Capítulo 63

Hola, hola!!! ¿Cómo estuvo el día? Ojalá que todo bien!!!! Gracias por leer y feliz cumple again a Vale!!!!!!! Besos, besos y besos para ti! Y… a ver si dejan de cumplir tanto que a este paso la nove acaba en una semana jajajjajja :P Hasta mañana, muchachas!!!!!

Twitter: @Caparatodos

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—Genial —aceptó dándole un golpecito en la nuca a Peter con la carta, lo que provocó la risa de Ana.

—¿Qué sitio es éste? —preguntó ésta mirando a su alrededor

Capítulo 63:

—Nuestra casa —dijo Peter, y Lali asintió viendo su vida a través de los ojos de Ana. Una buena vida que se había complicado al aparecer Peter. «¿Qué haré cuando se vaya?», se preguntó. El pensamiento de que había dejado ir demasiado lejos las cosas y que estaba en peligro la deprimió. Permaneció callada la mayor parte de la cena y se dedicó a escuchar la conversación de Ana con todo el mundo y a observar a Peter, que se había subido las mangas y se había aflojado la corbata, como si estuviera en su casa, sin dejar de sonreírle. Allí sentado emanaba fortaleza, no era tan flaco como Benjamín ni tan tonificado de músculos en el gimnasio como Javier, sino que era corpulento, fuerte, auténtico e infinitamente deseable. «No me costaría nada decirle que sí antes de que se vaya», pensó notando que la invadía una cálida sensación y, a pesar de que sabía que nunca lo haría, se permitió tener una fantasía en la que se dejaba caer de espaldas con él encima, sus manos sujetándola con firmeza y ella abrazando su corpulento cuerpo. Aquel momento visceral hizo que cerrara los ojos y se mordiera el labio. Cuando se sacó de la cabeza aquel pensamiento, Peter la estaba mirando, pero no sonreía.

—Dime en qué estás pensando, Mariana —la animó.

—Ni hablar, Juan Pedro —contestó recobrando la compostura.

—¡Hola, hola! —dijo Agustín y todos se giraron hacia donde estaba mirando.

Benjamín y Melisa habían entrado muy eufóricos. Bernardo señaló hacia una mesa con gesto profesional y Benjamín le puso la mano en la cintura a Melisa para guiarla hasta ahí sin que a ésta pareciera importarle.

—¿Por qué no se ponen unos polos con la frase «Lo hemos hecho»? —comentó Agustín.

—Shh… no arruines este maravilloso momento —le pidió Peter.

—¿No te importa? —le preguntó Lali.

—¿Por qué iba a hacerlo?

—Bueno, ella...—comenzó a decir Lali sin terminar la frase.

—Es tema pasado.

—Ok —aceptó Lali intentando con todas sus fuerzas que aquello no la alegrara.

—¿Qué me dices de Benjamín?

—No llega ni a eso. ¡Ese tipo me regaló una bola de nieve con la torre Eiffel, por Dios!

—¿Les mandamos una buena botella de vino?

—¿Por qué? —preguntó Agustín.

—Para que se emborrachen y vuelvan a la cama —Peter notó que María le ponía mala cara y le preguntó—: ¿Y ahora qué pasa?

—Nada, solamente estaba pensando.

—Bueno, piensa en otra persona, en Agustín por ejemplo.

—A Agustín lo entiendo muy bien, pero tú eres un misterio —dijo María.

—Yo también soy un misterio —se quejó Agustín ofendido.

—¿Quieres estar conmigo esta noche? —dijo María.

—Sí —respondió Agustín.

—No tienes ningún misterio —dijo María, y volvió a mirar a Peter—. ¿Tienes alguna debilidad?

—Lali—contestó éste mirándola.

—Estaba intentando recordar si alguna vez te he visto con la guardia baja —dijo María cerrando los ojos enfadada.

—Bueno, Lorenzo me dio con una pelota en la cabeza.

—Sí, eso. Cantar. No eres tímido, pero no cantas nunca. ¿Por qué?

—Tengo una voz pésima.

—¿Es verdad? —le preguntó María a Agustín.

—No, deja de acosarlo.

—Tú preocúpate de tus amigos que yo me preocuparé de los míos —respondió antes de mirar otra vez a Peter—. ¿Por qué no cantas?

—Miedo escénico. No puedo actuar en público. Demasiada inhibición.

—¿Tú? Jamás lo habría imaginado. ¿Cómo podría lograr que cantaras? —preguntó cruzando los brazos.

—Con una pistola en la cabeza.

—¡María! ¿A qué viene todo esto? —preguntó Lali al darse cuenta de que el brillo en los ojos de su amiga no presagiaba nada bueno para ninguno de ellos.

—Te propongo un trato —dijo María inclinándose hacia Peter por la espalda para decirle algo al oído—. Si cantas ahora, aquí, delante de todo el mundo...

—No.

—...no volveré a decir ni hacer nada que te separe de Lali.

—¿Cumple su palabra? —le preguntó a Lali después de meditar un momento.

—Sí, claro. Lo que no significa que...

—¿Qué te gustaría escuchar? —le preguntó Peter a María.

—Elige tú. Sólo eso ya será interesante de por sí.

—¿Por qué lo haces? —le reprochó Lali a su amiga.

—Porque hasta ahora lo ha tenido todo muy fácil. Quiero saber si es capaz de perder la cordura por ti.

—No todo ha sido fácil, María —declaró Peter.

—No tienes por qué hacerlo. Lo digo en serio —aseguró Lali.

—¿Por qué? Los hombres llevan siglos cantándoles a las mujeres. Es como regalarles joyas —dijo Peter.

—Entonces, cómprame un llavero.

—Presta atención, Lalita, porque no volverás a verme hacer esto.

—¡Peter! —exclamó, pero ya había empezado a cantar Love Me Tender con sonrisa sarcástica mientras exageraba la canción con voz profunda en una buena imitación de Elvis.

—¡Elvis no! —protestó Agustín y Victorio meneó la cabeza, pero Lali se quedó muda de asombro porque tenía una voz hermosa y porque tras la primera estrofa se le borró la sonrisa y empezó a cantar en serio. El resto de ruidos dejaron de oírse y sólo quedaron ellos dos mientras Peter la miraba a los ojos y le pedía que lo amara. Lali se sintió desconcertada porque lo decía de verdad, a pesar de lo que estuviera pasando entre ellos, aquello era auténtico. Incluso aunque sólo fuera en aquel momento, y lo era, era verdad, la amaba, y aquello era mejor de lo que jamás habría soñado. Sintió que se le partía el corazón, que le oprimía dentro del pecho porque lo amaba tanto que no podía soportarlo. «No me hagas esto —pensó mientras cantaba—. No me partas el corazón, no lo merezco». Cuando acabó, perfectamente afinado con un «Te amo y siempre lo haré» el silencio a su alrededor era total. «¡Dios mío!»—, pensó, lo miró a los ojos y vio la misma sorpresa, pesar y confusión que sentía ella y pensó: «No era él, es esta situación lo que nos atormenta, pero no lo decía en serio».

—¡Wow! —exclamó Ana.

—Me has impresionado —confesó María mientras Lali agarraba su cartera y salía del restaurante.

Continuará…