sábado, 13 de septiembre de 2014

Capítulo 68


Hola, hola!!! ¿Cómo están? Espero que su día todo bien y, en lo posible, lo hayan podido aprovechar ;) Gracias por leer!!!! Besos y hasta mañana… Dios mediante, con maratón!!! :D

Twitter: @Caparatodos
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—¿Es el término clínico?

—En el caso de Jaime sí.

Capítulo 68:

—Siempre pensé que si alguna vez estaba presente en una pelea de bar me gustaría que me defendieras, pero creo que Lali se te adelantó —dijo Agustín, quien estaba abajo, en la banca, sentado al lado de María.

—No la culpo. Ese tipo es un inútil.

—Sí —dijo Agustín sin quitar la mirada de la cancha—. Pero a Tomás no le pasará nada. Tiene a Peter, Bárbara y Lali de su parte. Y con ese equipo yo iría a cualquier parte. ¡Dios, mira eso! ¡Hey, Diego! pon atención cuando lances el balón! —meneó la cabeza, pero siguió observando al niño, listo para ayudarlo.

«Así es él», pensó María. Actúa como si fuera tonto, pero si alguien lo necesita, corre a ayudar.
Lo iba a extrañar.

—Agustín—dijo mientras éste le daba un mordisco al hot-dog con la esperanza de que la comida amortiguara el golpe—. Lo nuestro no va a funcionar.

—¿Y cómo te diste cuenta? —preguntó con la mirada en la cancha.

—No es que seas mal tipo... —empezó a decir respirando aliviada.

—Ok —dijo Agustín tragando y dando otro mordisco. Un chico falló un lanzamiento y cerró los ojos—. ¡Caramba!

—Nos hemos visto envueltos en esta historia de tres personas —Agustín dejó de masticar y la miró—. Es decir, nosotras tres y ustedes tres.

—Sí.

—Candela y Victorio, dan un poco de miedo, pero Candela no comete errores.

—Tampoco Victorio, no les pasará nada.

—Y Lali y Peter, bueno, no sé, pero no la está engañando, así que no voy a meterme.

—Muy bien —dijo Agustín dando otro mordisco y mirando fijamente el campo.

—Pero tú y yo somos una ruina.

—Sí —aceptó meneando la cabeza—. Ese chico no sabe lanzar.

—Me alegro de que te lo tomes tan bien —dijo María un poco molesta.

—Me gustas, pero siempre estás atacando a alguien y creando revoluciones, y a mí me gusta mi estabilidad.

—La teoría del caos.

—Sí. Los sistemas afectados por las perturbaciones ascienden un escalón o se desintegran. Nosotros nos desintegramos. Además no te gusta el deporte. Eso es importante. Nadie está enojado.

—Entonces, ¿por qué no terminamos? —preguntó molesta.

—Me gustaba el sexo. ¡Por Dios! —exclamó mirando el juego. Un niño acababa de perder una pelota que había rebotado en el suelo.

—¿Sabes?, a mí también me gustaba el sexo —aseguró María pensando en ello.

—Cuando quieras. ¡Eso sí que es un brazo! —exclamó levantando la barbilla—. ¡Bien hecho, Jessica!

Ésta lo saludó y después se olvidó de Agustín para agacharse, a la espera de lo que sucediera en el juego.
«Jessica no es una payasa», pensó María.

—Me gustas, Agustín —dijo, y él se giró y sonrió.

—A mí también me gustas, Mery. Si algún día necesitas darle su merecido a alguien, llámame.

—Gracias y si tú necesitas golpear a una mujer, tienes mi número de teléfono.

—¿De verdad? ¿Podré mirar?

—Por eso no vamos a volver a acostarnos. ¿Estás bien?

—Sí —después gritó hacia el campo—: ¡No, no, no!

—No te enojes con los chicos —dijo antes de darle un beso en la cabeza para irse—. Crecerán y serán dueños de las empresas para las que trabajarás.


Pocos minutos antes de que terminara el partido Lali bajó al área donde Peter estaba apoyado, cerca de la caseta. Permaneció allí un momento sin saber muy bien qué hacer y después se aclaró la garganta.

—Me pareció muy bien lo que le dijiste a Jaime —dijo Lali agarrándose con los dedos en la baranda—. Muy bien.
Peter siguió mirando el partido.
«¡Mírame, maldita sea!», pensó Lali intentando pensar en algo que llamara su atención.

—Y muy sexy... —mintió—. Me excité mucho y si no hubiera habido tanta gente alrededor, lo hubiera hecho contigo en las gradas.
Peter permaneció inmóvil y después se giró con rostro inexpresivo.
«¡Oh, oh!», pensó Lali.

—Dame cinco minutos y los echaré a todos.

—Me tenías preocupada —confesó Lali suspirando aliviada.

—Perdón —dijo Peter acercándose a la valla para hablar con ella y meter los dedos en la malla de forma que tocaran los de Lali—. Ha sido un mal recuerdo.

—De tu padre —adivinó Lali cerrando sus dedos alrededor de los de Peter, porque tocarlo la hacía sentir bien—. Me di cuenta. ¿Está bien Tomás?

—No, pero sobrevivirá.

—El que no sé si lo haga es Jaime. Bárbara parecía el ángel de la muerte.

—Está acabado, pero eso no ayudará mucho a Tomás.

—¿Por qué se casó con él? Lo siento...

—La cegó con su encanto. La conoció en la universidad y no tuvo ninguna oportunidad.
Lali pensó en Bárbara, que seguramente sería una asustada lechuza cayendo en brazos del glamoroso y guapo Jaime.

—¿Y por qué sigue con él?

—Porque ahora lo quiere. Cuando tuvieron a Tomás cambió. Ahora es mucho mejor que antes.

—Que miedo pensar cómo era.

—Un idiota encantador, como todos los Lanzani —dijo con cara seria.

—Tú no.

—Chiquita, a veces lo soy. Más de lo que te imaginas.

—No te he visto así nunca.

—Eso es porque no me he portado como tal contigo. De eso me libraste tú.

—Lo estabas pidiendo.

—Gracias por bajar aquí —dijo con dulzura antes de que Agustín lo llamara y tuviera que irse.
Lali fue a sentarse al lado de Candela y hasta que ésta no le puso las manos encima de las suyas no se dio cuenta de que estaba temblando.

—¿Qué pasó?

—Este cuento de hadas no es para niños.

Continuará…

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