miércoles, 2 de abril de 2014

Capítulo 59


Hola chicas!!!! ¿Cómo estuvo su día? Espero que bien! Disculpen la hora, pero ya saben mi lema, tarde pero seguro, así que las dejo porque me caigo de sueño ajajaja gracias por leer!!!! Un beso y hasta mañana! Fuerza para la gente de chile!!!!!! Y ojo los países con alerta, a estar tranquilos pero atentos!

P.D.: Respondo pregunta de Ari y Anónimo jajajaja Le dice La porque cuando Lali se presentó con Santiago, se le chispoteó su apodo y Peter estaba ahí ;) espero haber aclarado tu duda con eso :)
Twitter: @Caparatodos
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—Te... te voy a extrañar, Peter —dijo Lali suavemente.
No había palabras para expresar lo que sentía.

—Sí —dijo, y se marchó.

Capítulo 59:

El archivo que había sustraído contenía tres nombres, todos con un código de tres dígitos. Dos de los testigos habían sido recolocados en Catamarca, y era posible que Mariana Espósito también. El profesional accedió a la base de datos de una empresa de estudios geológicos, de donde sacó mapas de Catamarca.

Había unas doscientas personas en el Programa de Protección de Testigos, lo cual generaba la posibilidad de que Mariana Espósito no se encuentre en dicha provincia. Deberían estar todo lo dispersas que se pudiera, de manera que las personas que huían no se encontraran una y otra vez. Pero tenía sentido que los archivos se guardaran de manera geográfica, de forma que un mismo oficial pudiera hacerse cargo de dos o tres casos en la misma zona. El profesional consultó el mapa. Mariana Espósito y los dos millones de dólares debían de estar en algún lugar de Catamarca.
El profesional tomó el auricular y reservó un pasaje de ida a San Fernando del Valle de Catamarca.


Sangre y sesos, una cabeza destrozada. Un cuerpo pequeño y pálido echo un ovillo sobre la grasienta vereda. El olor a cordita. El hombre grande de mirada feroz que alzaba la pistola. Giraba la cabeza despacio, mecánicamente, como un robot, hacia ella.

Vio por el rabillo del ojo que algo se removía: una figura alta y oscura, que le prometía seguridad y refugio. ¡Peter! Trató de levantarse, de moverse hacia él, pero estaba rodeada de sangre pegajosa. Sus pies escarbaban en vano para salir de allí.

Peter se la quedó mirando varios minutos, con sus ojos verdes e indescifrables, y luego se movió a cámara lenta, girando sus anchos hombros. ¡Se estaba yendo! Podía verle la espalda, las piernas que se lo llevaban de allí a grandes zancadas, moviéndose tan rápido que apenas tuvo tiempo de gritarle: «¡Peter! Vuelve, ¡ayúdame!».

Gritó hasta que le dolieron los pulmones, pero no salió ningún sonido. Peter siguió avanzando y, en el tiempo que tardó en estirar la mano hacia él, se había ido. Se quedó mirando el frío y vacío espacio donde había estado.

Oyó una risa baja y cruel desde su espalda y se giró, muerta de miedo. La sonrisa de Fadul se había alargado de manera poco natural y su boca entera se volvió de un rojo sangre al tiempo que ensalzaba la enorme pistola, negra. Rojo y negro. El mundo se había vuelto de los colores de la sangre y de la muerte.
Levantó la pistola y Lali se abrazó. «Muere, puta» le gruñó, y apretó el gatillo.


Lali dio un bote en la cama, sudorosa y temblando. Esta vez el sueño había sido diferente. No sabía decir por qué, pero había sentido algo raro, cierta urgencia, como si algo se estuviera cerrando alrededor de ella.

Un relámpago iluminó la habitación y un trueno atravesó el cielo. Sonaba como si estuviera justo encima del techo y Lali se dio cuenta de que lo que la había despertado había sido el sonido del trueno, y no una bala en su cerebro. Algo húmedo le tocó la mano y gritó; se llevó una mano al cuello mientras con la otra buscaba frenéticamente algo que utilizar como arma.

Frodo estaba sentado sobre sus patas traseras, mirándola con recelo con sus enormes ojos marrones. Gimió suavemente sin abrir el hocico y Lali recordó que lo habían maltratado. La agonía de la pesadilla debía de haberle hecho patalear en la cama y debía de haberlo asustado.

No era de extrañar, ella también se había asustado. Lali dio una palmadita en la cama y Frodo saltó inmediatamente junto a ella, acurrucándose en una cálida bola de pelo y haciendo que el colchón se inclinara con su peso. Al menos ya no olía.

Lali apoyó la cabeza con cuidado sobre la cabecera de la cama y trató de luchar contra la desesperación. Pero hasta la desesperación era mejor que lo que había detrás: el miedo.
Una persona, posiblemente varias, la buscaba para matarla y cada día que pasaba allí estaba (o estaban) más cerca de encontrar su escondite.

Lavalle tampoco era de demasiada ayuda a la hora de tranquilizarla. Las últimas veces que había llamado había parecido impaciente. Las llamadas la deprimían tanto que había empezado a llamar con menos frecuencia. Total, siempre tenían las mismas conversaciones:

—¿Alguna novedad?

—No.

—¿Sabe qué va a pasar?

—No.

—¿Cuánto tiempo tendré que seguir así?

—No lo sé.

Las variaciones eran mínimas y Lavalle se ponía pesado cuando trataba de prolongar la conversación. A Lali ni siquiera le caía bien Lavalle, pero era todo lo que había entre ella y el abismo. O Fadul, que para el caso era lo mismo.

Frodo le apoyó el hocico en la rodilla y ella le acarició la cabeza con mano temblorosa. Encontró el punto ese que tenía detrás de la oreja y que le hacía entrecerrar los ojos de placer, y se preguntó por qué sería tan fácil con los perros. Por mucho que le acariciaran detrás de la oreja, el miedo y la soledad no se irían a ninguna parte.

Lali tiró de la manta para taparse las rodillas. Como la mayoría de lo que había en la casa, era barata y estaba desgastada, y había perdido los colores tras los muchos lavados. No tenía nada que ver con el edredón de seda pura del color de las gemas que su madre le había encargado de París para su cumpleaños número veinticuatro.
 Había llegado después del funeral de sus padres.

Lali hundió la cabeza en las rodillas y se esforzó por que las lágrimas no brotaran. Las lágrimas no solucionarían nada y, de todas formas, tampoco debían de quedarle lágrimas ya. Aunque, al parecer, no debía de ser así cuando un par de gotas renegadas rodaron por sus mejillas. Lali se pasó una mano por las frías mejillas y se estremeció al oír la ráfaga de lluvia que daba contra las ventanas. ¿Se había ido la calefacción? Estaba demasiado cansada, y demasiado deprimida (y muerta de miedo) como para levantarse a revisar.

A lo mejor Peter... Lali se detuvo. No debería acostumbrarse a depender de Peter. Peter se había ido.
Esa era la otra parte de la pesadilla. Peter marchándose. Le daba la espalda y se iba. Tanto en la vida real como en su pesadilla.
Tampoco le extrañaba que se hubiera ido.

Era un hombre de negocios y tenía un negocio del que ocuparse. Tenía asuntos que atender y no podía responsabilizarse de una desolada señorita que había tenía la mala suerte de estar en el sitio equivocado, en el momento equivocado.

Peter y ella eran amantes, eso estaba claro. ¿Pero quién sabía qué pensaba o sentía Peter? Lo que significaba para él. Se lo había demostrado; habían estado disfrutándose como locos durante horas y luego se había vuelto a ir.
El ciclo se repetía.

Una amiga suya de Nueva York tenía un amante casado y solía llamarlo el Murciélago. A Peter parecía importarle, pero no se lo decía. Y ahora la había abandonado durante toda una semana.

Lali se mordió el labio. Le parecía casi imposible imaginarse una semana entera sin Peter en la cama. Cuando estaba cerca no tenía miedo. Pero ahora, todo ese miedo atrasado aparecía de repente. Quería llamarlo para que regresara, decirle que necesitaba que se quedara con ella.
Claro que eso era estúpido. ¿Qué era ella para él, aparte de un cuerpo?
¿Qué era ella para nadie?

Por primera vez en su vida, Lali contempló las opciones que tenía. Había viajado por todo el mundo con sus padres y había sido maravilloso, pero nunca se había detenido a mirar por encima del hombro, a ver qué estaba dejando atrás. Sólo se había fijado en lo que había adelante, en el futuro. Había sido tan excitante... cada vez que se mudaban a un nuevo país, a una nueva ciudad, toda la nueva gente que conocía.

Por primera vez en su vida, Lali deseó haber pertenecido a una comunidad. Tener a gente a la que pudiera pedir ayuda. Un grupo de personas que vivieran en un sitio, y que llevaran generaciones enteras haciéndolo, y no expatriados que vivían en lugares remotos.

Allí también había hechos nuevos amigos, claro está. Euge, Beatriz. Pero creían que la mujer a la que había conocido era Daniela Rinaldi, una profesora de primaria perfectamente normal.
Y no Mariana Espósito, testigo en fuga.

Continuará…

10 comentarios:

  1. pobre Lali yo me volveria loca...
    maaas.. me encanta
    besos @x_ferreyra07

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  2. Ya quiero que regrese peter jaja
    Pobre lali subí más me encanta

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  3. gracias por responder a mi duda
    la verdad estaba perdida jajaja
    pobre lali, me da lastima
    beso

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  4. Me habia asustado con lo de Peter!!
    Que regrese Peter!!
    Y pobre Lali debe ser dificil su situacion!!

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  5. Pobre lali! Esperemos que peter llegue pronto
    Mas novee

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  6. Aaah vale, ya entendí, apodo de Lali que con Daniela también sirve no? Perfecto jajaja. Gracias! @Happiness_TA

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  7. Es una situación demasiado dificil para poder soportar

    Lali se esta planteando su dependencia de Peter.... quizas el la ve asi, se plantee el decirle lo que siente

    espero mas noveee

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  8. Lina (@Lina_AR12)3 de abril de 2014, 7:04

    No quisiera estar en los zapatos de ella! ojala hablara con Peter es la unica persona q puede protegerla realmente!

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