Capítulo 84

Hola Chicocas!!! Cómo disfrutan el domingo?! Espero que de lo mejor! ;) Les paso a contar que a la nove le faltan aproximadamente unos 20 capis no se si más pero bueno es un estimado… Ahora la pregunta del millón es, ¿Qué prefieren cuando termine: La segunda temporada, una nueva nove o una nueva nove y después la segunda temporada? Quiero más o menos ir sabiendo que piensas o prefieren, igual sobre el final habilitaré la encuesta así se hace lo que la mayoría prefiera! Bueno nada, quería contarles un poquito que era lo que iba a seguir en el blog jijiiji un beso y si llegan a 35 firmas no hay maratón pero si un capi bonus ¿les parece?...

Lore! Vamos a ver qué tan acertada era tu teoría ;) igual yo diría que vas por muy buen camino!

Twitter: @Caparatodos

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Aquél mostraba el mismo resultado de estadísticas de valores de mercado, pero once meses atrás en lugar de siete. El valor comparativo había continuado subiendo regularmente hasta entonces, de modo que no parecía que hubiera declarado la pintura como una pérdida y que simplemente se hubiera olvidado de ello.

—¿Peter? Mira esto.

Capítulo 84:

Le mostró las cifras en ambos expedientes, y observó cómo su expresión se volvía más amenazadora y dura a medida que lo hacía.

—Tenías razón —farfulló finalmente.

—Tal vez. Aún tenemos que ver las obras de arte antes de que esto tenga algún significado. Y tendremos que revisar cada expediente para cerciorarnos de que no se trata de algún fallo del sistema contable.

—Bueno pues, empecemos.

El cansancio de Juan Pedro había quedado sepultado por una dura y ardiente furia. Mariana no paraba de repetir que podía estar equivocada, pero él ya había aprendido a confiar en sus instintos.

—¿Cuántos llevamos con ése? —preguntó, estirando la espalda.

—No lo sé. Alrededor de ochocientos. —Mariana arrojó otro expediente al montón de los «normales»—. Que treinta expedientes de entre mil no estén al día no son tantos. Tal vez los trasladara por algún motivo, y simplemente se olvidara de ellos. Quiero decir que actualizar un millar de expedientes una vez al mes es una labor extremadamente agotadora.

—No comprendo por que lo defiendes. Intentó matarte. Además, los únicos expedientes cuyas estadísticas faltaban son los que tenía en su casa. Y no dejó de anotar las entradas de golpe. No se olvidó de nada.

Ella hizo una mueca, y volvió a recogerse el pelo en una coleta que sólo parecía sujetarlo durante cinco minutos antes de deshacerse.

—Es… es como un código de honor. Yo rompo la ley con frecuencia, Peter. No sé qué demonios hago delatando a alguien que es igual que yo.

Peter se acercó a ella, y tomó su mejilla en la mano.

—No eres como él, Mariana. De hecho, no te pareces a nadie que haya conocido.

—No seas blandengue —susurró, echándose hacia atrás para poder levantarse—. Voy a por algo para beber. ¿Quieres un té, un café?

Con un gruñido se puso en cuclillas y se ayudó del escritorio para levantarse.

—Voy contigo. —Se agachó a recoger los expedientes «cuestionables»—. Y éstos también vienen con nosotros.

—Nadie sabe que están aquí —dijo, abriendo la puerta para que él pasara—. No creo que vayan a ir a ninguna parte.

La tomó de la mano que le quedaba libre.

—No se me va a escapar nada más —dijo, preguntándose si ella comprendía exactamente lo que estaba diciendo.

—Todavía tenemos que revisar los objetos que van con éstos —respondió, y hundió un nudillo en el fajo de expedientes—. Puede que necesites recurrir a un experto.

—No. Recurro a ti. Si estamos equivocados y se llega a saber esto, podría arruinar el valor de toda mi colección. Si tenemos razón, quiero ser yo quien decida cuánto debe saber la policía para que descubra a quiénes estén involucrados con todo esto.

Comprendía lo que Mariana había dicho con respecto a su «código de honor», pero le preocupaba un poco. Hasta ese momento había sido bastante osada en sus teorías, pero parecía tener necesidad de demostrárselas a sí misma antes de mencionarle nada a él. E incluso hablar con él era diferente que hablar con la policía. Peter sólo podía imaginar su reacción si le pidieran que testificara en el juicio contra Cortés. Huiría y jamás volvería a verla. Recogió los expedientes. Motivo de más para estar completamente seguro de qué terreno pisaban antes de involucrar a nadie más en aquel embrollo.

Cuando entró en la cocina con Mariana, no pudo evitar sonreír abiertamente al ver la expresión de adoración en el rostro de Hans.

—Hans, una taza de café y una coca cola de dieta, por favor.

—Por supuesto. Pero he descubierto un nuevo café de moca que podría gustarle, señorita Mariana. Deja mucho menos sabor a café. ¿Quiere probarlo?

—Confío en ti, Hans —respondió, sonriendo al chef.

—Estupendo. ¿Y podría sugerir omelette para desayunar?

—Suena rico. ¿Peter?

Él asintió, preguntándose cuándo, exactamente, había perdido el control de su casa.

—Está bien.

La mañana había amanecido nublada y húmeda, de modo que Peter la guió a la biblioteca en vez de ir al patio. En cualquier caso, eso les daría más espacio para extender los expedientes. Se preguntó cuánto tiempo le habría llevado notar que faltaban, si es que, de todos modos, se le hubiera pasado por la cabeza mirar. Y en cuanto a lo que éstos representaban, jamás se le hubiera ocurrido.

Estaba de acuerdo con Lali; él no pensaba como un criminal. A sus ojos, nadie elaboraba una tablilla falsa y esperaba lograr que fuera aceptada en el Museo en su primera aventura criminal. Si ella estaba en lo cierto, Cortés había empezado a pequeña escala y hacía ya algún tiempo, y había avanzado gradualmente hasta el punto de sentirse cómodo guardándole la tablilla a otro y asumiendo que pasaría un examen y que el incauto elegido cargaría con las culpas.

—Me vendría bien una siesta —dijo ella, sentándose en una silla.

—Y yo necesito desesperadamente una ducha —respondió él, arrojando los expedientes a la cabecera de la mesa de documentación—. Ahora, de hecho. Ha sido un día y medio muy largo. ¿Te quedas aquí?

—No si te vas a ir a tu habitación. Todavía no la he revisado. —Con lo que podría haber sido un suspiro, se puso de nuevo de pie—. Debería hacerlo de todas formas, antes de que alguien se tropiece con algo.

—Mariana, te he dicho…

—Te oí—le interrumpió, cogiendo los expedientes de camino a la puerta—. Lo que no significa que tenga que obedecer.

Continuará…