma forma?

—Creo que ya sabes la respuesta a eso.

—Entonces algo te importo —dijo Peter, asintiendo con la cabeza.

—Podrías importarme si… Si las cosas fueran distintas.

—¿Sabes lo que creo, Lali?

Continuará…