Capítulo 88

Hola chicas!!! Qué tal?! Espero que lo estén llevando bien! ;) Les cuento que mientras tengo “hueco” en clases hoy decidí avanzar nove así les subo tempranito jajajaaj se nota que no tenía nada de ganas de leer no?! :P Bueno besos y Muchas gracias por sus comentarios! 

Ahhh y Lunis te comentó Chari y yo te deje comentario en tu blog pero me salio a la espera de autorización! 

Twitter: @Caparatodos

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Pero aparte de todo eso, no quería que se fuera. Durante el último día más o menos, había sentido que estaba siendo ella misma —Lali Espósito, ingeniosa, divertida, asombrosamente inteligente y absolutamente voluble de humor y pensamiento— y que él estaba metido en algo que no podía controlar. Estaba acostumbrado a tenerlo todo bajo control, a saber qué esperar de la gente. Ella lo volvía loco… y le encantaba y odiaba esa sensación en partes iguales.

Capítulo 88:

—Te diré qué vamos a hacer —dijo—. Me explicarás lo que son y yo te ayudaré a secarlas.

—Y todo lo que contiene mi mochila —insistió mientras avanzaba por el sendero de gotas que él había dejado escalera arriba.

—Tú estás bastante mojada —señaló, llevado de nuevo por la lujuria.

—Sí, eso parece —murmuró, regalándole una sonrisa perspicaz.

—Voy a malograr otro par de braguitas —le susurró cuando llegaron a su habitación.

—Llama primero al doctor Trustó —dijo, colocándole las manos en su empapada camisa para mantenerle a distancia—. No quiero que me achaquen esas acusaciones.

—Esta bien. ¿Por casualidad no tendrás su número de teléfono?

Lali se lo dio, y él llamó mientras ella se metía en el baño.

El doctor Trustó se sintió sorprendido a la par que halagado por la llamada, y aceptó pasar por allí a primera hora de la mañana. Dejándose llevar por un impulso, le preguntó lo que pensaba de su empleada, Mariana.

—¿Lali Martínez? —le preguntó el encargado del museo—. Es maravillosa. La chica más lista que haya conocido. Es capaz de fijarse incluso en aquellas cosas que incluso a mí se me escapan, y eso que yo estoy doctorado en esto. ¿La conoce?

No cabía duda de que Ivo Trustó no leía la sección de sociales.

—Es una amiga… —Juan Pedro alzó la vista en el momento en que Mariana salía del cuarto de baño, completamente desnuda— mía. Entonces, ¿lo veré mañana a las nueve? Gracias, doctor Trustó. —Y colgó el teléfono antes de que el hombre pudiera responder—. Hola…

—¿Va a venir? —preguntó.

—¿Hum? Ah, sí. Lo siento, mi cerebro está de vacaciones —respondió mientras se quitaba la camisa mojada por la cabeza.

Tal vez no pudiera poseer su mente, pero sí que podía hacerlo con su cuerpo. Estrenaron la ducha, luego el suelo en mitad de la suite. Mariana se colocó a horcajadas sobre él, montándolo y dándole una nueva apreciación de su buen tono muscular y su control. Cuando estuvieron saciados ella se derrumbó encima de él, y así se quedaron durante largo rato, escuchando respirar al otro. Juan Pedro podía sentir el latido de su corazón contra su pecho.

—¿Peter?

—¿Hum?

—Gracias.

No sonreír hubiera simplemente acabado con él.

—De nada. Gracias a ti.

Ella le propinó un golpe con el puño en el hombro, con el rostro aún enterrado en su cuello.

—No por eso… aunque eres bastante bueno en la cama para ser un nene bien.

—¿«Bastante» bueno?

Peter sintió su profunda y relajada risita.

—Ya estás bastante fuera de control. No quería inflar más tu ego. —Le mordisqueó la oreja—. Ya es bastante grande.

No iban a salir nunca de aquella habitación.

—¿Entonces por qué me das las gracias?

—Por querer que me quede. Por pedirme que me quede. No creo que nadie haya hecho eso antes.

Más conmovido de lo que podía expresar, Juan Pedro la rodeo con los brazos.

—¿Si me ofrezco a responder una de tus preguntas acerca de mi sórdido pasado, puedo hacerte yo otra sobre el tuyo?

—¿Qué pregunta?

—Son dos, en realidad. La primera: ¿En el museo te conocen como Lali Martínez?

—Uy. Sí, lo había olvidado. «Espósito» es un apellido bastante infame en museos y otros lugares donde la gente guarda sus objetos de valor. —Le dio un beso en la barbilla—. ¿Siguiente pregunta?

Por lo visto había relajado las reglas para las preguntas personales. Pero ya pensaría en el significado de aquello mas tarde.

—Está bien, vamos a por la segunda. ¿Eran muy unidos con tu papá?

Los músculos de su espalda se tensaron y ella levantó la cabeza para mirarlo, su pelo le enmarcaba la cara.

—No puedo responderte mientras estoy desnuda —dijo, levantándose lentamente de encima de él—. Así que, si de verdad quieres saberlo, tenemos que dejar esto y vestirnos.

—Eres mala —dijo, pero se sentó a su lado—. De verdad quiero saberlo.

Ella desapareció dentro del baño mientras él se colocaba una toalla y prácticamente iba corriendo hacia su propio cuarto para ponerse un jean y un polo secos. ¡Maldición!, algunas veces esa casa era demasiado grande. Deseaba volver antes de que Lali cambiara de parecer.

Ninguna mujer le había hecho sentirse así, ni siquiera Pamela. Por primera vez se preguntó si su ex mujer se había sentido… abrumada por Martín Valente del mismo modo en que se había sentido él cuando Mariana había entrado en su vida como una explosión, literalmente. Y se preguntó qué hubiera sucedido si hubiera conocido a Lali Espósito mientras todavía estaba casado con Pamela.

Ella salió del dormitorio justo cuando él entraba de nuevo en la sala de estar.

—Guau —dijo, aminorando el paso.

Mariana se había puesto un ligero vestido de verano hasta los tobillos de color azul violáceo. Descalza y con el pelo todavía mojado cayendo sobre sus hombros, parecía una sensual encarnación del decadente pecado.

Lali lo miró, ladeando la cabeza.

—¿Podemos al menos ver la última parte de El hijo de Godzilla? —preguntó.

—¿Quieres decir que te has perdido al monstruo verde por mí? —averiguó, complacido.

—Hiciste que me enojara.

—Hice que te corrieras. Repetidas veces.

—Mmm —rio entre dientes—. Si ésa es tu forma de disculparte, supongo que no me importa enojarme con frecuencia.

Apretó el botón del control y la televisión se encendió. A continuación, se acomodó en el sillón junto a ella, la tomó de la mano, y la levantó para mirar sus dedos largos y delicados con sus bien cuidadas uñas cortas. Nada de garras largas y pintadas para Mariana; entorpecían su trabajo.

—Tienes manos de artista.

—Mi madre tocaba el piano —dijo, recostándose contra su hombro—. O eso decía mi padre. Nos echó cuando yo tenía cuatro años.

—¿Los echó?

—En realidad, creo que echó a Carlos, y que no puso ninguna objeción cuando éste decidió llevarme con él. —Dejó de hablar cuando Godzilla entró a la carga al rescate de su hijo—. En cuanto a lo de ser unidos, me enseñó todo lo que sé sobre robar. Para que así pudiera ser su socia. También a él le gustaban mis dedos largos. Son buenos para robar billeteras. —Y los flexionó.

—Debiste sentirte destrozada cuando le arrestaron.

Ella se encogió de hombros.

—No me tomó por sorpresa. A medida que envejecía, se volvía… menos exigente. Creo que sus habilidades estaban disminuyendo un poco, así que lo compensaba yendo detrás de cualquier cosa que no estuviera clavada al suelo. —Mariana apretó los dedos de Peter, luego aflojó de nuevo—. Nunca le he contado esto a nadie. Ni siquiera a Nicolás.

—Y yo no se lo contaré a nadie.

Continuará…