Capítulo 65

Hola!!!!! ¿Cómo les va? Espero que bien, yo hoy como un torpedo, son las 8pm todavía no almorcé y por lo que veo hasta en un par de horas todavía no lo haga! Quiero llorar jajajaajja Bueno, no importa, todo sea por un bien común :P o no, Inmuchi??? Gracias por leer!!! Besos y hasta mañana!!!!

P.D.: Sorry por la foto comodín!!!! 

Belu: Roba nomás, que para eso está jajajaja

Chari: Después de ese antojo Dani tuvo de donde aprender desde la panza jajajaja

Twitter: @Caparatodos

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—Sí, claro que sí. —Orlando estaba haciéndole ya una seña a un adolescente fuertote y dijo, sonriendo a Lali—: Peter no me lo perdonaría jamás si no ayudara a su chica.

«¿La chica de Peter?, —pensó Lali—, ¿Lo llevo escrito en la frente o qué?».

Capítulo 65:

—Ya sé que te dije que quería volver temprano, ¿pero te importaría que paráramos en la librería un segundo? —preguntó Euge mientras se dirigían al auto—. Quiero buscar un par de libros de decoración, para encontrar ideas, y me gustaría ver si han traído ya el nuevo libro de Megan Maxwell.

—Claro —respondió Lali. No tenía nada más que hacer, aparte de volver a teñirse el pelo esa tarde. Lo había estado retrasando. Odiaba llevar el pelo rubio—. Siempre me han encantado las librerías.

—Todavía no puedo creer lo extraordinaria que eres. —Euge le pasó la mano por el brazo mientras recorrían las calles de El Puesto—. Estoy completamente emocionada con lo que estamos haciendo. Y me encanta venir a El Puesto. Es una pena que El Puesto no tenga ningún... ¡Ay, Dios!

—¿Qué? —Euge había pegado tal grito que Lali se volteó de golpe, con el corazón a mil por hora y preguntándose de dónde vendría aquel nuevo peligro y de qué se trataría esta vez. Entrecerró los ojos para ver bien la calle, pero no vio más que veredas desiertas y llenas de geranios—. ¿Qué?

—Mira eso —susurró Euge. Tenía los ojos abiertos como platos y señalaba con la mano la vitrina de una tienda, donde había un moño morado y azul con un cinturón blanco y ancho. Estaba hecho de algún tipo de poliéster brillante y compartía vitrina con un conjunto de motociclista con lentejuelas—. ¿Me imaginas con eso? Yo sí. Dios, ¿no es increíble? ¿Cómo crees que me quedaría? —Había pegado la nariz al vidrio y estaba llenándolo todo de vaho.

«Como un Power Ranger», pensó Lali.

—Euge —dijo con cuidado—, ¿no crees que deberías guardar el dinero para redecorar el local?

—Ah. —Euge parpadeó, de vuelta a la realidad, y suspiró con fuerza. Se separó de la ventana y Lali casi pudo oír el «pop»—. Sí, tienes razón —dijo con pesar, siguiendo a Lali como una niña a la que se separa de una tienda de dulces. Euge giró la cabeza para mirar por última vez la vitrina que dejaban tras ellas.

—Dale Euge —la convenció Lali—. Vamos a ver las revistas de decoración. Espero que hayan traido la última Decor-Art. —Había agarrado firmemente a Euge del codo, sin dejar de hablarle para distraerla y, para cuando entraron a la librería, Euge parecía haber recuperado el control. Se fue derechita a la sección de decoración.

Lali se quedó quieta unos segundos, disfrutando del embriagador olor de los libros. Había estado en la librería hacía menos de una semana, pero estaba acostumbrada a entrar y salir de las librerías con la misma frecuencia con que otras personas entraban y salían de la cocina. Sabía que normalmente las librerías recibían libros dos veces a la semana, así que lo más seguro es que hubiera buena cantidad de libros nuevos desde el sábado pasado. Y, a decir verdad, el sábado pasado había estado tan distraída con la embriagadora presencia de Peter que no había hojeado todo lo que le habría gustado. Euge era una chica encantadora, pero definitivamente no le hacía perder la cabeza como Peter.

Tarareando, Lali se metió entre las estanterías.

Media hora después salió de su trance con los brazos llenos de libros y habiendo examinado a conciencia los libros que tenían. Para lo pequeñita que era, la librería estaba muy bien surtida. Si hubiera estado en Buenos Aires, habría sido una de sus preferidas. Puesto que el trayecto hasta El Puesto ya no la asustaba, Lali sabía que su estancia en Fiambalá, durara lo que durara, sería mucho más amena ahora.

Además, Fiambalá no era tan horrible como había pensado en sus momentos de debilidad. Euge estaba convirtiéndose en una buena amiga, y el proyecto de decoración la mantendría felizmente ocupada un tiempo. Y estaba Peter, cómo no, que la mantenía calentita por las noches y la llena de felicidad. Y que estaría de vuelta en casa el viernes.

Lali buscó a Euge con la mirada y la vio en la sección de revistas, hablando con una joven rubia. Euge vio a Lali y la saludó, sonriente. Lali se acercó.

—Dani. —Euge movió las revistas para dejar una mano libre—. Te presento a Tatiana Olavide. Ella también es nueva por la zona. Vive en Algarrobal. Tatiana, ésta es Daniela Rinaldi, nuestra nueva profesora de primaria de Fiambalá. Está a unos treinta kilómetros de aquí.

—Hola, Tatiana. —Lali le estrechó la mano—. Encantada de conocerte. —Tatiana Olavide parecía de la edad de Euge, tal vez uno o dos años mayor, y era también rubia.

—Hola, Daniela. —La joven rubia sonrió—. Es un placer conocer a otro forastero. Por lo que se ve, no somos muchos los que nos mudamos acá. ¿Así que tú también vives en Fiambalá? ¿Qué tal es?

Lali lo pensó unos segundos.

—Tranquilo.

—Ah. —Tatiana parecía abatida—. Eso no es demasiado bueno. ¿No hay juicios ni divorcios?

—Mmm... —Lali reprimió una sonrisa—. Últimamente no. ¿Buscas pleitos y divorcios?

—Por supuesto que sí. —Tatiana sonrió y le entregó una tarjeta—. Si necesitas asesoramiento legal, soy tu chica. —Lali vio que Euge tenía una tarjeta igual en la mano.

Con curiosidad, Lali la examinó. Estaba hecha con cartón barato y llevaba impreso: «TATIANA OLAVIDE. ABOGADA».

—No tiene la dirección —dijo Lali—. Sólo hay un número de teléfono.

—Es un servicio de secretaría que hay en Algarrobal. En cuanto tenga uno o dos clientes, conseguiré una oficina. Mientras tanto vivo en una habitación alquilada. Acabé los estudios de derecho este verano y no quería ponerme a trabajar en el estudio de abogados de mi padre. Tiene uno en Buenos Aires y siempre dio por hecho que... bueno, supongo que pensó que iba a querer trabajar automáticamente con él. Pero si empiezo directamente con él, jamás sabré si de verdad soy buena o no; así que decidí establecerme por mi cuenta. Aunque en mi curso se graduaron más abogados que nunca y no hay forma de quedarse allá. Así que me decidí por hacer un estudio geográfico para ver dónde había menos abogados... ¡y aquí estoy! Claro que... —añadió con pesar— empiezo a entender por qué hay tan pocos.

—Bueno, es... —Lali no sabía qué decir—... es... has hecho un estudio muy original.

—Eso fue lo que me dijo mi padre —dijo Tatiana con desánimo—. Sólo que usó la palabra «estúpido» en lugar de «original».

—Yo también estoy abriendo un negocio nuevo —dijo Euge—. Aunque no tengo tarjetas. —Vio la mirada de Lali y agregó—: Aún.

—¿Ah, sí? —Tatiana miró a Euge con simpatía—. ¿Qué tipo de negocio?

—Una cafetería-bar —dijo con orgullo—. Y dentro de poco la inauguraremos. A lo mejor para la próxima reunión de la Asociación de Mujeres de El Puesto.

—¿Hay una Asociación de Mujeres de El Puesto? —Tatiana se animó y sacó una agenda enorme de su cartera. Sacó un lapicero y escribió cuidadosamente en una de las páginas—. Asociación de Mujeres de El Puesto —dijo mientras iba escribiéndolo, y luego levantó la mirada—. Eso es genial. Me uniré de inmediato. ¿Quién sabe?, a lo mejor alguna quiere divorciarse. O tal vez hayan atropellado a alguien y quiera presentar cargos. ¿Sabes cuándo es la próxima reunión?

—En los próximos diez días, pero no sé bien cuándo —dijo Euge despreocupadamente.

—Bien, creo que podré ir. —Tatiana empezó a pasar páginas de la agenda con gesto de importancia. A Lali le hizo gracia ver que la mayoría de las hojas estaban en blanco—. ¿Con quién debería hablar?

— Carola Mendieta. Aparece en la guía telefónica de El Puesto.

Tatiana escribió diligentemente el nombre en la agenda y luego levantó la mirada hacia Eugenia.

—¿Y cómo se va a llamar tu nuevo restaurante?

—Mecha... no. —Euge se mordió el labio y miró a Lali con ojos suplicantes—. No quiero ponerle el mismo nombre. ¿Cómo podemos llamarlo?

—Bueno, no es difícil —dijo Lali—. Me parece obvio el nombre. —Tarareó las primeras estrofas de El restaurante de Euge y miró a Euge y Tatiana con curiosidad.

Se encontró con dos rostros inexpresivos.

Lali sabía que cantar no era lo suyo. Volvió a tararear las estrofas y suspiró cuando las sonrisas de las dos chicas empezaron a torcerse. La miraban como dos cachorritos confundidos. Eran más jóvenes que ella y estaba claro que no compartían su amor por las películas antiguas. No tenían ni idea de cuál era la canción. Lali se sintió una anciana.

—Buenoooooo —suspiró—. ¿Qué te parece... qué te parece... Sortie?

—¡Es genial! —Los ojos de Euge brillaban. Sólo le faltó ponerse a aplaudir como loca—. Ay, Lali, eres una genia. ¿Cómo se te ocurren esas cosas?

—Práctica —dijo Lali

Continuará…