Capítulo 85

Hola muchachas!!!!!!!!!!!!!! ¿Cómo están? ¿Qué tal estuvo su día por esos lares? Espero que todo bien y aprovechando el día (o modorreando como yo jjajaajja) gracias por leer y ya falta poco para el final!!! Besos y hasta mañana!

Twitter: @Caparatodos

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—Todo terminó.

—Para mí no. Voy a ganar.

Capítulo 85:

A las ocho, Peter tenía una botella de vino y una caja de churros lista para llevar a casa de Lali, y hora y media de rabiosa frustración sexual que entretener, cuando sonó el teléfono.

—Peter —dijo la voz de Ana—. Tienes que venir, Lali tiene un problema.

—¿Qué? —preguntó, pero lo único que oyó fue el sonido de una llamada entrante—. Dale —dijo antes de dirigirse hacia allí con gran recelo.

Tocó y Ana le abrió la puerta.

—Gracias a Dios que viniste —dijo haciéndolo pasar. Después se escabulló al otro lado de la puerta y la cerró.

—¿Qué pasa? —preguntó y al mirar a su alrededor vio a Lali con un saco negro cortito, con la espalda apoyada en la puerta de su habitación y los ojos brillantes—. Muy divertido —dijo intentando sonar enojado—. ¿Conoces el cuento de la asesora y el lobo?

—Sí, el lobo se la comió —dijo sonriendo y a Peter se le aceleró el pulso—. Tengo noticias para ti, lindo. No vas a perder esa apuesta.

—Sí que voy a hacerlo —aseguró retrocediendo hacia el sillón mientras Elvis los contemplaba con desprecio—. Si nos acostamos ahora, llegará un día en el que estaremos discutiendo por el recibo de la luz y me dirás: «Saliste conmigo por una apuesta». No voy a pagar por ello el resto de mi vida cuando lo único que tengo que hacer es esperar hora y media. Ochenta minutos —especificó mirando el reloj que había encima de la repisa de la chimenea.

—El resto de tu vida, ¿eh?

—Sí, Mariana. ¿Crees que he pasado un infierno este último mes solamente por el sexo?

—Sí —dijo Lali parpadeando.

—Bueno, en partes tienes razón —aceptó Peter después de pensarlo.

—¿Te he dicho que no llevo ropa interior? —preguntó acercándose al sillón y Peter se puso al otro lado.

—Lo haces para torturarme, ¿no es verdad?

—No, lo hago para llevarte a la cama. La tortura es un extra.

—Lali.

—No, no quiero ser la apuesta que perdiste el resto de mi vida. Además, estoy cansada de oír que no corro riesgos. Así que voy a arriesgarme contigo —dijo sacando cien pesos del bolsillo—. Apuesto a que antes de las nueve y media estás desnudo y dentro de mí.

Peter tuvo un vértigo repentino y cuando meneó la cabeza para aclarársela, Lali había puesto el billete en la mesa que había al lado del sillón.

—Ahí está. ¿Vas a ser un cobarde o vas a apostar?

Lali le sonreía con ojos cálidos y amorosos, y Peter comenzó a reír.

—Sólo faltan ochenta minutos, no un mes. ¿De verdad crees que no puedo esperar?

—Sí —dijo con las manos en las caderas.

Peter sacó un billete de cien de la billetera, fue hasta la mesa y lo dejó encima del otro.

—Acepto. A ver lo que consigues, Lalita —la desafió dejando la mesa entre ellos.

Lali se desabrochó el saco, dejó el cinturón en el sillón y se lo quitó. Debajo llevaba un camisón negro de encaje sin tirantes y, por lo que Peter podía ver, nada que lo sujetara.

—Sé que habría estado mejor desnuda —aseguró girando sobre sus talones de forma que se le moviera todo—. Pero todavía no tengo tanta confianza.

—De hecho, durante los próximos ochenta minutos voy a pensar en arrancártelo, así que parece que vamos por el buen camino —confesó mirando la parte de arriba del camisón, donde el encaje se pegaba a la carne—. No parece muy difícil de quitar.

Lali puso un dedo debajo y tiró de él.

—Es elástico, un buen estirón y...

—No hasta dentro de ochenta minutos. Setenta y siete. Pero que te quede claro que en cuanto pasen vas a ser mía.

—Sí.

—Muy bien. ¿Leíste algo entretenido últimamente?

—No —contestó empezando a rodear la mesa—. No puedo leer porque en lo único que logro pensar es en ti.

—Pero qué aburrimiento —comentó alejándose de ella y yendo hacia el otro extremo del sillón.

—No, siempre me haces cosas maravillosas —aseguró acercándose a él.

—¿Sabes?, no soy muy bueno en la cama —dijo pasando a la parte delantera del sillón.

Lali cambió de dirección, lo sorprendió y lo agarró por la camisa.

—No te preocupes, yo soy fantástica.

Lo empujó encima del sillón y se puso a horcajadas encima de él hundiéndolo ligeramente con su peso. «Tengo que hacer algo», pensó Peter, aunque en ese momento la estaba tocando y sentía su calor a través del encaje.

—Me han dicho que mis labios son increíbles —susurró inclinándose hacia él y Peter cerró los ojos al tiempo que sus senos se apoyaban suavemente sobre su pecho.

Lo besó con unos labios cálidos y dulces, y él apretó las manos contra su cuerpo y la acercó más.

—¡Cómo te extrañé! —exclamó junto a su boca.

—Yo también —dijo Lali dejando de jugar—. No quiero volver a estar sin ti.

—No volverás a estarlo. No voy a dejarte, jamás.

—Gracias —dijo apartándose de él. Tomó aire y Peter la observó cada vez más excitado—. Tengo algo que contarte.

—Hazlo despacio —le pidió poniéndole las manos en el culo y acercándola a él con fuerza. Era verdad, no tenía ropa interior. Inclinó la cabeza para besarle el cuello, pero en vez de eso le mordió suavemente y Lali se estremeció.

—¿Te acuerdas que te pedí que no me rompieras el corazón? Bueno, he cambiado de opinión, puedes hacerlo.

—No voy a... —empezó a decir haciendo cada vez más presión con las manos.

—No me importa, te quiero de todas formas. Te quería cuando creía que habías hecho la apuesta y cuando pensaba que me estabas utilizando, cuando te gritaba en la calle y cuando te fuiste de la boda con Melisa, tonto.

Continuará…