Capítulo 75

Hola! Cómo comenzaron el finde?! Espero que bien y les sirva para relajarse y así empezar mejor la semana! ;) MIL GRACIAS por sus comentarios!!! Las voy dejando... un besote y nos leemos mañana!

Twitter: @Caparatodos

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Al comienzo de su carrera había aprendido a confiar en sus instintos, había aprendido que podía echar un vistazo a una habitación y saber el carácter de la persona que la habitaba. Aquí se encontraba con una casa entera, diseñada y construida por Gastón Dalmau y su familia. Lentamente volvió a cerrar el cajón mientras exhalaba y se recostó.

Capítulo 75:

—¿Satisfecha? —llegó la voz queda de Peter desde la puerta.

Ella dio un brinco. «¡Mierda!»

—Estaba…

Él se alejó del marco, y entró en la habitación.

—¿Estabas, qué?

Lali también se puso de pie, y colocó la silla en su posición original.

—Buscaba pruebas de su implicación con la tablilla y los asesinatos.

—¿Porqué?

Podría haber inventado alguna historia, pero había comenzado a comprender algo; le gustaba ser sincera con Peter Lanzani.

—Porque te negaste a sospechar de él y quería estar segura de que no jugara contigo.

—¿Y? ¿Encontraste algo?

Lali hizo una mueca.

—Por mucho que me cueste reconocerlo, Dalmau está limpio.

Peter se detuvo junto al escritorio y alargó el brazo para tomar su mano. Inseguro de su estado de ánimo, ella dudó, luego aferró sus dedos. Si le contaba todo a Gastón, éste seguramente le pediría que se fuera de la casa. Y, por extraño que pudiera parecer, quería quedarse un poco más. Peter la atrajo hacia él, inclinando su barbilla hacia arriba con la mano libre.

—Te lo dije —murmuró—, elijo a mis amigos con cuidado. Lo que significa que eres la única persona a la que le está permitido jugar conmigo.

—Yo no…

Su boca cubrió la de ella, caliente y dura, sin aliento. Luego, antes de que ella pudiera hacer más que cerrar los ojos y preguntarse cuánto tardarían los Dalmau en ir a buscarlos y encontrarlos, echados y desnudos sobre el escritorio del abogado, él rompió el abrazo. Peter la miró, arreglando el lápiz de labios que se le había corrido con su pulgar.

—Tan sólo recuerda —dijo, cambiando el modo en que le sujetaba la mano para tirar de ella hacia la puerta— que sé lo que haces y que mi paciencia para los juegos tiene un límite.

Lali comprendió que en ningún momento había perdido el control. Había hecho exactamente lo que pretendía, ponerla caliente y hacerle perder la compostura, mientras él permanecía perfectamente frío. ¡Caramba! Regresaron a la terraza y Rocío sonrió mientras Lali se sentaba junto a Peter.

—¿Ensalada?

—Sí, por favor.

Mariana se regañó mentalmente. Así que a Peter le gustaba jugar. Ya lo sabía. Ahora debía calmarse y disfrutar de la velada, porque los Dalmau eran gente sincera y normal, y era probable que no volviera a disfrutar de ese tipo de oportunidad en un futuro cercano.

—¿Qué es, lo has cocinado tú? —preguntó Peter.

—Yo sólo he picado —dijo—, y probado un poco. Está buenísimo.

—Huele delicioso —dijo, agarrando el bowl de la ensalada de manos de Rochi y pasándoselo a Lali.

Tomó aire de nuevo, y logró servirse un poco de ensalada en su plato con cierta cantidad de compostura.

Había compartido comidas con su padre y con Nicolás, pero había sido pizza o pasta en su mayoría. La comida casera recién preparada con ensalada fresca y verduras al vapor era una rareza.

—¡Ya estoy en casa! —se escuchó una voz desde el interior de la casa.

Rochi se levantó, acercándose a la puerta de la terraza.

—Tu plato está en el microondas.

Un momento después apareció un muchacho con el pelo rubio ceniza, que llevaba un plato en una mano y un vaso en la otra. Su serio semblante se iluminó en cuanto divisó a Peter.

—Me pareció que era tu carro el que estaba estacionado adelante —dijo, sonriendo y sentándose al otro lado de Peter.

—Dejé un regalo para ti en la sala —dijo Peter, colocando un brazo sobre los hombros de Daniel y dándole un apretón.

—Después de que comas —dijo Rochi antes de que el chico pudiera levantarse—. Y saluda a Lali. Es una amiga de Peter.

—Hola —dijo, las orejas se le pusieron rojas como tomates.

Ella le devolvió la sonrisa.

—Hola.

—No quería llegar tarde —continuó él, lanzándole una mirada a su padre y hundiendo el tenedor en la comida—. El entrenador nos hizo correr unas vueltas de más porque Lucas y Mateo comenzaron a lanzar globos de agua.

—¿Sólo ellos? —contestó Dalmau.

Daniel sonrió descaradamente.

—Sobre todo ellos. De todos modos, son a ellos a quienes han atrapado. —Pensando, por lo visto, que necesitaba una vía de escape de tal afirmación, se dirigió de nuevo hacia Peter—. ¿Es verdad que casi vuelas por los aires?

Peter se encogió de hombros.

—No fue tan emocionante.

—Te vimos en las noticias —dijo Olivia—. Parecías enojado de verdad.

Riendo entre dientes, Peter echó mano al aliño ranchero.

—Estaba realmente muy enojado. Tuve que ponerme una de las camisas de tu padre.

Olivia soltó una risita.

—Intentamos hacer etiquetas de colores para toda su ropa para que fuera combinado, pero no le gustó.

Con un suspiro, Dalmau tomó un pequeño trago de cerveza.

—Ya no tengo secretos.

Rochi alargó el brazo para darle una palmadita en la mano.

—No pasa nada, Gastón. No nos importa que no sepas vestirte.

Lali apenas se acordaba de comer. Los dimes y diretes entre los miembros de la familia Dalmau la tenía fascinada. Nadie trataba de superar a nadie, nadie decía nada más malicioso que una indirecta graciosa, y nadie hablaba de lo aburrido, ignorante y ladino que era el mundo en comparación con ellos. Se alegraba de haber quedado satisfecha con respecto a la inocencia de Gastón, porque después de eso no hubiera deseado hallar nada incriminatorio.

—Lali, ¿en qué trabajas? —preguntó Daniel mientras pasaba una cesta de pan de queso.

Continuará…