Capítulo 2

Hola!!!! ¿Cómo están? Espero que todo bien :D Gracias por leer y me pone muy, pero muy feliz que les haya gustado el primer capítulo!!!! Besos y mañana nos leemos ;)

Twitter: @Caparatodos

____________________________________________________

—Las cosas no son así —continuó Cande apoyada en la barra con una imagen parecida a la de un duendecito—. Si tiene que llegar, lo hará. No importa cuanto se compliquen las cosas, aparecerá y estarán juntos para siempre.

Capítulo 2:

—¿Qué son esos? ¿Sueños de Barbie? —preguntó María, que la miraba con incredulidad.

—Es muy bonito, Candela, pero creo que los hombres buenos solo existen en los cuentos de Disney.

—Quizá deberíamos replantearnos lo de seguir teniendo a Cande como corredora de bolsa —comentó María—. A estas alturas podríamos ser accionistas principales de Magic Kingdom.

Lali tamborileó con los dedos en la barra intentando descargar la tensión.

—Cuando vi que no era capaz de acostarme con él tendría que haberme dado cuenta de que era un gran error. El tercer día que salimos, cuando vino el mozo con la carta de postres, Benjamín dijo: «No, gracias, estamos a dieta». Evidentemente no era por él, que no tiene ni un gramo de grasa. Entonces fue cuando decidí que no iba a quitarme la ropa frente a él, pagué la mitad de la cuenta y me fui a casa tan rápido como pude. Después, siempre que se insinuaba, me acordaba de esa cena y cruzaba las piernas.

—No era el indicado —aseguró Candela con convencimiento.

—¿Te parece? —preguntó Lali, y Candela se sintió atacada. Lali cerró los ojos—. Perdón, perdón. Lo siento mucho, Cande. Creo que simplemente no es el momento apropiado para esas cosas, amiga. Estoy loca. Quiero disfrutar con alguien, no observar el horizonte a la espera del próximo idiota que se cruce en mi camino.

—Bueno… —aceptó Candela.

—Mira, Benjamín no te importaba en lo absoluto, así que lo único que perdiste es un acompañante para el matrimonio de Ana, y voto por que no vayamos. Además de que se casa con el novio de su mejor amiga, tiene todas las fichas apostadas al fracaso —aseguró María.

—Con el ex novio de su mejor amiga. Y no puedo faltar, soy la hermana y la dama de honor —respondió Lali apretando los dientes—. Va a ser una pesadilla. No sólo no tengo quien me acompañe, lo que confirma todas las predicciones de mi mamá, sino que a ella le encantaba Benjamín.

—Lo sabemos —dijo Candela.

—No para de hablar de él —continuó Lali, recordando la cara de avidez de su madre—. Que saliera con Benjamín es la única cosa que le ha gustado desde que me enfermé al empezar la universidad y bajé cinco kilos. Y ahora ni siquiera estoy con él —agarró el ron light, dio las gracias a la camarera y dejó una generosa propina. No hay dinero en el mundo para pagar al que te trae las copas en un momento difícil—. La mayoría de las veces me da igual lo que piense mi madre, porque puedo evitarla, pero en la boda no podré hacerlo.

—Así que te buscarás otro acompañante —propuso Candela.

—No, no lo hará —presagió María.

—Ah, muchas gracias —dijo Lali apartándose de aquella barra excesivamente recargada. El dibujo de la ruleta la estaba mareando. O puede que fuera la ira.

—La culpa es tuya —la acusó María—. Si dejaras de calcular las probabilidades estadísticas de tu relación con los hombres que conoces y simplemente salieras con alguien que te guste, tal vez la pasarías bien de vez en cuando.

—Sólo conseguiría tener el ego continuamente herido. No pasa nada por ser sensata en las citas. Así es como conocí a Benjamín —respondió Lali, y apenas lo hizo se dio cuenta de que aquello no era un argumento a su favor y tomó un trago para protegerse de los comentarios.

María no la estaba escuchando.

—Tendremos que encontrarte a alguien —dijo mientras estudiaba el bar, lo que no dejaba de ser lícito, ya que la mayoría de los clientes la estaban mirando a ella—. Ése no. Ni ése. No, no, no. Esta gente intentaría venderte fondos de inversiones. Mira, ahí hay uno —dijo enderezándose.

—¿Quién? ¿Dónde? —preguntó Candela siguiendo su mirada.

—El tipo de pelo oscuro y saco azul marino que está en el área junto a la puerta —le informó María.

—¿En medio? —preguntó Lali mirando de reojo hacia la tarima elevada que había en la entrada del bar. Era lo suficientemente grande como para abarcar una fila de mesas de póquer y en una de ellas había cuatro hombres hablando con una morocha. Uno era Benjamín, que observaba sus dominios al otro lado de la baranda de fierro forjado adornada con dados. Aquella tarima sólo estaba a metro y medio por encima del resto del local, pero Benjamín intentaba que pareciera un balcón. Sin duda estaba utilizando todo su autocontrol para no saludar con la mano como la reina Isabel—. Ése es Benjamín y está con una morocha. Dios mío, ya está saliendo con otra.

«Desaparece», le ordenó mentalmente a la mujer.

—Olvídate de ella. Es el tipo del medio, y en este momento se está girando hacia acá. Parece que Benjamín no le interesa nada —dijo María.

Lali estudió con detenimiento la entrada. El hombre del saco azul marino era más alto que Benjamín y tenía el pelo más oscuro y poblado.

—Ya conozco la película —dijo Lali en el momento en el que éste se volteaba.

Tenía ojos verdes, marcadas facciones, un cuerpo de infarto y miraba hacia la barra relajado, sin hacer caso a Benjamín, que de repente le pareció ligeramente insulso.

Lali respiró con fuerza, pues todas sus terminaciones nerviosas se habían despertado, y susurró: «Es él».

Después se dio la vuelta para que nadie pudiera verla embobada y con la boca abierta. No era el que esperaba, eran simplemente sus hormonas, que buscaba un buen donante. Seguramente todas las mujeres del local a las que les funcionara un ovario lo estarían mirando y pensando: «Es él». Bueno, la biología y el destino son cosas distintas. La cantidad de daño que alguien tan guapo podía hacerle a una mujer como ella era demasiado como para planteárselo. Tomó otro trago para amortiguar aquel pensamiento.

—Es lindo.

—No. Ésa es la cuestión. No solo es lindo sino también parece maduro —especificó María.

—Ok, está lleno de testosterona —respondió Lali.

—No, ése es el que está a su derecha, el que tiene la cabeza rapada. Seguro que sólo sabe hablar de deporte y le da golpecitos en la espalda a la gente. El del saco azul marino parece civilizado y con estilo, díselo Candela.

—No sé. Lo conozco —confesó ésta poniendo una sombría expresión en su cara.

—¿En sentido figurado?—preguntó María.

—No, salía con mi prima Noelia. Pero...

—Entonces es legal —aseguró María.

—...es de los que van de flor en flor —continuó Candela—. Por lo que me contó Noelia, deslumbra a la persona con la que está durante un par de meses, después la deja y se va. Nunca lo ven venir.

—¡Que hijo de…! —exclamó María sin acalorarse—. Ya ven, a los hombres les está permitido plantar a las mujeres con las que salen.

—Bueno, hace que se enamoren de él y luego las abandona. Eso es muy cruel —añadió Candela.

—Igual que Benjamín —dijo Lali, que había visto confirmada su desconfianza hacia el hombre del saco azul marino.

—Ni que lo hubieras querido —bufó María.

—Lo intenté —replicó Lali.

—Bueno, eso es lo de menos —la cortó María moviendo la cabeza—. Lo único que necesitas es un acompañante para ir al casamiento. Si ese bruto tarda dos meses en dejarte, tienes tiempo. Así que acércate a...

—No…

Continuará…