Capítulo 74

Buenas!!! Cómo les va?! Qué tal empezaron junio, la mitad del año?! :O Se pasa demasiado rápido!!!! Les dejo nove con la fotito “destape” de Lali hoy! :P por si alguna no las vio! Besos y nos leemos mañana! Que empiecen con todo el finde! Besos ;)

Twitter: @Caparatodos

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—Eres la mejor —murmuró.

Mariana dibujó una amplia sonrisa, metiéndole una aceituna en la boca.

—Genial.

Capítulo 74:

Domingo, 7:50 p.m.

Mariana no lograba recordar haber estado en una casa en la que se respirara tanta paz. Si alguien se lo hubiera descrito, con su limitada experiencia lo hubiera creído mortalmente aburrido. Pero, sorprendentemente, la casa de los Dalmau era todo menos eso. Acogedora, tal vez, y cómoda, pero para nada aburrida. Le agradaba, aun cuando se daba cuenta de que empezaba a albergar la esperanza de que Dalmau fuera un boyscoutt y de que sus reservas hacia él se debieran más a su carrera que a él a título personal.

—Lali, ¿puedes llevar la ensalada a la mesa? —preguntó Rochi, bajando una ruma de platos de un armario color amarillo limón.

—Claro.

Olivia fue delante con una bandeja de aliños para la ensalada y juntas salieron a la terraza. Gastón había encendido faroles alrededor del techo de madera, probablemente para mantener los bichos alejados. Otras luces habían sido colocadas en el enorme jardín, y con su luz iluminaban las flores y la exuberante frondosidad verde.

No cabía duda de que los Dalmau habían empleado gran cantidad de tiempo y esfuerzo en su casa, y eso se apreciaba.

—¿Has vivido siempre en Buenos Aires? —le preguntó a Olivia, mientras la niña colocaba recipientes de aliños alrededor de la ensalada ya mezclada del centro.

—Sí. Cuando era pequeña teníamos una casa más chiquita cerca de la oficina de mi padre, pero construyó ésta porque nos estábamos haciendo demasiado grandes para apretujarnos en la vieja.

Lali sonrió. No podía imaginarse vivir toda su vida a dieciséis o treinta kilómetros del lugar en que había nacido. Ni siquiera sabía dónde había nacido.

Rochi apareció, cargada con dos platos repletos de pollo y pasta.

—Hay más en la cocina —dijo, dejándolos sobre la mesa.

Peter y Gastón ayudaron a sacar las bebidas y el queso parmesano y salieron todos juntos al patio. Habían puesto un cubierto para el hijo mediado, Daniel, pero Rochi dejó su plato dentro del microondas.

Mariana tocó a Rochi en el brazo cuando se encontraban junto a la entrada. Necesitaba estar segura de Gastón en uno u otro sentido antes de poder relajarse.

—¿Dónde está el baño? —preguntó.

Rochi señaló hacia la entradita al fondo de la sala de estar.

—La segunda puerta a la izquierda, justo después del escritorio de Gastón.

—No me esperen; ahorita vengo. —Con una sonrisa se dirigió de nuevo al interior de la casa.

Ya había decidido que durante la cena tenía la mejor oportunidad para investigar un poco. Después habría podido observar por toda la casa, pero si Peter y el abogado se marchaban un rato a dedicarle un rato al trabajo, le estaría completamente vetado cualquier lugar interesante. Dio con el baño e hizo un ruido con la puerta simulando que la cerraba para que pareciera que estaba dentro. Hecho esto, se escabulló dentro del despacho de Dalmau.

Estaba segura de que contaba con una oficina igual o algo similar en su estudio, pero apostaría lo que fuera a que si estaba metido en algo poco limpio, no guardaría las pruebas en su trabajo. Su escritorio estaba ordenado, un único aparato de teléfono, una computadora y algunos marcos de fotos desmerecían la cara superficie de madera de caoba. Tomó asiento en la silla, y abrió el cajón superior. Lapiceros, unos pocos blocks de notas, clips y tres tabas… eso era todo.

Lali tocó las tabas con los dedos. Un juego para niños, probablemente de Olivia. Levantó la vista a las fotografías del escritorio. Una de la familia completa llenaba el marco más grande. El mayor de los hijos, Cristóbal, obviamente había recibido los mejores genes de ambos padres… alto, rubio y con aspecto de estar seguro de sí mismo, indudablemente su padre pensaba que sería un magnífico abogado. Las otras fotos eran del menor de sus hijos, Daniel, jugando fútbol, y una de Olivia, con un disfraz de princesa. Y había una de Gastón y Peter, ambos sonriendo abiertamente, sujetando cada uno algún tipo de pez de las profundidades del mar que evidentemente habían capturado. El de Peter era más grande.

Al comienzo de su carrera había aprendido a confiar en sus instintos, había aprendido que podía echar un vistazo a una habitación y saber el carácter de la persona que la habitaba. Aquí se encontraba con una casa entera, diseñada y construida por Gastón Dalmau y su familia. Lentamente volvió a cerrar el cajón mientras exhalaba y se recostó.

—¿Satisfecha?

Continuará…