domingo, 14 de septiembre de 2014

Capítulo 69


Hola, hola!!!!!!!!!!! ¿Cómo empezaron el domingo? Espero que arriba y con ganas de aprovechar el día ;) Gracias por leer y por coparse con la maratón! Ojalá la disfruten… y así arrancamos con nuestro domingo maratónico…   Jor, para tí! DALE!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Jajajaja

Twitter: @Caparatodos
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—¿Qué pasó?

—Este cuento de hadas no es para niños.

Capítulo 69:

Al acabar el partido Lali fue al estacionamiento y encontró a Tomás en el asiento de atrás del coche de Peter y a éste apoyado en la puerta del acompañante, esperándola.
«No te tires encima de él, Tomás se daría cuenta», se dijo.

—¿Cómo están?

—Nos vamos a comer —dijo Peter estirándose—, y a oír a Elvis un montón de veces porque gracias a ti ahora es la música favorita de Tomás —explicó abriéndole la puerta.

—Eso es porque tiene buen gusto —dijo Lali levantando la barbilla mientras entraba—. Hola, chico de los peces, me han dicho que vamos a comer y a escuchar a Elvis durante todo el camino —Tomás asintió—. Yo que tú pediría carne. De hecho, elegiría un filete con papas. Aprovéchate de tu tío todo lo que puedas.
Tomás pareció sorprendido, pero después asintió.

—¿Listo? —preguntó Peter al entrar.

—¿Podré comer un filete? —le preguntó muy serio.

—¿Qué? —preguntó girándose para mirarlo. Tomás le devolvió la mirada con cara afligida. —Mariana, estás corrompiendo a mi sobrino.

—¿Yo? No, los argentinos comen dos mil setecientos millones de kilos de carne al año y creo que a Tomás puede tocarle un poco.

—¡Sííí!—exclamó Tomás.

—Dos mil setecientos millones —repitió Peter antes de comenzar a reír y Lali se relajó.

—¿Qué hay de nuevo en el mundo de los peces? —le preguntó Lali a Tomás una vez que estaban en ruta.

—¿Tienes puestos los zapatos de los peces?

—No, encontré una tienda con ofertas y me compré unas sandalias transparentes con cerezas.

—No están mal —comento Peter mirándolas—. Pero no son como las de los peces.
Tomás asintió.

—Cuéntame algo de ictiología —le pidió Lali a Tomás y éste lo hizo durante las dos horas siguientes mientras Lali se esforzaba por escucharlo, aunque la mayor parte del tiempo estaba pensando en las formas en las que Peter la podría tocar. En cualquier sitio. Aceptaría hasta una palmadita en la cabeza. Para empezar. Pero a pesar de lo que le distraía pensar en Peter, al final de la comida sabía más de peces de lo que habría podido imaginar.

—No volveré a comer mariscos en la vida —aseguró Peter mientras le abría la puerta del auto.

—Sí, pero si Tomás gana dinero con lo de los peces a lo mejor te ayuda cuando seas grande —dijo Lali intentando no pensar en lo cerca de él que estaba.

—¿Cómo estás ahí atrás? —le preguntó a Tomás cuando entró éste.

—¿Puedo comer un churro? —preguntó con cara alicaída otra vez.

—Tomás, te estás pasando.

—Llévanos a Manolo —le pidió Lali a Peter, que puso cara de sorpresa y la obedeció.
Cuando llegaron, el cartel de «Recién hechos» estaba encendido y Tomás miró a Lali con ojos de lechuza.

—¿Puedo comer dos?

—¡Tomás! —exclamó Peter.

—Sí, hoy puedes.

—Es un error —protestó Peter, pero entró con ellos para tomar leche y comer churros calientes bañados en chocolates. Tomás habló de peces y Lali se acordó del picnic y trató de que no se le acelerara la respiración. Cuando Tomás terminó su segundo churro, ya no tenía cara alicaída.

—Lali, ponte en el asiento trasero —le pidió Peter cuando fueron hacia el auto.

—Dale —aceptó ésta sin saber muy bien por qué la había desterrado. Puede que hubiera notado la lujuria que despedían sus ojos y quisiera protegerse.
Tomás estaba más contento que en parque de diversiones en el asiento del acompañante, hasta que a los cinco minutos empezó a ponerse verde.

—¡Oh, oh! —exclamó Peter parando a un lado de la pista.
Tomás abrió la puerta y eliminó todo lo ingerido.

—Lo siento, lindo —dijo Lali con sentimiento de culpa.

—Ha valido la pena —dijo Tomás mientras se limpiaba la boca.

—Enjuágate y escupe. Dos veces —le ordenó su tío pasándole una botella de agua.

—¿De dónde la sacaste? —preguntó Lali.

—La compré cuando fui a pagar los churros. Ya conozco la historia.

—¿Puedo tirar el resto del agua encima de lo que ensucié? —preguntó Tomás.

—Por supuesto —dijo Peter mirando a Lali por el espejo retrovisor—. Los Lanzani siempre limpiamos nuestras cagadas.

—¡Qué nivel! —exclamó Lali.

—Muchas gracias —se despidió Tomás cuando llegaron a la entrada de su casa, que era un clon de la de los padres de Peter.

—De nada —contestó su tío.

—Gracias por los churros —susurró Tomás por la abertura entre los asientos delanteros.

—Ha sido un placer —contestó Lali y después le susurró al oído—: Te quiero mucho.
Tomás sonrió y miró con cara de superioridad a su tío.

—Tomás, si estás levantándote a mi chica te vas a meter en un buen lío.

—Chau —dijo cerrando la puerta con una sonrisa aún más grande.

—Es un poco joven para ti, ¿no te parece? —comentó Peter mirando a Lali por el espejo retrovisor.

—Sí, pero es un Lanzani y no se puede resistir su encanto.

—Sí, a mí también me ha parecido encantadora la forma en que ha vomitado. ¿Te pasas adelante?

—Me está empezando a gustar lo de ir detrás —dijo fingiendo indiferencia—. A casa, Lanzani.

—Pon el culo aquí adelante, Espósito —le ordenó y Lali se comenzó a reír.

—¿Está bien? —preguntó una vez sentada en el asiento del acompañante.

—Sí. Está acostumbrado a vomitar.

—Me refiero a lo del partido.

—Sí, se acordará de vez en cuando, pero sabrá controlarlo. Lo salvamos. La gente que había cerca le dijo que no pasaba nada y Bárbara arreglará las cosas en casa. Que tu padre te diga que eres tonto es muy duro.

—Sí —confirmó Lali odiando al patriarca de los Lanzani con todas sus fuerzas—. ¿Cómo estás tú?

—¿Yo? Bien.

—Buenísimo —dijo Lali respirando con fuerza. Llevaba mucho rato a punto de estallar. Estaba a solas con él, había llegado el momento de poner en práctica su plan. Lo más inteligente sería confesárselo todo, empezando por decirle lo que sabía de la apuesta, hablarlo como adultos y puede que después pudiera abalanzarse sobre él.

—¿Qué? —preguntó Peter en medio del silencio.

—¿Qué? —repitió Lali con un estremecimiento de culpa.

—Te quedaste callada. Suéltalo.

—Esto... —puede que una exposición directa y completa tampoco fuera la mejor idea—. Bueno, estaba pensando en...

—Aja.

—...que tenemos que discutir algunas cuestiones. Me gustaría resolverlas.

—¿Sí? —dijo Peter con tono de no tener ni idea de lo que le iba a decir, pero con ganas de seguirle el juego.

—Porque creo que... quizás... podríamos... ya sabes... darnos una oportunidad. Si hablamos.
Peter aferró el volante con fuerza, pero no quitó la mirada del frente.

—Muy bien.
«No me estás ayudando», pensó.

—¿Sabías que el sesenta y ocho por ciento de las parejas tienen secretos entre ellas? —dijo Lali.

—No me extrañaría nada —respondió Peter y Lali asintió—. Te lo acabas de inventar, ¿no?

—Sí, aunque seguro que no me equivoco por mucho. ¿Hay algo que no me hayas contado? ¿Algo de... no sé... de antes de conocerme?
Peter no contestó y cuando Lali lo miró había puesto su cara de «¡Mierda!».

—Ya lo sabes, si no, no habrías dicho nada.

—Bueno… sí —dijo Lali notando que se le tensaban todos los músculos «¿Por qué habré preguntado? La gente que dice que hay que hablar las cosas es tarada».

—Fue hace mucho tiempo. Estaba atravesando un mal momento, ella era fabulosa y Jaime la estaba tratando como si fuera basura.
«¿Qué?», pensó Lali sintiendo un puñetazo en el estómago.

—Es buena gente y yo me enamoré del todo.

—¡Ah! —exclamó pensando: «La próxima vez intenta ser más específica sobre las confesiones que quieres que te haga, tonta».

—No pasó nada, Lali —dijo Peter mirándola mientras manejaba—. Bárbara no lo engaña y a pesar de que me entran ganas de darle un puñetazo a mi hermano cada vez que lo veo, no le haría una cosa así. Hablamos. Mucho.

—¡Aja! —exclamó Lali intentando sonar alegre y animarlo.

—Fue hace muchos años. Me dijo que era la única persona que conocía a la que no le importaba el dinero. Ya la conoces y sabes cómo es. Es maravillosa.

—Sí —comentó Lali pensando: «Me gustaría morirme ahora mismo».

—¿Estás bien?

—¿La amabas? —preguntó Lali de repente.
Peter aminoró la velocidad y Lali pensó: «Mátame, ¿cuándo voy a aprender a no preguntar lo que no quiero saber?». Estacionaron y Peter apagó el motor.

—Si

—¡Ah! Ok, de ahora en adelante, cuando te pregunte algo niégate a contestar, ¿dale?

—Bueno.

—¿Todavía la amas?

—Sí.

—No me escuchas.

—No es eso, Lali. Llevo mucho tiempo enamorado de ella. Creo que los dos sabíamos hacia dónde iban las cosas y ninguno quiso esa pesadilla. Además Jaime volvió a prestarle atención y yo salí con otras mujeres. Con el tiempo se me pasó.

—No del todo. Creo que entre ustedes hay una relación muy bonita. Diferente de la que se tiene con los cuñados.

—Sí, ella es muy especial. Pero no es nada romántico. Fue hace mucho tiempo. Años.

—Ya.

—Melisa —empezó a decir y Lali pensó: «Quiero morirme»— no lo captó. Es psicóloga y estuvimos juntos nueve meses, pero jamás notó lo que siento por Bárbara. ¿Cómo tú sí?

—Soy muy intuitiva —mintió.

Peter se recostó en el asiento y miró por el parabrisas. Lali contempló el alivio que reflejaba su corpulento cuerpo y lo deseó más de lo que creía posible.

—Melisa se pasó meses intentando descubrir por qué salgo con una chica detrás de otra.

—¿El qué? —preguntó intentando regresar de la lujuria y el sufrimiento.

—Así lo definió ella. Lo de ir de flor en flor, con lo que me atormentas siempre. Llegó a la conclusión de que se debía a que intentaba compensar la falta de una madre, que quería conseguir el amor de todas esas mujeres y cuando me lo daban, las dejaba para lograrlo con otras.

—Esa Melisa tiene una teoría para cada ocasión —dijo Lali sintiendo amargura y deseando desquitarse con alguien. Melisa le pareció una buena elección.

—No buscaba una madre, buscaba a Bárbara —Peter la miró y Lali sonrió para que no se diera cuenta de que quería abrir la puerta y vomitar—. Quería alguien con quien poder hablar, alguien a quien no tuviera que seducir y agradar, alguien con quien me sintiera bien. No me había dado cuenta hasta ahora.

—Bueno, entonces buena suerte —dijo Lali alegremente.

—Presta atención, Lalita. Cuando te sentaste ese día en el picnic no tenía ninguna oportunidad.
De repente, Lali sintió que le faltaba el aire y que por eso estaba mareada.

—Me costó tiempo darme cuenta. No estaba acostumbrado a gente como tú. Porque no hay nadie como tú.
«Sigue respirando», se dijo Lali.

—Y entonces me hiciste pedazos en la puerta de Emilio's y pensé: «Que se joda», unos cinco minutos. Después quise que volvieras. Eres la única mujer que he querido que volviera. Y desde ese día he estado pensando en la forma de lograr mi cometido, tenerte de vuelta.
Lali respiró antes de desmayarse.

—Te amo, sé que es una locura, que sólo nos conocemos desde hace unas semanas, que necesitamos más tiempo. Lo sé, pero te amo y eso no va a cambiar.
Lali respiró con fuerza. Para hablar es necesario el aire.

—¡Por Dios, Lali! ¡Di algo!

—Te amo. Te he amado desde siempre.

—Con eso basta —dijo Peter acercándose a ella.

Continuará…

18 comentarios:

  1. siiii, al fin se han dicho lo que sienten, que alegría!!!
    espero mas caps XD

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  2. Asi si le dice cono si nada! Más!

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  3. A punto de desmayarse lali,JAJA pero se dio...se jugaron!!!!!!!!!!!

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  4. haaaaaaaa no me imagine nunca lo de barbara
    +++++
    @x_ferreyra7

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  5. OTROOOOO!!!
    ++++++++++++++++++

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  6. ++++++++++++++++++++.. es lo unico que voy a escribir...

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  7. eso no me lo esperaba ... me emocione .........la ama ,lo ama ,,,SE AMAN.......emoción es lo que estoy sintiendo ............MASmasMAS

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  8. ++++++++++ hay por fin jajjajja me dio loca yo emosionada por una novela jajaj

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  9. Se aman ,pero no me da buena espina k "ame" a Bárbara

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  10. Oh por Dios! En la mitad del capítulo fue demasiada información! Jajaaja Pobre Lali!
    El fina.... Me encanto! Por fin! Aunque la verdad es q se conocen hace nada
    Me encanto

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