Capítulo 70

Hola!!!! De nuevo por aquí jijiji ¿Cómo las está tratando el día? Por acá muy modorrozo jajaja el suyo?! Gracias por leer!!!! Hasta dentro de un rato ;) besos

Twitter: @Caparatodos

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—¡Por Dios, Lali! ¡Di algo!

—Te amo. Te he amado desde siempre.

—Con eso basta —dijo Peter acercándose a ella.

Capítulo 70:

Lali le puso las manos alrededor del cuello, tan agradecida de volver a sentir su calidez que lo pegó contra su cuerpo y Peter se golpeó con la palanca de cambio.

—¡Ay!

—Perdón —se excusó intentando despegarse de él.

—No pasa nada —aseguró Peter sin soltarla—. Te extrañé —la besó, y el habitual arrebato luminoso explotó como una llamarada, excepto que en aquella ocasión ella no se resistió y dejó que recorriera todo su cuerpo. Se apretó contra él, sorprendida de que volviera a besarla, y deshizo el beso para besarlo ella, una y otra vez, hasta que Peter tuvo que parar para respirar.

—Mira, en cuanto a mi corazón, no me lo rompas —le pidió Lali.

—Trato hecho, tú a mí tampoco —la atrajo hacia él y Lali cayó encima de él y se perdió, ebria por saber que podría tenerlo, que lo tendría, que todo iba a ser maravilloso. Notó que deslizaba la mano por debajo de la blusa y le tocaba los pechos y ella se estremeció y le mordió el labio y su mano la aferró con más fuerza, y entonces sonó el celular.

Peter se separó jadeante y con los ojos llenos de deseo, y Lali se agarró a él.

—No hagas caso —le pidió Lali con un grito ahogado—. Debe ser Ana, llama doce veces al día. Ven y ámame.

—Contesta. Tenemos que controlarnos, estamos en la calle.

—No me importa —dijo tirando de él.

—En tu casa o en la mía, Lalita, pero en el auto no —sentenció encendiendo el motor.

—La que esté más cerca —le dijo mientras contestaba el teléfono para que dejara de sonar.

—¿La? —preguntó Ana con voz angustiada—. Tengo un problema.

—¿Qué pasa? —contestó intentando que no se notara la lujuria que había en su voz.

—La cena. Javier se iba a encargar de que trajeran y sirvieran la comida.

—¡Ah! —exclamó Lali mirando a Peter, que parecía estar en otro mundo—. Javier se iba a encargar de que nos sirvieran la cena, dentro de cuatro horas.

—Odio a ese tipo —confesó Peter.

—Mamá lo va a crucificar y él ha tenido una crisis nerviosa. Una boda perfecta —dijo Ana con voz entrecortada.

—Espera, déjame pensar —«Peter desnudo, en la cama, dentro de mí», no, ese pensamiento no.

—¿Qué vamos a hacer? No tenemos nada.

—Estoy intentando pensar —dijo Lali, y miró a Peter a los ojos durante un buen rato, hasta que el auto chocó contra el murito de la vereda y Peter tuvo que enderezar el timón.

—¿Dónde es la cena? —preguntó Peter sin quitar la mirada de la pista.

—En un hotel cerca de la capilla. En el río. ¿Por qué?

—¿Para cuánta gente es?

—Catorce, creo —contestó y después habló por el teléfono—. Es para catorce, ¿no?

—Sí —confirmó Ana.

—Podemos hacerlo —dijo Peter—. Dile que no pasa nada.

—¿Podemos? ¿Quién?

—Agustín, Victorio y yo trabajamos en un restaurante. Agarraremos todo lo necesario de donde Emilio, tú harás el pollo al vino y ellos lo servirán. Tus padres no los conocen así que creerán que son mozos. Funcionará.

—¿Yo voy a hacer la comida? —preguntó y después pensó: «¿Por qué no?»—. Ok, la haré —aceptó. Después volvió a hablar por el teléfono—. Lo tenemos todo controlado. Tranquila. Sólo tienes que inventarle alguna historia a mamá si Peter y yo llegamos tarde y asegurarte de que la puerta de la cocina esté abierta. Nosotros haremos el resto.

—¡Gracias a Dios! No los interrumpí, ¿no?

—Sí, pero no importa. Tenemos un par de horas antes de empezar a cocinar y en ese tiempo se pueden hacer muchas cosas.

—No. ¿Estás loca? Tienes que hacer la última prueba del vestido ahora mismo. Pensamos que estabas en camino. Te estamos esperando. No puedes faltar. Mamá te matará y yo te necesito.

—Es verdad, me había olvidado.

—No me lo cuentes —le pidió Peter disminuyendo la velocidad.

—Tengo que ir a hacer la última prueba del vestido ahora mismo.

—No importa —aseguró Peter respirando profundamente—. Te dejaré ahí. Conseguiré la comida, la cocinaremos, iremos a la cena y después...

—Tengo que pasar la noche con mi hermana —confesó Lali cerrando los ojos—. No tengo ganas, pero es la noche anterior al matrimonio y se lo prometí.

—Muy bien. No pasa nada.

—Puede que a ti no —dijo Lali, y luego pensó: «Dilo en voz alta». Respiró con fuerza—. Te necesito. Ahora.

—¡Por Dios! ¡Estoy intentando...!

—¿Lali? —sonó la voz de Ana en el teléfono.

—Estoy en camino —dijo antes de colgar.

—¿Dónde es la prueba? —preguntó Peter con voz resignada.

—En Palermo Viejo… —contestó Lali con amargura—. ¿Por qué no se habrá encargado Javier de los vestidos?

Peter condujo hasta la tienda, la besó varias veces y después se fue a buscar los ingredientes para la cena. En el momento en el que desapareció, Lali se dio cuenta de que no había mencionado la apuesta.

«No hubo tiempo —pensó—. Esa es la razón, no le di la oportunidad de hacerlo e incluso si no hubiera una buena razón, me da igual, no voy a dejar que nada me arruine esta historia.»

Después fue a enfrentarse a su madre y al maldito corsé.

Continuará…