Capítulo 58

Holillas!!! ¿Cómo están? Espero que todo bien! Me pone feliz que la nove les guste tanto!!! Besos, disfruten y empiecen con todo el finde! Hasta mañana ;)

Twitter: @Caparatodos

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Lali no se arrepentía de nada. Entró al auto y se recostó en el asiento de cuero. Bueno, extrañaría aquel automóvil y la comida, aunque siempre podía ir donde Emilio sin Peter.

Peter subió, dio un portazo y se quedó quieto un momento. Lali miró su tenso perfil y pensó: «A ti también te voy a extrañar».

Capítulo 58:

—¿Qué quería Bárbara? —preguntó Lali intentando posponer lo que viniera a continuación.

—Lo siento mucho —dijo con voz tan tirante que casi se le quiebra.

—¿Qué?

—Mi familia —cerró los ojos y después agregó con rabia—: Normalmente se portan bien delante de los desconocidos.

—Creo que no soy su tipo. Yo también he sido un poco descortés. Pero lo bueno es que comí muy bien y no voy a tener que verlos en toda mi vida. ¿Sabes qué helado era? Porque estaba buenísimo, aunque imagino que no era light.

—¿No te importa?

—¿Qué? ¿Que tu madre sea una bruja, tu padre un tarado y tu hermano un imbécil arrogante? No. ¿Por qué me iba a importar? No es mi familia. Que, dicho sea de paso ahora me parece mucho mejor, eso te lo debo a ti. Respecto al helado...

Peter la besó con fuerza y ella le puso la mano en la mejilla y le devolvió el beso, dejándose llevar por ese cálido arrebato que sentía siempre, contenta de poder tocarlo, de tener su mano entre su pelo, de estar con él. Cuando el beso se deshizo, permaneció a su lado, nada dispuesta a dejarlo ir.

—¿Lo hiciste porque insulté a tu madre? —preguntó un poco confundida—. ¿Porque puedo decir cosas mucho más horribles de ella?

—No, simplemente me gusta besarte —explicó sonriendo y relajándose hasta volver a ser el Peter de siempre.

—Me parece buenísimo. Pero deja de hacerlo. Me alegra porque pensé que no querrías volver a verme. Estoy segura de que tu familia no me quiere.

—Bueno, parte de ella sí lo hace —aseguró metiendo la llave para encender el motor.

—Tomás —dijo Lali recostándose en el asiento e intentando pensar en algo que no fuera besarlo—. Pero sólo porque le di mi helado.

—¿Se comió el tuyo y el suyo?

—Sí, dijo que el helado no le caía mal.

—Te mintió. Normalmente lo que le cae mal es el azúcar —dijo deteniendo el coche.

—¿Volvemos?

—No, ni hablar —sacó su celular y después de avisar a Bárbara del inminente vómito puso en marcha el auto otra vez.

—Genial, para colmo envenené a su hijo. Ahora también me va a odiar.

—No, conoce muy bien a Tomás y las mentiras que dice para comer cosas dulces. Le caes bien.

—No parecía.

—No, de verdad le caes bien. Me ofreció un monto bastante alto si me caso contigo.

—¿Qué? Pensé que no tenía sentido del humor —comentó riéndose.

—Bueno… lo tiene, pero no estaba bromeando. Puede pagarlo —dijo acelerando para salir de la calle de sus padres—. Gracias a Dios que salimos por fin de aquí.

—Un segundo. ¿De verdad te ofreció...?

—Lleva diez años cenando todos los domingos con ellos y es la primera vez que la pasa bien. Si se tiene en cuenta que mis padres están a mediados de los cincuenta y que posiblemente duren otros treinta años más, le esperan unos mil seiscientos deprimentes domingos. Eso ha calculado. Si agregas las comidas de los días de fiesta, lo que pague, es una ganga. Por cierto, para mí también lo es, aunque no iría a cenar con ellos los domingos ni por toda la plata del mundo.

—¡Dios mío!

—Además, Tomás estuvo cantando «Hunka, hunka amor ardiente» desde ayer. Me dijo que sólo las caras que pusieron mis papás valen la pena.

—Estoy alucinando —dijo Lali, que había notado cierta alegría en la voz de Peter.

—No ha sido el único esta tarde —siguieron un rato en silencio hasta que Peter le preguntó—: ¿Cómo sabías lo de mi dislexia?

—Victorio se lo contó a Candela y estuve investigando un poco en Internet. Además, no escribiste la receta del pollo al vino cuando te lo pedí. Nunca me niegas nada de lo que te pido, así que asumí que era algo que no podías hacer. ¿Estás enojado?

—No. ¿Es verdad eso de que los disléxicos crean sus propias empresas?

—Sí, todo lo que dije es verdad. ¿Cómo sabías lo de las promociones?

—Candela se lo dijo a Victorio —confesó Peter estacionando el auto. Lali miró la tienda que tenían delante, parecía cara y lujosa—. Ahora vuelvo —dijo Peter. Quince minutos más tarde apareció con una bolsa brillante es-tampada en oro, que dejó en las rodillas de Lali antes de entrar al carro.

—¿Qué es? —preguntó. Pesaba y decidió mirar su interior. Había unas cajitas blancas selladas con etiquetas doradas.

—El helado que compra mi mamá. Ocho sabores. Te mandaría flores, pero creo que esto es mejor.

—¡Ah! —exclamó Lali apretando con fuerza la bolsa. No estaba loco. Se sintió aliviada y se dio cuenta de las pocas ganas que tenía de que desapareciera de su vida. No era un descubrimiento muy agradable.

—¿Todo bien? —preguntó Peter, y Lali forzó una sonrisa.

—No —contestó fingiendo estar fastidiada—. ¿Dónde está la cuchara?

Sin quitar la mirada de la calle, Peter sacó una cuchara de plástico del bolsillo de su saco y se la dio.

—Me vuelves loca —dijo Lali sin darse cuenta.

—Me parece buenísimo, porque yo también estoy loco por ti.

—Como amigos —añadió rápidamente.

—Dale —aceptó Peter meneando la cabeza.

—Por las dudas… —agregó Lali abriendo la primera cajita.

Continuará…