Capítulo 92

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—Sí. —Se puso de puntillas para besarlo ligeramente.

—¿Sería algo así como una cita?

Ella dudó durante un brevísimo instante.

Capítulo 92:

—Claro. Y casi puedo asegurarte que después tendrás suerte.

Juan Pedro deseaba señalar eso en el calendario. Era la primera vez que Lali daba un paso para hacer avanzar su relación más allá de un sentido físico.

—¿Antes o después de que repasemos la versión del robo de Maxi?

Mariana se echó a reír por lo bajo, apoyándose contra su pecho y deslizando las manos en su trasero. Cuando se enderezó tenía su billetera en una mano. Peter ni siquiera había notado que se la había quitado.

—Tal vez ambos. —Abrió la solapa de piel—. Eso pensaba —dijo con voz cantarina, arrojándole de nuevo la billetera, intacta, según le pareció.

Él la cogió.

—¿Qué pensabas?

—La mayoría de los hombres llevan un condón —dijo, pasando por su lado como una exhalación—. Uno; no tres. Hombre, debes creerte muy bueno en la cama.

—Eso me han dicho.

—Pues haremos que sea una cena rápida y podrás demostrármelo otra vez.

—¿Mariana?

Ella se detuvo, girándose hacia él.

—¿Mmmm?

—No es lo más romántico que se puede decir, pero ya que has sacado el tema de los condones, las dos últimas veces no hemos utilizado… protección. ¿Estás…?

—Estoy sana, si es a eso a lo que te refieres.

Juan Pedro se sonrojó.

—No. Me refería a si tomas precauciones.

—Dios, qué correcto eres —dijo, riendo entre dientes—. Tomo la pastilla.

—Ah, ok. Sí, a eso me refería.

Mariana se puso rápidamente en puntillas y lo besó apasionadamente en los labios.

—Gracias por preguntar.

—Sólo estaba siendo un caballero.

—Eso me recuerda algo. Tienes que ponerte short para cenar.

Con un ceño fingido que parecía muy real la siguió de nuevo hasta la biblioteca.

—¿Short? ¿Qué clase de norma de etiqueta es ésa?

Ella sonrió abiertamente mientras desaparecía dentro de la habitación.

—La mía.

Lunes, 6:25 p.m.

Castillo hizo que fueran tres agentes y un transportista para ayudar a cargar las falsificaciones. Tras una pequeña discusión, accedió a interrogar a Cortés y a su abogado acerca de las imitaciones a la mañana siguiente, y a no contactar con el FBI hasta no haber llamado a Gastón para ponerlo al tanto de la información que el hombre pudiera divulgar. Mariana sabía que no estaba siguiendo precisamente el reglamento, y para gran sorpresa suya resultó que el hombre le caía bien.

Esta aventura se estaba volviendo cada vez más rara. Primero había hecho amistad con alguien a quien previamente había descartado como víctima, luego había llegado a un entendimiento, con mínimo respeto, con un abogado, y ahora a una situación similar con un policía. ¿Qué sería lo próximo, un cura?

—Más te vale que valga la pena —dijo Juan Pedro, reuniéndose con ella la entrada—. No suelo llevar shorts a menos que se trate de circunstancias extremas.

—Es bonito —dijo, sonriendo mientras él se acercaba. Los llevaba holgados, grises y con clase. También se había puesto una camiseta negra que hacía que deseara abalanzarse sobre él y olvidarse de la cena. Y pensar que se le había ocurrido aquel atuendo para ponerlo en una posición de desventaja. Había intentado convencerse de que aquello había sido una prueba inteligente para comprobar en qué medida podía adaptarse a su petición, como si fuera propenso al autoengaño. Se trataba de si ella podía ser normal, olvidarse de su mundo durante una noche.

—Si ésta es tu idea de una broma, vas a lamentarlo de verdad.

Lali hizo un ligero movimiento con los hombros. «Vuelve a entrar en el juego.»

—¿No tienes un carro normalito?

—Voy a suponer que con «normalito» te refieres a barato, en cuyo caso la respuesta es no.

Ella dejó escapar un exagerado suspiro, disfrutando de una expresión de creciente desorientación de su rostro.

—De acuerdo, supongo que podemos llevarnos el Mercedes.

—¿Cuál? —preguntó sin rodeos.

—El SLK. Es un modelo blanco pequeño.

—¡Caramba! —farfulló—. Manejo yo, por si acaso tenga que salir disparado.

A Lali le sorprendería que aquélla fuera la máxima exigencia que él realizaba en toda la velada.

—Me parece bien. Vamos.

Cuando llegaron al centro de Palm Beach al fin le dijo a dónde iban.

—Freud & Telma—repitió él—.

—Tienen una comida deliciosa. Y baile.

—Baile. ¿Nos gusta bailar?

Ella asintió.

—Claro que nos gusta.

—¿En shorts?

—Tenemos que parecer turistas.

Peter tomó el camino y estacionó el Mercedes junto a la berma con una precisión que no puedo evitar admirar, sobre todo teniendo en cuenta que había crecido en un país donde manejaban por el lado inverso de la calle.

—¿Por qué tenemos que parecer turistas? —preguntó, mirando de nuevo la parte delantera del auto.

—Porque aquí vienen en su mayoría turistas.

Peter le acarició la mejilla.

—Como dijiste antes, no soy bueno en eso de mezclarme—murmuró, retirando un mechón de su cabello de detrás de la oreja—, pero lo intentaré.

Continuará…