Capítulo 60

Hola, hola!!! ¿Qué tal estuvo su día? Ojalá que relajado, divertido y descansado… pero sobre todo con alguna risita por ahí ;) Gracias por leer!!!!! María, capítulo para ti :D Besos y, ahora sí, hasta mañana!

“A life of mediocrity is a waste of a life”

Twitter: @Caparatodos

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—Por supuesto que no —dijo abriendo la puerta de la calle—. Eres simpático. Bueno, la verdad es que no. ¡Chau!

—No, me quedo —respondió con voz seria y profunda.

Entonces la agarró y la besó con furia.

Capítulo 60:

Benjamín sujetaba la cabeza de Lali con demasiada fuerza como para que ésta pudiera soltarse, así que tiró la mano hacia atrás como para darle una cachetada y él se separó gritando antes de que pudiera dársela,

Elvis bufaba con las uñas clavadas en la pantorrilla de Benjamín.

Lali se limpió la boca al tiempo que Benjamín le daba una patada al gato.

—Eso ha sido una grasada. Lárgate a buscar una mujer que encaje en tu idea de lo que es una buena hembra y cásate con ella. Tengo un gato que ataca y voy a sacar a la bruja que llevo dentro, así que aquí no sales vivo.

—Lo siento. Te quiero mucho.

—Ajám... Vuélvelo a hacer y te tiro el spray de defensa personal. Ahora, ¡lárgate!

—Prométeme que no volverás a ver a Peter Lanzani —le pidió y Elvis empezó a bufar.

—No te prometo nada. Vete o pediré una orden de alejamiento —lo amenazó señalándole la puerta.

—Al menos piénsalo.

—No —dijo empujándolo para que saliera. Cuando cerró la puerta miró a Elvis, que estaba estirado en el respaldo del sillón con la cabeza cerca del aparato de música que tanto amaba. Dio con la pata en el botón hasta que consiguió que sonara Heaitbreak Hotel.

—Baja eso —le pidió y después se dio cuenta de que estaba hablando con un gato. Se acercó y bajó el volumen—. Elvis, qué cosas más raras haces —Elvis apretó el botón hasta que se oyó Love Me Tender—. Bueno, podía haber sido peor. Al menos no te gusta la música de las películas de Julia Roberts.

El gato empezó a mover el rabo al ritmo de la música, Lali se dio por vencida y fue a buscar un curita.

Peter tampoco llamó el martes y Lali se estaba felicitando a sí misma por haberse librado de él, al mismo tiempo se sentía horrible, cuando tocaron la puerta. Le dio una vuelta al pollo al vino y fue a abrir con el spray de defensa personal en la mano. Después de cuarenta y ocho horas sin llamadas esperaba que fuera un delincuente para poder descargar la tensión. Sin embargo, en la puerta estaba Peter, con la habitual bolsa de Emilio's y otra más chica. Se veía bastante cansado. Tenía el cuello de la camisa desabrochado, la corbata colgando y las mangas subidas. Aun despeinado y desaliñado, era el hombre más sexy que había visto en su vida. El corazón le dio un vuelco por lo contenta que estaba de verlo.

—Hola —saludó, y se dio cuenta del spray—. Sólo tienes que decir que no —Lali abrió la puerta, Peter entró y le dio un beso en la frente. Lali se acercó a él porque le pareció corpulento y estaba muy contenta de verlo.

Después, guiada por un impulso le dio un suave beso tipo «Hola, ¿cómo estás?», que le pareció lo más normal en ese momento.

Cuando se alejó, Peter pareció sorprendido.

—¿Qué pasa? Fue un beso de amiga.

Peter meneó la cabeza y cerró la puerta con el hombro.

—Fue... muy bonito. Toma —dijo dándole la bolsa chiquita—. Te estoy conquistando. Te traigo regalos.

—¿Tan mal beso?

—No, no podrías besar mal. Sólo que es la primera vez.

 —Dale. Llevamos días besándonos.

—Yo llevo días besándote —aclaró Peter sacándose la casaca para colgarla antes de dejar la bolsa de Emilio's en la mesa—. Ha sido la primera vez que tú me besas. ¿Qué huele tan bien?

—Pollo al vino. Creo que ya le agarré el truco. ¿A qué te refieres con que es la primera vez? —preguntó antes de callarse y meditarlo. Tenía razón, siempre era él el que la besaba.

 —No te preocupes.

Lali dejó la bolsa y lo besó dándole todo lo que tenía en su interior. La sacudida que sintió la dejó atontada y se agarró a su camisa para no perder el equilibrio. Peter la sujetó y le devolvió el beso hasta dejarla excitada y temblorosa.

—Con ése ya van dos. Y no es que los esté contando.

—Debería haber habido más —dijo Lali intentando respirar con normalidad—. O sea, no vamos a volver a hacerlo, pero no debería haberte dejado hacer todo el trabajo.

—No me molesta para nada —confesó acercándola más a él. Lali sabía que debía alejarse, pero no quiso hacerlo porque se sentía feliz de estar tan unida a él—. Aunque esto me gusta.

—No quiero que te hagas una idea equivocada —dijo Lali apoyando la frente en su pecho.

—¿Y qué idea es ésa?

—Que me gustas más —contestó al notar que había vuelto a besarla en la cabeza.

—Está bien, está bien. Sólo como amigos. Bésame otra vez.

—Si me lo pides no vale.

—Siempre vale —dijo Peter antes de besarla. Lali sintió que se dejaba llevar hasta perder la noción del tiempo y olvidarse de todo lo que la rodeaba, excepto de lo que sentía abrazada a él—. ¿Me estoy haciendo la idea equivocada?

—No —dijo Lali separándose—. No lo hagas. Olvida todo lo que ha pasado. Tengo mi spray —comentó enseñándoselo.

—Uhhh… —aceptó Peter dejándola ir para sentarse en el sillón—. Elvis, amigo, ¿cómo estás? —le preguntó acariciándole detrás de las orejas. Lali estuvo a punto de gritarle «¡No lo hagas!» al acordarse de lo que le había pasado a Benjamín, pero el gato bajó la cabeza para que Peter pudiera continuar y ronroneó agradecido—. Es un gato muy simpático.

—Sí —dijo Lali intentando calmar la velocidad de su corazón—. No sé cómo he podido vivir sin él —agarró la bolsa y se sentó a su lado—. Ya me han hablado de esto. Me vas a dar algo que ni siquiera sabía que necesitaba —aseguró abriendo la bolsa.

—¿Qué quieres decir con que te han hablado? —preguntó, pero Lali había sacado una caja de zapatos y no le prestó atención.

—Tengo un gusto muy personal para los zapatos. Las posibilidades de que te equivoques son muy grandes.

—Me gusta vivir al límite.

Lali abrió la caja. En su interior había unas sandalias con tacón francés, pero de piel blanca.

—¿Qué es esto? —exclamó, pero cuando las sacó se fijó en las caras de conejo que había en el empeine—. ¿Me acabas de regalar unos zapatos con conejitos? —preguntó sujetándolos en la mano mientras los conejitos la miraban con cara bobalicona y dulce—. ¿unos zapatos abiertos con conejitos? Son increíbles.

—¿Viste? También hay música —dijo mientras acariciaba el estómago del gato.

—Deja que adivine, Elvis Costello —aventuró sacando un CD—. ¡Elvis Presley! Sus mejores cincuenta canciones de amor. ¿Me has compraste música de Elvis Presley?

—Es lo que te gusta, ¿no? ¿Para qué iba a regalarte lo que me gusta a mí?

Continuará…