sábado, 25 de mayo de 2013

Capítulo 13




Hola, hola!!!! ¿Cómo están, chicas? Espero que bien y pasando un lindo sábado. Disfrutándolo, descansando o haciendo lo que les guste, ojalá lo estén pasando bien! Un beso enorme para todas y nos leemos mañana!!! ;)

Twitter: @Caparatodos
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—No he encontrado a la mujer adecuada.

—Si hasta los hombres del corredor de la muerte encuentran una mujer para casarse, ¿por qué tú no?

Capítulo 13:

Los negocios en el barrio de San Telmo eran tan eclécticos como los residentes. La vieja zapatería estaba abierta desde que se podía recordar y en la misma manzana un chico podía cortarse el pelo por nada. Podías comer en la variedad de cafés y pizzerías que había en sus calles. También encontrabas antigüedades, artesanos y chucherías como las que le gustaban a su madre. Podías perderte entre sus calles para hacer prácticamente de todo, desde curiosear en librerías de segunda mano hasta ir al museo de Arte Moderno. Había un poco de todo y, Mariana Espósito y Pérez encajaban perfectamente con el lugar.

El sol matutino se derramaba sobre el barrio iluminando directamente la vitrina de Whim y llenando la tienda de luz. La vitrina estaba repleta de una gran variedad de platos orientales de porcelana. Una fuente dorada de unos treinta centímetros con grandes palomas dibujadas en la superficie llenaba de sombras irregulares la alfombra.

Lali estaba en la parte oscura de la tienda, agregando algunas gotas de aceite a un delicado hornito de cerámica. Durante más de un año, había experimentado con diferentes aceites esenciales. Todo el proceso era un ciclo continuo de probar, equivocarse y volver a probar.

Estudiaba las propiedades químicas mezclando los aceites en pequeños frascos, utilizando las pipetas y los quemadores como si fuera un científico loco. Crear aromas maravillosos satisfacía su lado más artístico. Creía que ciertos aromas podían curar mente, cuerpo y espíritu, ya fuera por sus propiedades químicas o evocando imágenes cálidas y agradables que tranquilizaban el alma. Sin ir muy lejos la semana anterior había logrado crear con éxito un preparado único. Lo había embotellado en bellos frascos rosas y como parte del marketing, había colmado la tienda de una suave fragancia a flores y cítricos embriagadores. Lo vendió todo el primer día. Esperaba que le fuera igual de bien en la feria.

El preparado que se traía entre manos no era tan especial, pero era muy conocido por sus efectos relajantes. Enroscó el gotero al frasco de pachuli y lo devolvió a la caja de madera que contenía los demás aceites. Cogió otro de los pequeños frascos que contenía salvia y, con mucho cuidado, añadió dos gotas. Se suponía que ambos aceites combinados ayudarían a reducir la tensión nerviosa, relajarían, y aliviarían el exceso de cansancio. Esa mañana, con un policía a punto de infiltrarse en la tienda, Lali necesitaba las tres cosas a la vez.

La puerta trasera de Whim se abrió y cerró, y se sintió invadida por el pánico. Miró por encima del hombro hacia la parte trasera de la tienda.

—Buenos días, Ignacio —saludó a su socio.

Le temblaron las manos mientras cambiaba de frasco. Eran las nueve y media de la mañana y ya tenía los nervios de punta, y además estaba cayéndose de sueño. No había dormido en toda la noche intentando convencerse a sí misma de que podría mentirle a Ignacio. De que no era tan malo dejar que el detective Lanzani trabajara de encubierto en la tienda si con eso ayudaba a limpiar el nombre de Ignacio. Pero tenía varios problemas graves: era una pésima mentirosa y, para ser sinceros, no creía que pudiera fingir que le gustaba el detective pues era incapaz de imaginarse a sí misma como su novia.

Odiaba mentir. Odiaba crear mal karma. Pero realmente, ¿qué era una mentirita más cuando estaba a punto de crear una revolución kármica de proporciones sísmicas?

—¡Hola! —saludó Ignacio desde la entrada prendiendo las luces—. ¿Qué estás mezclando hoy?

—Pachuli y salvia.

—¿Y no acabará oliendo la tienda como un concierto de hippies en los años 70?

—Probablemente. Lo hice para mi madre. —Además de ayudar a relajarse, el perfume le recordaba cosas agradables, como el verano en que ella y su mamá habían seguido a unos cantantes a lo largo del país. Lali tenía diez años y le había encantado dormir en la camioneta, comer tofú y teñir todo lo que caía en sus manos. Su madre lo había llamado el verano del despertar. Lali no sabía exactamente qué era lo que había despertado, pero había sido la primera vez que su madre había hablado de sus poderes psíquicos. Antes de eso eran metodistas.

—¿Qué tal las vacaciones de tu mamá y tu tía? ¿Hablaste con ellas?
Lali cerró la tapa de la caja de madera y miró a Ignacio, que estaba al otro lado de la tienda, en la puerta de la oficina que compartían.

—No, no hablo con ellas desde hace unos días.

—Cuando vuelvan, ¿se quedarán acá en capital unos días o irán con tu abuelo?

Suponía que el interés de Ignacio por su madre y su tía tenía más que ver con el hecho de que lo ponían nervioso que con la simple y genuina curiosidad. María José y Carla Espósito no sólo eran cuñadas, sino que también eran las mejores amigas del mundo y vivían juntas. Algunas veces se leían el pensamiento, lo que podía llegar a ser aterrador si no estabas acostumbrado.

—No estoy segura. Creo que vendrán para recoger a Micho, luego irán en auto para ver qué tal anda mi abuelo.

—¿Micho?

—El gato de mamá —contestó Lali. La culpa le estaba creando un nudo en el estómago mientras miraba fijamente los familiares ojos de su amigo. El ya pasaba de los treinta años pero aparentaba alrededor de veintidós. Era unos centímetros más alto que Lali y tenía el pelo castaña claro. Era contador de profesión y anticuario de vocación. Manejaba la parte administrativa de Whim dejándole a Lali total libertad para expresar su creatividad. No era un delincuente y no creía en lo más mínimo que usara la tienda como tapadera para vender artículos robados. Abrió la boca para contarle la mentira que había memorizado en la comisaría de policía, pero las palabras se le quedaron atascadas en la garganta.

—Trabajaré esta mañana en la oficina —dijo él, desapareciendo por la puerta.

Lali cogió un encendedor para prender una vela y ponérsela al pequeño hornito. Una vez más se dijo a sí misma que realmente estaba ayudando a Ignacio aunque él no lo supiera. No era como si se lo estuviera entregando en bandeja a Lanzani, ¿no?

Continuará…

16 comentarios:

  1. Me encanto...seguila!!!

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  2. Lina (@Lina_AR12)25 de mayo de 2013, 16:58

    Ella quiere ayudar a Ignacio?HMMMMMMM!!!!!!!!!!Dificil!Dificil!

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  3. Ay pobrecita me está dando una pena ... ella y su dilema moral. Me entraron ganas de saber de su madre y su tía, me recuerdan a Pepa, la abuela de Olga y Maruja, la vecina jajaja (del libro "Fue un beso tonto") de verdad me encanta la novee quiero seguir leyendo =)

    besossss

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  4. Que pena que Lali sienta tanta culpa.. la quiero feliz!! :) ya quiero saber que pasa entre ella y pitt en esa tienda y en esa mision:))

    como me gusta esta novee! beso Camii

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  5. tengo una adaptacion en mi blog si quieres pasa
    http://mymemoriesold.blogspot.com/

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  6. me encantan todas las novelas que escribes son maravillosas y no puedes parar de leerlas

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  7. A toda costa sigue pensando en ka inocencia d Ignnacio.

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  8. Pobre Lali, le va a producir una úlcera tanto nervio!!
    Será que Ignacio está prendido en todo eso?
    Quiero más!
    Lore456

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  9. Pobre lali como va hacer para mantener la mentira? Más! Me encanta!

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  10. mas nove!
    mE ENCANTA

    @ligiaelenaCM

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  11. Quieeeeeero mas, besito :)

    Arii

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  12. Lali en pleno drama moral!! Quiero laliter pero ajjaa!Ojala que prontito pase algo ajajja queremos accion!beso!Giu

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  13. Maaaaaaaaaaaaaaaaaaaas!!! me da tanta intriga!! maaaaaaaaaaaaaaas!!!
    Besos♥

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  14. ayy me encanta este personaje de peter:D

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  15. que situacion complicada la de Lali :( @LuciaVega14

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