Capítulo 23

Hola, hola!!! ¿Cómo les va? Ojalá que todo bien y estén listas para arrancar el finde! Yo estoy feliz de que sea viernes al fin!!!! Bueno, empiecen bien el finde y disfruten!!!! Besos y mañana nos leemos ;)

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—Paloma—su tono era suave, pero urgente—. No te muevas. No vamos a esperar a Peter, voy a ir a buscarte. Te daré la mano y te ayudaré a bajar.

—¿Y qué pasa con el pajarito?

Lali cerró los ojos.

Capítulo 23:

—Paloma, vas a tener que dejarlo ahí arriba. Después le diremos a Peter que suba a recogerlo con una escalera.

—¡No! Se morirá.

—Está bien —no era momento para discutir. Lali respiró hondo—. Tengo una idea, métetelo en el bolsillo tienes bolsillo en los pantalones, ¿no es así?

—Sí.

—Entonces métetelo con cuidado. Pero apúrate.

—¿Y si lo aplasto?

—Hazlo, Paloma.

—Está bien —con mucha suavidad, Paloma introdujo al pequeño pájaro en su bolsillo.

Lali ya había empezado a subir y estaba encontrando puntos de apoyo sin problemas. El peligro radicaba en la inestabilidad de la estructura. Lali sólo podía rezar para que aquella parte se mantuviera entera hasta que rescatara a Paloma.

En lo alto, se soltó rápidamente el casco y se lo pasó a la niña.

—Ponte esto, Paloma. Ya sabes cómo se ata, ¿no?

—Sí.

Pasaron dos minutos interminables hasta que Paloma se terminó de abrochar el casco. Luego Lali le tendió una mano.

—Está bien, chiquita no nos va a pasar nada. Date la vuelta... despacio. Ahora quiero que saques las piernas como si estuvieras bajando por una escalera. Yo te diré dónde tienes que apoyar los pies para no caerte. Confía en mí, ¿está bien?

—De acuerdo. Pero ten cuidado de no aplastar al pajarito.

Paloma ya había sacado un pie y lo movía salvajemente, buscando dónde apoyarlo. Lali lo agarró y lo colocó en una amplia hendidura entre dos rocas. Luego hizo lo mismo con el otro pie. Y otra vez, y otra vez, protegiendo a la niña con su cuerpo mientras descendían. Todavía faltaban cuatro metros cuando la piedra en la que Lali se había apoyado se movió, ella perdió el equilibrio, y toda la estructura se tambaleó.

—No se muevan.

Era la voz de Peter. El cuerpo de Lali se ablandó por el alivio.

—Dejen las manos y los pies donde están —les dijo—. No se muevan. Tengo una escalera.

—Tenemos miedo, Peter —dijo Paloma con voz temblorosa.

—Lo sé, chiquita, pero intenta ser valiente y haz lo que yo te diga. Enseguida las bajo.

Lali tuvo la sensación más reconfortante del mundo cuando Peter la rodeó con sus brazos. Temblando de alivio, emitió un leve sonido.

—Todavía no hemos llegado —le dijo Peter en voz baja junto al oído—. Quédate quieta mientras te doy mi casco.

—Pero Peter, ¿y si...?

—Lali... —era imposible decir nada ante aquel tono. Lali se ajustó el casco en la cabeza—. Ahora quiero que hagas lo mismo que le dijiste a Paloma. Guiaré tu pie hasta el primer peldaño de la escalera, pero sujeta con fuerza a la niña e intenta no desplazar más piedras, ¿ok?

—Sí.

Por un momento, Peter saboreó la sensación del cuerpo cálido y suave de Lali en sus brazos, aunque el corazón le palpitaba con terror. Los segundos siguientes eran cruciales. Tanto Lali como la niña corrían un grave peligro, y el bebé también, su bebé, su hijo, su segunda oportunidad.

De repente, Peter comprendió que finalmente había aceptado la muerte de Carla y Maxi. A pesar de lo mucho que había sufrido, podía seguir adelante.

Y Lali era la razón.

En equilibro sobre la escalera y con los brazos alrededor de su cintura, supo con absoluta certeza que si la obra colapsaba y le arrancaban a Lali de su vida, estaría perdido para siempre.

De repente, se sintió preso de una emoción tan intensa que casi se quedó sin aliento. No podía volver a pasar por lo mismo. ¡No lo permitiría! Quería vivir, vivir de verdad. Quería una esposa, y tenía que ser Lali. Y quería a su hijo. Y a pesar de que el riesgo era escalofriante, no tenía otra opción. Tendría que asumirlo.

Sus hombres esperaban al pie de la escalera, tensos y ansiosos, pero dispuestos a seguir sus indicaciones. No podrían hacer nada si las piedras empezaban a desmoronarse. Respiró profundamente y acercó un momento la cara al pelo de Lali para oler profundamente su dulce aroma.

—Te amo, Lali.

—Ay, Peter... —su respuesta fue callada y entusiasta—. Yo también te amo.

Esperó otro segundo, dejó que las palabras llenaran un espacio en su corazón largo tiempo vacío.

—Está bien, ¿están listas?

—Sí —susurró Lali.

—Yo también —dijo Paloma en voz baja.

—Vamos entonces.

Fue después de apoyar el pie de Lali en el primer escalón, cuando la piedra más alta se separó de los cimientos y toda la estructura tembló. Entonces, toneladas de piedra comenzaron a moverse. Los gritos de los hombres se mezclaron con el espeluznante sonido y gimieron al ver que las rocas se desprendían. Las cañerías enterradas se rompieron, lanzando chorros de agua. Confiando en que Lali no soltara a Paloma, Peter la rodeó con sus brazos y con un impulso desesperado, saltó hacia atrás, arrastrando con él la escalera y su preciada carga. Durante la alborotada caída, Peter recordó haber protegido a Lali y a Paloma con su cuerpo. A continuación, sintió un dolor paralizante y una ráfaga de luz blanca. Y luego nada.

Continuará…