Capítulo 72

Buenas!!!! Estoy acá de nuevo, GRACIAS GRACIAS GRACIAS por ser tan lindas e incondicionales! Espero hayan disfrutado de los capítulos de hoy! Maratón Cumpleañera para Jor!!!! Besos a todas y hasta mañana!!! Sueñen lindo y empiecen la semana con TODO! Nos estamos leyendo!

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—Te hace muy delgada —aseguró la modista.

—Sí, mucho —dijo Lali cogiendo la manzana que le había ofrecido su madre.

Capítulo 72:

—¡Dios, qué vestido más feo! —dijo una voz a su espalda. Cuando Lali se giró vio a Peter con una botella de vino y dos vasos.

—¡Eres tú! ¡Cómo me alegro de verte! —exclamó Lali, a la que le había dado un vuelco el corazón.

—¿En qué estabas pensando, Lalita? Quítate esa cosa, es un insulto a tu cuerpo.

—Sólo uno de los muchos que me han dicho hoy. Lo ha escogido mi madre. Ya sabes el buen gusto que tiene.

—No creo —dijo dejando lo que había llevado en una mesita al lado de un sillón—. Yo te elegiré uno más bonito.

—Dale. Te doy cinco minutos mientras me como esta manzana. Después tendremos que arreglar la basta de esta cosa para que mis piernas no parezcan postes. ¿Trajiste un sacacorchos? No me vendría nada mal un poco de vino.

—¿Manzana con vino? —preguntó quitándosela de la mano para botarla a la papelera que había al lado de la mesa y sacando un sacacorchos del bolsillo—. A tus piernas no les pasa nada. Quítate ese vestido. Seguro que hay otro más bonito en algún sitio.

—Abajo —les indicó la modista entusiasmada y mirando a Peter como si fuera lo mejor que había visto en su vida.

Lali también lo miró y se acordó de lo guapo que era.

—Hola —se presentó a la modista sonriendo—. Me llamo Peter.

—Hola, yo soy Lucía —saludó ésta esbozando una sonrisa aún más grande.

«¡Por Dios!», pensó Lali.

—Me da la impresión de que tienes muy buen gusto, Lucía. Estoy seguro de que no fuiste tú la que eligió ese vestido.

—No, no —dijo negando cualquier implicación.

—Y apuesto lo que quieras a que eres capaz de encontrarle el vestido perfecto —continuó Peter mirándola a los ojos con sinceridad—. Puede que algo rojo intenso.

—Azul —lo contradijo Lucía—. El azul y el violeta le quedan muy bien.

—Es verdad. Ve a buscarle un vestido bonito en azul y lo celebraremos con una copa.

—La señora Espósito fue muy específica... —comentó Lucía dubitativa.

—Ya me encargaré yo de ella. Tú busca el vestido.

Cuando se fue, Peter descorchó la botella sin que ésta se resistiera y le sirvió un vaso.

—Toma, estás muy tensa.

—Vi a mi madre —le explicó cogiendo el vaso y deseando que la tocara. Pero estaba gorda.

—Eso explica por qué Lucía parecía un cervatillo sorprendido por los faros de un coche. Ahora no está y hace más de una hora que no me besas. Ven aquí.

Lali bajó de la tarima y fue hacia él fascinada con la forma en que la rodeaban sus brazos e intentando no pensar en lo gorda que debían sentirla sus manos. Lo besó con fuerza y suspiró contra su pecho, agradecida por tenerlo, aunque no entendiera por qué la quería él.

«Por la apuesta.»

No, imposible, no era por eso, confiaba en él.

—¿Qué te pasa?

—Lo prueba del vestido ha sido muy dura.

—Deja que adivine. Tú madre. No le hagas caso. Piensa en mí.

Lali sonrió muy a su pesar y Peter la volvió a besar, sintió sus suaves labios y notó que disminuía la tensión de su cuerpo.

—Ya está —la animó dándole una palmadita en la espalda—. Ahora tómate el vino. Te voy a emborrachar y después me propasaré contigo por debajo de la mesa durante toda la cena.

—Ojalá —deseó Lali tomando un sorbo.

Medio vaso de vino y varios besos más tarde, Lali se sentía mucho mejor y Lucía volvió con un colgador con algo morado y ajustado.

—¿Me estás bromeando? Es para mí, ¿te acuerdas?

—No, es para mí —aseguró Peter—. Soy yo el que te lleva a esa historia y no voy a pasar toda la noche mirando un vestido que te afea el culo.

—Largo. No pienso desnudarme delante de ti —«todavía», pensó y después se acordó de su madre tocándole los brazos. «Puede que nunca».

—Bueno, al menos lo intenté —dijo llevándose la botella fuera.

—¿Es tu novio? —preguntó Lucía.

—Sí —contestó Lali sorprendida al darse cuenta de que realmente lo era.

—¡Dios mío! ¡Qué guapo que es!

—También es muy buena gente. Creo que este vestido...

—Te quedará muy bien —dijo Lucía sacudiéndolo en la mano—. A tu novio le gusta. ¿Sabe algo de ropa femenina?

—Creo que ha debido quitar un montón —contestó mientras se deshacía del vestido de pingüino.

—Pues no me importaría que me quitara la mía —soltó Lucía—. Perdón, no quería...

—No pasa nada, estoy acostumbrada. ¿Cómo se pone esto?

—Métetelo por la cabeza. Es un vestido drapeado, cruzado sobre el pecho.

—No sé —dudó Lali sosteniéndolo en la mano.

—Pruébatelo. A él le gusta.

—Y trajo vino. ¿Dónde está mi vaso? —se lo acabó de un trago y después, suspirando, se metió el vestido por la cabeza y se miró en el espejo.

Continuará…