Capítulo 32

Hola, hola, chicuelas!!!!! ¿Qué tal estuvo su día? Espero que todo bien, por estos lares ya preparándonos para empezar el finde largo mañana :D Así que woohoo!!!! jajajaja gracias por sus comentarios y por darse el tiempo de leer!!!! Un besote y mañana nos leemos!!!!

Twitter: @Caparatodos

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-Me has hecho un montón de preguntas. Ahora, es mi turno.

-Ah, lo siento, pero esto no funciona así –dijo ella con dulzura.

Capítulo 32:

-Esta vez sí, abogada, si pretendes que siga sentado en este banco –contestó Peter con idéntica dulzura.

Ella sacudió la cabeza.

-Sigues siendo tan irritantemente engreído como eras hace diez años.

-Sí –la mirada de Peter descendió hasta sus labios-. Y los dos sabemos lo que pasó entonces.

Para su sorpresa, ella se ruborizó.

Vaya, vaya. Por lo visto, la inalterable Acusatrix Espósito podía… perturbarse, después de todo.

Interesante.

Lali se recuperó con rapidez.

-De acuerdo. ¿Qué me quieres preguntar?

Peter se tomó unos segundos para considerar por dónde empezar. Decidió ir directamente al meollo del asunto.

-¿Por qué te fuiste de Rosario?

Lali arqueó una ceja.

-¿Cómo sabes que vivía en Rosario?

-En una escala del uno al diez, ¿cuánto te molestaría si te dijera que he hackeado los registros del estado y hecho algunas averiguaciones sobre ti? –Peter soltó un silbido al ver su fulminante mirada-. Está bien. Olvidemos el humor de ex-presidiario. Relájate, abogada, te busqué en Google. Por lo que vi, no te iba nada mal en Rosario.

Un destello de algo indescriptible relampagueó en sus ojos.

-Sentí que necesitaba un cambio –se limitó a decir.

Sí, definitivamente había algo más.

-¿Hay alguien que te crea esa excusa cuando se la das? –preguntó Peter.

-Por supuesto que sí. Es la verdad.

-Pero no toda la verdad.

Ella esbozó una leve sonrisa de reconocimiento.

-Puede que no –Lali preparó el lapicero una vez más-. Y ahora, volvamos a tu testimonio.

-Otra vez, toda formalidad –la provocó.

-En este caso, sí. Si el pasado resulta indicativo, tú y yo solo nos llevamos bien en lapsos de ocho minutos y –consultó su reloj-. Oh, oh. El tiempo está a punto de agotarse.

Peter comenzó a reír. Era tan frustrante e increíblemente segura de sí misma.

-Una última pregunta. Luego podrás interrogarme todo lo que quieras –hizo una pausa para enlazar su mirada con la de ella-. Admite que te gustó aquel beso.

Lali entreabrió los labios, sorprendida.

-Esa no es una pregunta.

-Admítelo de todas formas.

Sin desviar la mirada de la suya, Lali alzó las comisuras de la boca y sonrió.

-Ya te lo dije. No estuvo mal.

Luego volvió a presionar el muelle de apertura del lapicero.

-Y ahora, volvamos a tu caso.

Desde el punto de vista de Peter, el resto de la entrevista fue bastante bien.

Lali se pasó sus buenos veinte minutos disparándole preguntas acerca de la noche que Tejada había amenazado a Bonelli –si de verdad había visto a Tejada (sí), si estaba seguro de haber oído la amenaza (de nuevo, sí), si se había inventado toda aquella historia porque era un auténtico ególatra, desesperado por llamar la atención y volver a estar en el candelero.

Al escucharla, Peter detuvo la taza con café que se estaba llevando a la boca.

Lali sonrió juguetonamente.

-Solo era un poco de humor de fiscal.

Se produjo un breve momento de incomodidad cuando llegó la cuenta y ambos trataron de agarrarla al mismo tiempo. Peter le rozó suavemente los dedos mientras sus miradas se encontraban.

-Perdona. El instinto.

Cuando ella hubo pagado la cuenta, salieron del restaurante y se detuvieron momentáneamente en medio de la calle.

-Quiero presentar el caso ante el juzgado la semana que viene –le dijo Lali, levantando la voz para hacerse escuchar por encima del ruido ocasionado por las bocinas de los autos-. Te llamaré en cuanto sepa la fecha exacta y la hora en la que tendrás que testificar –le tendió una mano para despedirse y Peter se la estrechó-. Esto que estás haciendo es increíble, Peter. Pero, recuerda…

El potente rugido de los autos hizo del todo imposible que la escuchara. Peter se señaló un oído, sacudiendo la cabeza. Ella se adelantó un paso y apoyó una mano sobre su hombro, parándose en puntitas de pie para hablarle al oído.

Su aliento le acarició el cuello mientras su voz le llegaba con suavidad.

-No lo arruines.

Peter volteó la cabeza para mirarla a los ojos y sus labios quedaron a escasos centímetros de los de ella. Por un instante, ambos permanecieron en silencio y Peter comenzó a ser muy consciente de la cadencia de su respiración, del calor que emanaba de la mano que Lali tenía sobre su hombro…

Sintió la apremiante necesidad de atraerla.

En el restaurante, había hecho aquel comentario sobre el beso en tono de broma pero, a menos que estuviera totalmente oxidado tras los cuatro meses en la cárcel, la vibración que estaba percibiendo en ella era algo muy real. Solo tenía que inclinar ligeramente la cabeza para rozarle los labios. Y para descubrir si sabía tan bien como recordaba.

-¿En qué punto de ese lapso de ocho minutos, durante el que nos llevamos bien, nos encontramos? –le preguntó con voz ronca.

Inicialmente, Lali permaneció donde se encontraba, con los labios a un suspiro de distancia de los suyos. Luego, ladeó la cabeza y enlazó su mirada.

-El tiempo acaba de agotarse.

Finalmente, retrocedió, dio media vuelta y comenzó a caminar.

Continuará…