Capítulo 25

Hola, hola, chicuelas!!!!!! ¿Qué tal empezaron el día? Espero que todo bien y ya empezando a disfrutarlo! Carguen pilas, celebren y diviértanse, que así empiezan la semana a full!!!! :D Gracias por estar ahí, acompañando y disfrutando, una historia más!!!! Besos y que el lunes arranque con todo!!!

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—Son cosas que pasan, Peter.

Peter le acarició la mejilla.

—No quiero declararme en un auto, La. Esta vez quiero hacerlo bien, ¿está bien?

Capítulo 25:

—De acuerdo —Lali se incorporó en el carril que conducía al norte—. Ah, lo olvidaba. Martín llamó mientras estabas internado —sonrió—. Dijo que no le extrañaba que no tuvieras ninguna conmoción, que ni siquiera una piedra enorme puede contigo.

Peter refunfuñó, pero sin sentirse ofendido.

—Es su manera, tan sutil, de decirme que tengo la cabeza muy dura.

—Te quiere. Y te admira.

Peter la miró.

—Repite eso...

—Es cierto. Y le afectó bastante saber el riesgo que habías corrido. Se siente culpable. Dijo que si no hubieras estado distraído asumiendo la responsabilidad por su mal comportamiento, ya habrías adivinado lo que Manuel estaba tramando.

Peter sonrió lentamente.

—No sé qué decirte —deslizó los dedos bajo su pelo y empezó a acariciarle el cuello—. Cuesta enojarse con él cuando todo está saliendo tan bien.

Lo que le estaba haciendo también estaba bien. Pero debía detenerlo, porque el tráfico de la autopista pasaba zumbando a su lado a la velocidad de la luz.

—Peter...

Con una suave carcajada, Peter bajó la mano de su cuello y la apoyó en su muslo. Lali la sintió pesada, cálida y posesiva. Correría el riesgo, decidió, colocándose detrás de una camioneta.

—Martín me dijo que te dijera que había tenido noticias de Amalia Silva —comentó casi sin aliento. La mano de Peter se quedó inmóvil.

—¿Qué le dijo?

—Que su sobrino estaba en detenido, acompañado por su abogado. Ha decidido entregarse... después de una larga conversación con Amalia. Al parecer, Amalia lo obligó a confesar que había pagado a unos maleantes para que sabotearan el proyecto y hubiera retrasos. Martín me dijo la cifra por penalizaciones... a pagar por el constructor y el arquitecto. Es una suma exorbitante, Peter.

—Maldito egoísta —gruñó—. Y estúpido también.

—Tienes toda la razón —a pocos metros de la salida, Lali puso la direccional para cambiar de carril—. ¿Por qué no me dijiste que habías hablado con Martín sobre esto?

—No había tiempo, Lali, teníamos que encontrar a Paloma.

—Por esta vez, te la voy a dejar pasar, Peter —respondió Lali, señalizando para atravesar la entrada a su urbanización —. Pero si alguna vez volvemos a colaborar como arquitecta y constructor, quiero estar totalmente informada de lo que suceda desde el primer día hasta la entrega de llaves.

—Sí, señora —la mano de Peter se había abierto paso hasta un lugar más íntimo—. Pero me reservo el derecho de discutir, chiquita.

—Otra vez protegiéndome —declaró, pero su tono carecía de fuerza. Resultaba difícil molestarse con aquel cálido placer. Rápidamente detuvo el auto delante de su casa.

—Sí, protegiéndote, Lali —repitió Peter con suavidad—. Porque es lo que un hombre haría por su mujer. Porque te amo y quiero que estés a salvo. Porque llevas a mi hijo en tu vientre y quiero casarme contigo.

Desarmada y excitada, Lali lo miró a los ojos.

—Dijiste que no ibas a declararte en el auto —Peter soltó una carcajada, se inclinó y la atrajo hacia él para darle un beso—. Entonces, ¿es una proposición? —preguntó Lali, mirándolo a los ojos.

—¿Tú qué crees?

—Creo que sí —sonriendo con suavidad, le acarició el rostro con los dedos antes de dejarlos sobre sus labios—. Y la respuesta es sí.

Una vez dentro; Peter se desplomó sobre la cama de Lali, no para hacerle el amor, sino para esperar a que el analgésico surtiera efecto. A pesar de sus protestas, el dolor de cabeza lo había obligado a tomar dos pastillas que le había recetado el médico. Se quedó dormido en treinta segundos.

Lali entró en su habitación dos horas después para ver cómo estaba. Se había dado una ducha, se había puesto un kimono de seda y había preparado una comida ligera por si acaso Peter se despertaba con hambre. Se paró en seco en la puerta. Peter debería estar ridículo sobre la colcha blanca y los adornos de satén de la cama, pero no era así. Estaba sexy, fornido y plenamente viril. Se acercó en puntitas de pie y se sentó al borde de la cama.

Con ternura le apartó el pelo de la venda que rodeaba su cabeza. Peter se removió y atrapó su mano justo cuando ella la retiraba.

—No pares, amor —le dijo, y Lali se quedó sin aliento al escuchar esa palabra y captar su mirada.

—¿Te desperté?

—No me quejo.

Lali sonrió

—¿Cómo va tu dolor de cabeza?

—¿Qué dolor de cabeza? —se llevó la mano a los labios—. Ven aquí conmigo y te demostraré que no sé de qué me hablas.

Lali no supo con certeza que la poseyó en aquel momento, pero sin darse tiempo para reconsiderarlo, se puso de pie. Deslizó las manos hasta el nudo de la bata y soltó el cinturón. Mientras la seda se deslizaba por su cuerpo, Peter se quedó inmóvil, mirándola.

Luego, como en trance, se incorporó lentamente sobre un codo. Todo su ser masculino se aceleró al contemplarla. Era una Diosa digna de admirar. Alargó una mano y la tocó, luego se inclinó hacia delante, acariciándola con la lengua y las yemas de los dedos. Los suspiros de Lali reflejaban su placer y, poniéndole las manos en la cintura, la atrajo hacia él para deslizar los labios hasta el lugar donde se hallaba su hijo. Mientras besaba la leve redondez de su vientre, intentó sonreír, pero no pudo.

—Ah, Lali... ¿qué intentas hacer conmigo?

Arrastrándola a la cama con él, la colocó sobre las almohadas. Antes de cubrirla con su cuerpo, se deleitó mirando su expresión ruborizada y expectante. Luego, bajó la cabeza y la besó en el cuello, en los senos...

Habían estado unidos una vez como sólo un hombre y una mujer podían estarlo, pero la intimidad de su primera noche no incluyó aquella exquisita exploración sensual. Peter se tomó su tiempo para hacerle el amor lentamente y con dulzura. Los sabores, olores y caricias se convirtieron en un festín de delicias carnales.

Lali ya estaba ansiosa y jadeante de necesidad cuando Peter se colocó encima de ella. Lali tenía las manos en su espalda y la urgencia le hacía clavarle las uñas. Con un gemido, Peter la penetró suavemente hasta llenar todo su interior.

Por un instante, permanecieron suspendidos en el tiempo, perdidos en el placer exquisito de su unión. Entonces, Peter se inclinó para besarla, fundiendo sus labios al igual que sus cuerpos. Lali nunca olvidaría su primer encuentro. Tal vez se hubiese enamorado de él aquella primera noche, por increíble que pareciera.

Y, sintiéndolo tan dentro de ella, Lali supo sin ninguna duda que lo amaba con todo su corazón.

FIN