Capítulo 83

Hola, hola!!!! ¿Cómo les va, muchachas? Espero que todo bien! Gracias por leer y me pone feliz que no solo disfruten la nove sino que se animen a leer otras ;) Gracias, gracias, gracias!!!! Hasta mañana :D Besos y que empiecen bien el viernes! 

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—¿Y qué contestó? —preguntó Candela.

—Me habló de cosas que no tenían que ver con la apuesta.

—Pues es gracioso —dijo María—. ¿Por qué no le preguntaste abiertamente?

Capítulo 83:

—Tenía miedo, ¿ok? Ya saben todo eso que dice la gente de que los problemas desaparecen cuando hablas de ellos. Bueno, estoy segura de que nadie de esa gente habla de sus problemas. Es algo que suena muy bien, pero se corre un gran riesgo. Sabía que había hecho la apuesta, lo escuché. Y... —tragó saliva— sabía que sólo tenía un mes y quería pasarlo con él. No todo el mundo se enfrenta a la vida de frente como ustedes.

—Pues deberían hacerlo. La cagaste y ahora tendrás que arrastrarte.

—¿Qué? —preguntó Candela mientras Lali lanzaba un gritito ahogado y Ana las observaba fascinada a las tres.

María se levantó, agarró el celular de Lali y se lo dio.

—Llámalo. Dile que estabas equivocada, que tenía razón y que harás cualquier cosa por arreglarte con él.

—¿Quieres que me arrastre?

—Sí. No voy a quedarme a ver cómo lo pierdes por culpa de tu estúpido orgullo. Llámalo y ofrécele todo lo que quiera si vuelve contigo.

Lali miró a Candela y ésta asintió.

Observó el teléfono, si lo llamaba, al menos oiría su voz. Qué triste.

—Qué pena.

—Sólo si dejas escapar la oportunidad. Por una vez en tu vida, haz algo irracional e insensato. Llámalo.

Lali permanecía sentada, paralizada por el miedo. Después respiró con fuerza y descolgó el auricular.

Cuando sonó el teléfono, Peter estaba ensayando el discurso «¿Qué te parece si comemos mañana?», pero al oír el vacilante «Hola» de Lali se olvidó de todo.

—Hola —saludó dejándose caer en el sillón.

—No digas nada —le pidió atropelladamente—. Deja que te cuente esto. Me equivoqué al no decirte que sabía lo de la apuesta. No confiar en ti fue un error. Todo lo que dijiste en la boda era verdad. La culpa es mía y quiero que vuelvas conmigo. Quiero que volvamos a estar juntos. Te quiero y te necesito.

El alivio hizo que Peter se mareara.

—Quiero verte ahora —continuó Lali, y Peter pensó: «¡Sí!». Entonces cayó en la cuenta.

—¿Ahora? —preguntó mirando el reloj. Faltaban veintiséis horas para que finalizara la apuesta. «Dile que sí —pensó—, la apuesta ya no le importa», pero después se acordó de lo que había dicho en la boda.

—Decirte que no todas estas semanas me estaba volviendo loca —balbuceó Lali—. Si no estás preparado, lo entenderé, sólo quiero verte. Llevo sin estar contigo dos días y te extraño demasiado. ¿Puedo ir a tu casa ahora mismo? Sólo para hablar. O, ya sabes, si quieres podemos hacer otras cosas. Se me ocurren unas cuantas si te provoca hacer algo más que hablar. A mí lo de «más» me suena bien. O no. Lo que quieras.

«A mí lo de "más" me suena bien», se repitió mentalmente Peter y meneó la cabeza para borrar ese pensamiento.

—Te estoy suplicando —dijo Lali y su voz parecía más alegre—. Y no estoy muy bien. ¿Puedo ir ahora mismo?

—No, iré yo, más tarde —propuso tragando saliva—. Mañana, a las nueve y media.

—¿Ahora no? —preguntó Lali con voz quebrada.

—No, mañana a las nueve y media. Llevaré la cena.

—Si quieres puedo preparar algo de comer ahora.

—Lo llevaré yo, mañana —repitió Peter al tiempo que pensaba: «Soy un idiota».

—Dale, como quieras —esperó un momento y después agregó—: Tengo hambre, ahora.

—Mañana, a las nueve, en tu casa —dijo Peter apretando los dientes.

—Muy bien. Como quieras —cuando estaba a punto de colgar preguntó—: ¿Estás saliendo con Melisa?

—¡No, por Dios! —exclamó mirando hacia la puerta con sentimiento de culpa.

—Te fuiste con ella y Benjamín me dijo que sí lo hacían. Si no, no te habría preguntado. No es asunto mío.

—Sí que lo es y Benjamín es un imbécil. No vuelvas a hablar con él.

—Lo intentaré.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó sintiendo que su tensión se convertía en cólera.

—Sigue llamándome. Por alguna razón, todo este enredo lo ha convencido de que deberíamos casarnos.

—Bueno, se equivoca.

—Lo sé —dijo Lali con voz que ya no era conciliadora.

—Tienes un identificador de llamadas, no contestes las suyas.

—Mira, no soy tan tonta.

—No eres tonta en absoluto, a pesar de cómo te has comportado este último mes —dijo y se estremeció. «Idiota, idiota», pensó.

—Tú hiciste la apuesta.

—No la hice.

—La segunda. La de llevarme a cenar. La cagué, pero no voy a pagar por ello el resto de mi vida. Tú también tienes tu parte de culpa. Sí que hiciste la apuesta de la cena.

«Ya estamos otra vez», pensó. Sonia tenía razón, maldita sea.

—Aunque tampoco creo que vayas a estar a mi lado el resto de tu vida —explicó con voz vacilante otra vez.

—Mañana por la noche —repitió antes de colgar y de que alguno de los dos dijera algo todavía más estúpido, con la seguridad de que había hecho lo que debía. «¡Dios!, esto parece una película», pensó antes de ir a contarle a Sonia que había hecho lo que le había pedido.

Continuará…