Capítulo 29

¡¡¡¡¡¡¡Feliz cumple, Fio!!!!!!!!!

Hola, hola!!!!!! ¿cómo les va? Espero que todo bien por ahí y hayan podido disfrutar del domingo... descansar o recargar pilas también! jajajaa Gracias por leer y estar ahí, chicas, son lo más!!!! Besos

Anónimo: Es, es! No te estás haciendo la peli ;) 

Twitter: @Caparatodos

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-En aquel botellero vacío de allí. Con los demás cabernets –Eugenia le lanzó una mirada cuando regresó al mostrador-. ¿Qué tipo de etapa post-prisión?

Peter se sintió algo intimidado.

-¿A qué vienen tantas preguntas?

Capítulo 29:

-Demándame por tratar de conversar. Dale, solo he estado un poco preocupada por ti desde que oí que, algunas veces, los ex-presidiarios pueden tener dificultades para readaptarse a la vida normal.

Peter la fulminó con la mirada y agarró más botellas de vino.

-¿Y dónde, exactamente, escuchaste eso? ¿En la asociación de ex-convictos anónimos?

Eugenia lo miró con reprimenda.

-Sí. Tenemos reuniones semanales tipo las de jóvenes Cristianos –respondió. Luego sacudió la mano con un gesto de impaciencia-. No lo sé. Lo vi… en algún programa de televisión el fin de semana pasado.

Ah. Peter tuvo la repentina sospecha de saber cuál era la causa de la preocupación de su hermana.

-Euge… ¿No habrás estado viendo otra vez Cadena Perpetua, por casualidad?

-Pfff. No –al ver su expresión de desconfianza, se derrumbó-. Ok. Estaba haciendo zapping y la daban en HBO. Trata de cambiar de canal con esa película –lo miró con aire inocente-. Es tan atrapante.

Peter contuvo una sonrisa.

-Seguro que sí. Pero yo no estoy marcado de por vida ni planeo subirme al a un bus destino a no sé dónde. La prisión de Buenos Aires no es Shawshank.

-¿De verdad? –preguntó Eugenia-. Porque leí en el periódico que asesinaron a un recluso hace un par de semanas. Por lo visto, la policía lo está investigando. Un tipo llamado Darío Bonelli, ¿lo conocías?

Siguiente tema. Peter simuló indiferencia.

-Muy poco –rápidamente, pasó a otro tema de interés antes de que su entrometida hermana pudiera formular más preguntas-. Bueno, dijiste que querías hablar sobre mi estrategia empresarial.

Eugenia era la primera persona a la que se la había enseñado, pensando que le vendría bien el consejo de alguien graduado como Administrador de Empresas.

-Sí –ella cogió una toalla para limpiarse el polvo de las manos y luego sacó de debajo del mostrador el informe de veinte páginas que Peter había redactado-. ¿Y?

Eugenia vaciló.

-Y… odio tener que decirlo, teniendo en cuenta que eres mi hermano y demás, pero creo… que es brillante.

Peter se balanceó orgullosamente sobre sus talones.

-Brillante, ¿eh? Continúa, por favor.

-Ah, no me malinterpretes. Hay una enorme posibilidad de que acabes estrellándote de una manera espectacular –le dijo Eugenia-. Pero has cubiertos los tres principales problemas: ingresos, costos, y flujos de caja. Tienes un gran mercado potencial y un servicio único. Si alguien va a sentirse o no interesado por ese servicio –alzó las manos-, es una incógnita.

Esa era la pregunta del millón.

-Compraré un local para armar las oficinas la semana que viene –dijo Peter.

-¡Wow! Vas completamente en serio.

Por supuesto.

-Durante cuatro meses, estuve sentado en la cárcel, pensando en todo lo que iba a hacer para rearmar mi vida cuando fuera libre. Llegó el momento de poner en marcha todos esos planes –explicó, recordando algo de repente-. Pero hazme un favor. No le hables a papá sobre esto.

-Nunca antes te había escuchado decir algo así –comentó Eugenia, poniendo los ojos en blanco-. Es un empresario de muchísimo éxito, Peter. Podría ayudarte.

-¿Tú le pediste ayuda cuando abriste la tienda de vinos? –inquirió Peter persuasivamente.

Eugenia se apoyó contra el mostrador, observando la tienda con aire orgulloso.

-Obvio que no.

Nada que agregar.

Una media hora después, Peter dejó la tienda de vinos mucho más animado tras su conversación con Eugenia. Pero casi de inmediato, mientras cruzaba la calle y caminaba la media cuadra que lo separaba de su auto, la irritación lo asaltó una vez más.

Y no tuvo la menor duda de quién era la causante.

Aquella situación con Acusatrix Espósito empezaba a parecerle bastante molesta. Al final, carecía de importancia lo que pensara respecto al caso Bonelli. Lali había estado en lo cierto, no mentiría bajo juramento. Así que era totalmente libre de portarse como un idiota y de obligarla a enviarle una citación.

Le contaría al jurado lo que sabía y se haría justicia. Y él tendría la satisfacción de haber logrado que la fiscalía, que en ningún momento le había demostrado la menor muestra de cortesía, pasara por la vergüenza.

Era un buen plan. Y Peter deseaba ser ese idiota.

Así que no pudo explicarse por qué terminó buscando su celular en el bolsillo del saco junto con la tarjeta que Lali le había entregado.

Al marcar su número, saltó el buzón de voz y le dejó un mensaje.

-Lo siento, abogada, busqué en el departamento de arriba a abajo y solo fui capaz de encontrar a un Juan Pedro Lanzani –hizo una pausa-. Estará en tu oficina mañana a las dos. Espera un montón de trabas.

Continuará…