Capítulo 82

Hola, hola!!!!! Dios, no saben lo feliz que estoy de que el fin de semana haya llegado, aunque más feliz seré a partir de mañana al medio día :P Ustedes qué tal?! ¿Cómo les va? Ojalá que todo bien y ya listas para disfrutar del fin de semana! Gracias por leer y estar tan metidas en la historia, por más cansada que esté, llegar a leerlas me alegra el día! Hasta mañana y buen finde!!!! Besos :D

Twitter: @Caparatodos

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Ahora, el golpe maestro tendría que ser cuando la gente estuviera distraída. Cuando todo el mundo estuviera celebrando y disfrutando de la buena comida y de la bebida. Un trabajo limpio. Nada complicado.

El profesional odiaba la violencia.

Capítulo 82:

—Peter, háblame —le susurró Lali en el cuello. Lo abrazó con más fuerza y apretó las piernas alrededor de sus caderas. Esas últimas horas las habían pasado haciendo el amor.

Aunque había cambiado algo en la forma de hacer el amor de Peter. Ya no era tan salvaje como antes; ahora insistía más en los preliminares, tanto que acababa rogándole que la penetrara.

Mientras Peter la hacía suya, nada podía herirla. Era como si el tiempo no pasara.

Giró la cabeza para besarle el cuello.

—Háblame —le repitió.

Peter abrió de repente los ojos. Se había quedado dormido.

—No estoy siendo muy justa, ¿no, Peter? —dijo Lali suavemente, acariciándole la cabeza.

Últimamente parecía tener las emociones a flor de piel, y pasaba de un extremo a otro sin previo aviso. Un miedo tan atroz a veces que la paralizaba; un placer que la volvía loca; ansiedad; alegría; tristeza.

Suspiró.

—A veces no puedo parar de pensar, ¿sabes? La cabeza me da más y más vueltas y simplemente no sé cómo...

—Te amo.

A Lali se le paralizó el corazón.

—No... —Su menté voló en busca de una respuesta mientras su cuerpo, por propia iniciativa, respondía a las manos de Peter que le agarraban de la cadera mientras la acariciaba y los mimos repercutían dentro de ella—... No encuentro una respuesta a eso.

—No pasa nada. —Parecía tranquilo—. Imagino que no puedes. Con todo lo que te está pasando tu cabeza debe estar hecha un completo enredo. A parte, no tengo derecho a decirte algo como eso, en estos momentos, pero quería que lo supieras por si... —Peter vaciló—... por si acaso —dijo al fin.

—Peter, yo... —Pero le puso un dedo en los labios.

—No; no quiero que me respondas. El mundo que te rodea es un lío, demasiado como para que sepas cuáles son tus sentimientos. Con los míos es suficiente.

Lali, emocionada, lo besó la barbilla.

—¿Cuándo te volviste tan sensible?

Peter levantó la cabeza y sonrió con tristeza. Suavemente, empezó a mover las caderas.

—Tal vez no sea el hombre más sensible del mundo, pero no estoy hecho de piedra.

—No, no lo estás. Sólo una parte de ti. —Le frotó los labios contra el cuello y se agarró a su hombro. Le encantaba sentirlo, sentir su fuerza y su seguridad.

Lo rodeó con las piernas, guiándolo con los talones mientras entraba y salía de ella. Sus movimientos fueron lentos y lánguidos al principio. Lali cerró los ojos, concentrándose en la espiral eléctrica de placer que sentía recorrerle el cuerpo. Peter fue incrementando gradualmente la velocidad hasta que la tuvo, temblando, al límite.

Un par de movimientos fuertes y cortos y no pudo aguantar más. Con un grito salvaje, las contracciones del orgasmo de Lali hicieron que él también alcanzara el máximo placer. Cada vez que dormía con él, tenía que cambiar las sábanas.

Pero no le importaba. Le encantaba todo lo relativo a la forma de hacer el amor de Peter, pero ese momento era especial. Cuando se quedaban quietos, callados, y aún unidos.

Peter. Su Peter. Por muy fuerte que fuera, no era un hombre de acero. No era Supermán. Lo había visto cansado, preocupado y ansioso. Tenía un par de arrugas nuevas en la cara, y parecían permanentes. Sabía que ella era la causa de la mayoría de sus problemas, pero jamás se lo había señalado ni mucho menos se lo había sacado en cara, de ninguna manera, como para que se lamentara haber entrado en su vida.

Trató de ver la hora en la oscuridad. No lo logró, pero debían de ser alrededor de las once. Los hombre de campo, como él, seguían un horario muy saludable. No se acostaba tan temprano desde que era pequeña.

Todo aquello era tan poco parecido a Buenos Aires. En casa, a las once la gente seguiría saliendo de los bares y teatros de la Avenida Corrientes. La vida nunca se detenía en Buenos Aires.

Ahí, en Fiambalá, no había más que tierra salvaje.

Era un lugar tan extraño para encontrar el amor.

Amor. Peter le había dicho que la amaba. Ella también lo quería. O, al menos, parecía amor. Aunque estaba segura de que el amor requería un futuro juntos y, ahora mismo, ella era incapaz de pensar en el futuro. Cada vez que intentaba tomar el control de su vida o planear algo, una cortina oscura lo tapaba todo.

De repente, necesitó que Peter supiera que le importaba. Levantó la cabeza para decírselo, pero le puso un dedo en los labios.

—Duerme ahora, chiquita —le susurró—. Mañana tienes una fiesta.

Continuará…