Capítulo 80

Hola, hola!!!!!!! ¿Qué tal empezaron la semana? Espero que bien y, que de no haber sido así, tengan la onda para darle y darle que esto recién empieza y quedan 6 días para que mejore y ponerle ganas para que salga todo lo mejor posible ;) Gracias por leer y estar ahí! Besos y hasta mañana!!!!

Twitter: @Caparatodos

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—Te lo diré en pocas palabras. Eres una bruja que odia a los hombres y él un cobarde que le tiene miedo a las mujeres. ¡Déjenlo ya!

—¡Jódanse los dos! —exclamó Lali y se fue con su hermana.

Capítulo 80:

—Todos son iguales —le estaba diciendo María José a Ana cuando llegó Lali furiosa—. No se puede confiar en ninguno —continuó haciendo un gesto con la copa de champagne que tenía en la mano—. Te dicen que te quieren y luego...

—¡Dame eso! —exclamó quitándole la copa y dándosela a Ana—. Nos vamos a tomar doce botellas esta noche así que ya puedes ir empezando.

—¿Sabes cuántas calorías...? —empezó a decir María José.

—Mira, te vas a ir a casa y vas a tirar a la basura todas las malditas revistas de moda que tengas. Vas a terminar por lo sano, es lo único que puede salvarte.

—El que tú no puedas bajar de peso no significa que Ana tenga que estar gorda.

—No lo estoy, mamá —respondió Lali—. Pero ya que hablamos del tema, no veo que el haberte privado de comida durante cincuenta y cinco años te haya hecho muy feliz a ti. ¡Por Dios!, ándate a casa y come algo. ¿Dónde están las cajas con la torta? —preguntó mirando a su alrededor.

—Yo las traigo —se ofreció Victorio.

—Creo que lo que has dicho es muy coherente —le dijo Salida.

—Y en cuanto a ti, vete a otra parte a reírte. Vete con Javier, se merecen el uno al otro. Él es un idiota egoísta y a ti te gusta que te metan.

—Eso no es justo —dijo con su habitual lloriqueo.

—¡Que largues de una vez! —dijo María—. No has parado de reírte desde que dejaste de pegarle a Calentona. Si no vas a ayudar ten la decencia de largarte.

—Bueno, al menos no soy una Pendona —dijo antes de irse haciendo aspavientos.

—¿Cómo me llamó? —le preguntó María a Candela.

Lali se sentó junto a Ana, en la silla que había dejado libre Salida.

—Esto es lo que vamos a hacer —dijo apretándole la mano—. Vamos a agarrar esas cajas para la torta y una caja de botellas de champagne y nos vamos a ir a mi casa.

—Dale —aceptó con voz temblorosa.

—Y nos comeremos la torta y nos emborracharemos.

—¡Lali! ¡Te costará semanas deshacerte de esas calorías —intervino María José.

Lali miró a su madre un momento y pensó «Esto es con lo que se enfrenta Ana todos los días».

—Y después, como tienes una semana de vacaciones por lo de la luna de miel, me pediré unos días libres e iremos a buscar una casa.

—¿Una casa? —preguntó dejando de llorar.

—Sí, voy a comprar una casa con dos habitaciones y te vas a venir a vivir conmigo.

—¿Sí? —inquirió Ana incorporándose un poco.

—Sí, llevas mucho tiempo viviendo con la policía de las calorías.

—Eso es ridículo, no va a ir —protestó María José.

—Pero tendremos unas normas —advirtió, y su hermana tragó saliva y asintió—. Siempre habrá mantequilla en la refrigeradora. No tendremos bandas sonoras de películas de Julia Roberts y, de ahora en adelante —dijo mirando a la puerta, en la que Peter le ponía mala cara a Agustín—, sólo saldremos con hombres feos.

—Y saldré todos los jueves —añadió Ana asintiendo con la cabeza.

—¿Por qué? —preguntó Lali perpleja.

—Para que puedan tener sus cenas de los deseos —dijo, y Lali se dio cuenta de que lo peor que le había pasado no era haber perdido a Javier, sino a sus mejores amigas. Pensó en lo que pasaría si Candela y María la traicionaran y se quedó sin aliento al imaginar lo horrible que sería.

Tan malo como perder a Peter.

—Tú también vendrás —dijo Candela poniéndole el brazo alrededor.

—Obvio —intervino María cuando Victorio volvió con una bandeja llena de cajas para la torta y la capa que la coronaba. Arrancó la figurita de los novios, la dejó frente a Ana y dijo—: Presta atención pequeña Estadísticas, porque vamos a disfrutar —Ana levantó la mirada y María le dio un pisotón al novio y lo hizo polvo—. Ahora sí que la historia está cerrada oficialmente. Y si existe Dios, seguro que tiene un terrible dolor de cabeza.

—De eso puedes estar segura —dijo Victorio—. Se llevó unos cuantos golpes.

—Me alegro. Vámonos a casa de Lali a emborracharnos —propuso María.

—¿Podré ponerme tus zapatillas de conejitos? —preguntó Ana con lágrimas en los ojos.

—Te las regalo —dijo Lali acordándose de Peter con mucha pena.

Miró hacia la puerta y lo vio allí, observándola. Después, Agustín se puso en medio.

—Buen trabajo con la figurita. Supongo que tenías que matar al novio —dijo éste.

—Si lo defiendes eres hombre muerto —replicó María.

—No, era un imbécil incluso antes de cortarse el pelo —aclaró Agustín y Ana comenzó a reír y después a llorar.

En la entrada, Peter se dio la vuelta y Lali vio a Melisa a su lado. Cuando Peter se fue, ella lo siguió.

«Buenísimo, no te quedas a ayudar porque la cosa no es contigo, ¿no es así, colega?», pensó Lali antes de sacarlo de sus pensamientos para ocuparse de su hermana.

Continuará…