Capítulo 89

¡¡¡FELIZ CUMPLE Mary (pl_micorazón)!!!

Hola, hola!!! Cómo les va?! Les cuento que a partir de mañana no nos leeremos por unos 10 días… No se asusten! Si bien, voy a dejar la nove programada (espero me dé el tiempo); no creo que pueda entrar al blog… Igual voy a intentarlo porque 10 días sin leerlas es MUCHO! Ya dejé habilitada la encuesta para ver qué es lo que prefieren y nada, NO dejen de firmar eh! Besos!!!! :D

Ahhh! Y a las Chicas de tw, tampoco les voy a poder avisar por estos días… :S De todas maneras, por ahí seguro nos vamos a leer! Las quiero y MIL GRACIAS por sus comentarios!!!!

Capi va dedicado a Giada! MUCHAS, MUCHAS GRACIAS por la foto! ME EN CAN TÓ!!!!

Twitter: @Caparatodos

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—No me tomó por sorpresa. A medida que envejecía, se volvía… menos exigente. Creo que sus habilidades estaban disminuyendo un poco, así que lo compensaba yendo detrás de cualquier cosa que no estuviera clavada al suelo. —Mariana apretó los dedos de Peter, luego aflojó de nuevo—. Nunca le he contado esto a nadie. Ni siquiera a Nicolás.

—Y yo no se lo contaré a nadie.

Capítulo 89:

—Lo sé. —Se hundió un poco más en los almohadones del sillón—. El último año que estuvo trabajando, él y yo… no colaboramos demasiado juntos. Ambos recurríamos a Nicolás porque confiábamos en él, pero yo no quería entrar en ningún sitio con él. Y creo que eso le molestaba, como si yo me creyera mejor que él. Y creo que estaba un poco celoso porque yo podía aceptar trabajos que él ya no podía, y no aceptaba los que él sí podía llevar a cabo.

—¿Nunca has intentado encontrar a tu madre?

—Ella nos echó. ¿Por qué iba a querer conocer a alguien así?

«¿Amargura?» Eso parecía, aunque podía simplemente tratarse del realismo de Mariana.

—Has dicho que sólo tenías cuatro años. Tal vez tu padre no te contara toda la historia.

—Nicolás tampoco me dijo nada diferente. —Se acurrucó contra él, y lo besó en el cuello—. Y ahora tú. ¿Qué sórdido detalle me gustaría saber?

Dios. Jamás podría dejar que supiera lo… satisfecho que se sentía cuando ella realizaba el primer movimiento. O lo aturdido que lo dejaba su contacto.

—No voy a darte pistas —refunfuñó—. Ah, mira. Godzilla ha pisado a alguien.

—Nada de eso. Casi nunca pisa a nadie —rio por lo bajo—. Ya lo tengo. ¿Has hecho alguna vez algo ilegal? Me refiero a antes de conocerme.

Entendía el motivo de la pregunta; Mariana quería hacer que ambos estuvieran al mismo nivel. Confianza. Ella se la había demostrado, y ahora era su turno.

—Una vez. He estado al borde de la legalidad en unas pocas ocasiones, pero nada que pueda ser demostrado.

—Cuéntame.

—Podrías mandarme a la cárcel durante un largo tiempo por eso —refunfuñó.

—Ni ahí. Gastón te salvaría. Además, lo mismo digo.

Juan Pedro suspiró, y fingió estar enojado para ocultar su inseguridad. Aquél era su lema: Nunca dejes que nadie piense que no estás seguro de algo, a pesar de cómo puedas sentirte. Jamás había sido tan difícil estar a la altura de eso como lo era con Lali.

—No fui demasiado… honrado en mi trato con Martín y Pamela. Justo después de encontrarlos juntos, antes del divorcio, decidí que quería ajustar cuentas. Martín y yo estábamos en el mismo negocio, y yo sabía que se arriesgaba al adquirir una compañía informática con base en Nueva York —dijo pausadamente.

»Tan pronto como fui a Estados Unidos, cultivé la amistad con el director del estudio contable que llevaba los libros de esta compañía. Durante cinco meses fingí que éramos buenos amigos, le regalé cualquier tontería que pensara que conseguiría ganarme su confianza, y luego, una noche, me contó de forma confidencial que el señor Martín Valente, el propietario de la empresa, iba a… «perder el apetito» creo que lo llamó, porque las cifras que iban a entregarle ese viernes eran horribles.»

—Información privilegiada, ¿no? Compraste la empresa por debajo de su precio cuando cayeron las acciones.

—Lo hice. Y luego la fraccioné y la vendí por partes.

—¿Hizo que te sintieras mejor?

—La verdad es que no. Martín perdió hasta la camisa, por supuesto. El inconveniente fue que setenta personas inocentes perdieron su trabajo porque yo quería que él y Pamela supieran que lo que un juez decidiera en un tribual no era suficiente para mí, fuera lo que fuese.

—Casi siento pena por él. ¿Le dejaste algo?

—Estoy seguro de que aún es capaz de ganarse la vida. Aunque pude haberle quitado todo de haber querido. Supongo que herirlo una vez bastó para quitármelo de adentro.

—Dejaste las cosas claras —comentó.

—Exactamente. De cualquier forma, si lo hubiera dejado en la miseria, estaría pagando una pensión alimenticia mayor, así que bien está lo que bien acaba.

Ella asintió, luego se apartó bruscamente de él y se enderezó.

—Muy bien, se acabó la película. Ayúdame a secar mi equipo.

—Pero ¿quién ha ganado?

—Godzilla. Siempre gana.

Lunes, 10:28 a.m.

El doctor Ivo Trustó se recostó, dio un sorbo del té helado y se quitó los lentes con un semblante serio.

—Señor Lanzani, Peter, no estoy muy seguro de cómo decirle esto. Creo que su pintura es una falsificación.

Juan Pedro exhaló el aliento que no se había percatado que estaba conteniendo. Lali tenía razón.

—Sospechaba que podría serlo, doctor Trustó. Quería que un experto lo confirmara.

Trustó paseó la mirada de él a Mariana.

—¿Quién le vendió esta… cosa?

—Es un poco más complicado que eso, me temo. La pintura era un Picasso original cuando la compré. —Juan Pedro se aproximó a la mesa y se sentó frente al especialista—. Hay varios objetos más que me gustaría que revisara. Y, por el momento, debo pedirle que no divulgue la información.

—No pienso formar parte de un fraude —dijo Ivo, volviendo a ponerse los anteojos.

—No te preocupes, Ivo —dijo Mariana, sentándose al lado de Juan Pedro—. No intenta endosárselos a nadie. Lo que pasa es que nos gustaría conocer el alcance de los daños.

—Por supuesto.

Gastón Dalmau llegó mientras Mariana estaba afuera, seleccionando otro objeto para ser examinado.

—Siento llegar tarde. ¿Qué me perdí?

Juan Pedro hizo las presentaciones y rápidamente los puso al tanto de los hechos.

—Sólo lo sabemos nosotros cuatro, así que no abras la boca.

—¿Los cuatro? —repitió Dalmau—. Eso no es del todo cierto, ¿no? Queda al menos un tipo malo suelto.

—Si nuestra teoría se confirma, tengo un muy buen indicio que conduce a Cortés. Podríamos convencerlo para que nos ayude.

—Un muy buen indicio circunstancial, quieres decir. ¡Caramba!

Continuará…