domingo, 13 de abril de 2014

Capítulo 70


Buenas!!!! ¿Qué tal su día? Ojalá todo bien o al menos descansado para empezar la semana!!! Gracias por leer y estar ahí :D Besos y hasta mañana!!!!

P.D.: Ale, ahora sabes por qué fue un alivio que el capítulo de ayer no fuera el de hoy (en número digo) jajajjajajaja 

Twitter: @Caparatodos
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—Pero tú decides, jefe —dijo Ballón.

—Así es. —Lavalle suspiró, despidiéndose mentalmente de una tranquila semana—. Y voy a hacer caso a mis instintos. Vamos a sacarla de ahí.

Capítulo 70:

Estaba temblando. Peter casi podía sentir vibrar el aire del lado del copiloto. Rayos. Estaba comportándose como un animal. Hacía una semana que se había ido, no la había llamado siquiera y ahí estaba, llevándosela corriendo a la cama.

Tenía que tener mucho cuidado. Había una larga hilera de mujeres atractivas que habían dejado a los hombres Lanzani por mucho menos que eso. En sí ya era un verdadero milagro. Necesitaba aferrarse a ella. Poco importaba que se estuviera muriendo por estar con ella, ahora mismo debía portarse mucho mejor que eso.

Peter se inclinó en la camioneta y la besó, aferrándose con fuerza al volante para no caer en la tentación de tocarla. Fue un beso suave y dulce. Los labios de ella se curvaron bajo los suyos y le rodeó la barbilla con su manita.

—Entremos —le susurró contra la boca.

—Dale. —Suspiró. Sus labios apenas habían rozado los de ella, pero en el aliento de Lali podía oler el brownie de chocolate que Nadia les había dado.

Peter apretó la mandíbula al ayudarla a bajar de la camioneta y vio que se estremecía. No tenía más que un polo puesto, y hacía un frío espantoso. Había tirado de ella con tanta prisa que no le había dado tiempo de agarrar su abrigo, Se desabrochó rápidamente la casaca y le envolvió los hombros con ella.
Le regaló una sonrisa enorme, como si acabara de llenarla de rubíes.

—Gracias.
Dios. Le estaba dando las gracias, en lugar de quejarse por lo apresurado que era. Se aclaró la garganta y le pasó un brazo por los hombros.

—No tienes que darlas. Vamos dentro, hace un frío horrible aquí fuera.

Empezaba a llover. En Fiambalá, todo el mundo estaba en la cafetería. La calle de Lali era oscura y silenciosa. Era como si estuvieran solos en el pueblo, en el país, en el mundo.
Una vez dentro, Lali encendió la luz y lo miró.

—¿Te gusta? —preguntó, sacudiéndose la casaca.
Peter estaba confundido. ¿Que si le gustaba qué? ¿Ella? ¿Qué rayos quería decir? Claro que si... luego miró hacia donde miraba ella y abrió mucho los ojos.

La casita destartalada y triste se había transformado por completo. Había pintado las paredes de color crema, había hecho unas preciosas cortinas color crema y rosa y había usado esa misma tela para hacer un mantel. El sillón de espantosos colores chillones estaba ahora cubierto por una tela en tonos amarillo claro que había amarrado de manera artística a los lados. Peter reconoció algunas de las cosas que había comprado con él, aunque jamás se habría imaginado que pudieran cambiar tan drásticamente una habitación.

—Está fenomenal. —La abrazó con más fuerza—. Eres una auténtica maga.

—No, sólo me gusta sacar lo mejor de cada cosa.

Desde donde estaba, Peter veía sus largas pestañas, las delicadas mejillas y la piel cremosa. Le cortaba la respiración. No era una maga, sino una bruja, y lo tenía completamente embrujado.

De repente, toda esa semana que había pasado solo, sin Lali, le pareció el peor calvario al que hubiera estado sometido nunca. No habría podido soportarlo ni un minuto más.

—Tenemos que ir a la cama —dijo con voz pastosa—. Ahora.

—¿Ahora? —preguntó sonriendo.
Peter asintió.

—Supongo que va a ser una de esas veces —dijo suavemente.
Una de esas veces en que la desnudaba y la hacía suya.

—Sí.

Sonrió y se estiró hacia él, que se agachó para besarla. Era tan suave y cálida como recordaba. Se giró por completo hacia él, rodeándole el cuello con los brazos. No quería cambiar nada de su posición, así que simplemente la envolvió con los brazos, la levantó y la llevó a la habitación. La dejó junto a la cama y, sin dejar de besarla, le quitó el abrigo. No quería dejar de besarla, pero debería hacerlo si quería desnudarla.

Movió las manos con rapidez mientras se agachaba. Polo, pantalón, medias, ropa interior, zapatos, ah... ahí estaba. Desnuda. Un ángel pálido y brillante. Peter dio un paso atrás, observándole la cara con cuidado, giró la mano y se la llevó a la entrepierna. Aún no estaba completamente lista. La acarició y, como un milagro, su cuerpo reaccionó rápidamente a su tacto. Pero, aun así, no era suficiente.

Volvió a inclinarse sobre ella, besándola profundamente mientras seguía guiándola al lugar donde la necesitaba para poder disfrutar junto. Lali estaba clavándole los dedos en los hombros y respiraba entrecortadamente mientras Peter probaba su suavidad.

—Peter —susurró, y luego—: ¡Ah! —Cuando le dibujó círculos con el dedo sobre el clítoris. Se sacudió, y él con ella.
Nunca había conocido a una mujer que pasara de cero a mil kilómetros por hora en tan poco tiempo.

Apretó los dientes porque, aunque estaba cada vez más suave y húmeda, seguía sin ser suficiente. En cuanto poseyera su cuerpo, iba a hacerlo con fuerza y, para eso, necesitaba que estuviera preparada.

—A la cama —le susurró contra la boca.

—Dale. —Sus labios se curvaron en una sonrisa. Sabía que había reconocido ese tono; el que le indicaba que estaba a nada de perder el control.

Peter la ayudó a ponerse sobre la cama con la mano que tenía libre, y luego se colocó él junto a su cadera. Seguía acariciándola con suavidad. Levantó la palma de la mano y ella, obedientemente, abrió las piernas. Tenía unas piernas maravillosas. Le acarició el interior de los muslos, suaves como el terciopelo.

Peter la observó unos segundos. La habitación estaba a oscuras, pero la piel de Lali brillaba suavemente a la luz del farol exterior. Pese a que se moría por estar dentro de ella, se tomó unos minutos para saborear cada detalle de su cuerpo. Las delicadas clavículas, los pequeños y tensos pechos, el suave y liso vientre… Todo en ella era elegante y perfecto.

Movía las piernas sin descanso sobre la manta, mientras Peter acariciaba su cuerpo con los dedos. Su miembro nunca había sido tan amable con ella, siempre le había dado empellones fuertes y rápidos. A lo mejor así sería siempre. A lo mejor la única forma que tenía de hacerle el amor despacio era con la mano.
El silencio era absoluto, salvo por su respiración y el sonido húmedo que hacía su dedo al entrar y salir de ella.

—¿Te gusta esto? —le preguntó en voz baja, mirándola por fin directamente a los ojos. Lo había estado observando mientras la miraba.
Lali le acarició el brazo.

—Me gusta todo lo que me haces, Peter —dijo sencillamente.

Cerró los ojos, como si le doliera. Su miembro se endureció aún más si era posible, dando contra la tela de los pantalones como si diera contra una puerta.
Empezó a desabrocharse la camisa, pero se detuvo asombrado.
Le temblaba la mano.

A él nunca le temblaban las manos. Era un excelente francotirador y, tal y como le había dicho a Lali, mejor aún con el cuchillo. Y no puedes decir que lo seas si eres del tipo de hombres al que le tiemblan las manos con la presión.

Sólo recordaba otra vez que le hubiera temblado la mano, y había sido la primera vez que vio a Lali. Daniela Rinaldi estaba deshaciéndolo poco a poco. Y luego lo volvía a reconstruir en un hombre mucho mejor.

Terminó de desabrocharse los botones de la camisa con una mano. Para conseguir quitársela por completo, su mano derecha debía abandonar la calidez y la suavidad del cuerpo de Lali y, por un momento, estuvo tentado de dejarse la camisa puesta.

Pero le encantaba sentir el contacto piel con piel. Cuando hacían el amor se frotaba contra él como un gatito y saboreaba cada milímetro del roce de su piel. Así que, muy a su pesar, Peter alejó sus manos de Lali para quitarse la camisa. Se sacó los zapatos junto con las medias.

Se acostó junto a ella y le pasó la mano por la espalda. Se inclinó y le dio un beso en la mandíbula, en el cuello y luego le mordisqueó la oreja. Lali se estremeció y se aferró a él.

—Te extrañé —le dijo al oído.

—Ay, Peter, yo también te extrañé. —Le pasó una mano por el pelo y ladeó la cabeza para besarle el cuello—. Muchísimo. No sabes cuánto.
Claro que lo sabía.

—He pensado en ti todas las noches. —Le lamió el cuello y le hizo un recorrido de besos hasta el pecho. Lali subió una pierna y la enrolló sobre el muslo de Peter, abriéndose para él.

—¿No piensas quitarte los pantalones?

—Todavía no —gruñó—. En cuanto lo haga, no podré aguantar más.
Podía sentir su sonrisa contra el cuello.

—Son una especie de cinturón de castidad, ¿no?

Continuará…

16 comentarios:

  1. No tienen remedio jajajajaja

    espero mas noveee

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  2. JAjajaja tiene un deseo animal con ella! jajajaja Da gracia!
    Quiero más!
    Lore

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  3. heee le dijo que la extraño, esp es un avance jajajaj
    maaas
    @x_ferreyra07

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  4. Le dijo que la extrañaba ! El mas lindo

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  5. Peter con cinto de cast8idad,me rio fuerte,jaja el esfuerzo q esta haciendo y ella q quiere q apure,jaja

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  6. Jjajajajaja son unos salvajes sin causa y yooo quieroooo mas novela por favor

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  7. Jajajja,al menos esa vez esta aguantando un poco mas.
    En cuanto se quite los pantalones está perdido.
    K derroche d berborrea Peter!!!!!,jajajjajajaja.

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  8. ajjajajajajaj con todo! Mas novee

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  9. bueno por lo menos le dijo que la extraño
    algo es algo
    buen comienzo de semana
    besos

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  10. Ahhh yo tambien los extrañe

    @laliteronfire

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  11. Si hija ahora lo entendí, has estado hay al limite con no poner esto en el capítulo 69 jaja. Me gusto mucho el capítulo ay de una y al menos la dijo algo lindo jaja

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  12. Dijo que la extraño que dulce!!
    Segui!!! jaja no pueden mas con las hormonas!!!
    Pobres!!
    @gbv_17

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