Capítulo 67

Hola, hola! ¿Qué tal? ¿Cómo estuvo su día? Espero que todo bien!!! Gracias por leer y por esos comentarios TAN geniales!!! Jjajajaja y sí que lo extrañaban que explotó todo por acá!!!! Gracias, gracias :D nos leemos mañana!!! Besos  

Inmilla!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Después del cagadón, capítulo recontra dedicado a ti!!! :D te quiero!!! Y si no era MM, quién?! #Cuchu jajaja

Twitter: @Caparatodos

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Peter se quedó un momento allí, de pie, tratando de controlar todas las emociones, desconocidas para él, que lo inundaban. Eran claras, fuertes y completamente nuevas. Todo él era completamente nuevo.

Lali lo había cambiado.

Capítulo 67:

Cuando Lali se cansaba de pintar, le bastaba con pensar en Peter para retomar fuerzas, imaginándose que lo pintando a él.

Estaba sorprendida de lo mucho que había extrañado a Peter.

Las noches eran la peor parte. Para su sorpresa, extrañaba el sexo. Lali nunca se había visto como una mujer especialmente sensual, pero unas cuantas noches con Peter le habían demostrado que no tenía ni idea de la rapidez con que se podía acostumbrar uno al buen sexo.

Ni siquiera al buen sexo, la verdad. Peter no era demasiado dado a los preliminares y prefería ir directo al grano. Tampoco importaba. A su cuerpo no le podía importar menos. Desde el mismo instante en que empezaba a moverse dentro de ella, Lali empezaba a experimentar el orgasmo. Era como si le tocara algún punto erótico y pudiera tener un orgasmo detrás de otro. Fadul, el peligro que la amenazaba, Fiambalá... todos sus problemas desaparecían de su mente con los orgasmos.

Cuando estaba con Peter no podía pensar en nada que no fuera el placer salvaje y asombroso que le proporcionaba. Aquellas últimas noches sin él habían sido espantosas. Se había pasado las tardes merodeando sola por su casita, incapaz de ponerse a hacer nada y esperando con horror a que llegara la hora de irse a la cama. La hora de dormir era lo peor. Había tenido pesadillas todas y cada una de las noches. Se despertaba alrededor de las tres de la madrugada con el corazón desbocado, desorientada, con la boca seca y aterrorizada.

Las noches era cuando más extrañaba a Peter, tanto que el sentimiento casi la asustaba más que las pesadillas: daba miedo desear a alguien así.

«Volveré el viernes», le había dicho. «¡Ja!», pensó metiendo de golpe el rodillo en la pintura y deteniéndose al ver que estaba salpicándolo todo.

Estaba esperando a que Peter llegara, ansiosa, desde el viernes por la tarde, cuando Eugenia, Nadia y ella habían empezado a planearlo todo. Cada vez que la puerta del local se abría, levantaba la mirada esperando verlo, pero se llevaba siempre una decepción, Pablo, Santiago, Leonardo, Gustavo, Stefano e incluso Frodo habían atravesado la entrada. Cada vez que se acercaba un hombre, el corazón le daba un vuelco. Pero enseguida se le caía el alma a los pies.

Durante todo el día del sábado, mientras trabajaban en el local, había estado en un estado de constante expectación, excusándolo mentalmente.

Se había girado un millón de veces hacia Pablo, deseando hacerle la pregunta que tenía en la punta de la lengua: ¿dónde está Peter? Pero le daba vergüenza y, de todas maneras, no quería escuchar la respuesta. ¿Qué pasaba si le decía: «Peter está ya en casa, pero está demasiado ocupado para venir.»?

De todas formas, ¿qué tenía Peter que lo hiciera tan especial? ¿Por qué le importaba tanto? Era guapo, sí, pero tampoco tanto para tenerla como embrujada. Era...

—¿Peter? —susurró. Estaba pintando la última parte del zócalo, la de la esquina y de pronto ahí estaba, al pie de la escalera... como si el pensar en él lo hubiera hecho aparecer de repente de la nada.

Parecía serio, como siempre. Se lo quedó mirando detenidamente unos segundos, maravillándose con sus rasgos.

La pintura estaba goteando, destrozando con ello el trabajo de toda la tarde. Se aventuró a coger las gotitas azul claro que caían y perdió el equilibrio. La escalera se tambaleó y sintió que se caía.

—¡Peter! —gritó.

—Aquí estoy. —Su voz era baja, profunda y tranquila; estiró el brazo y la agarró de la cintura, con suavidad pero con firmeza. Lali soltó el rodillo y dejó que cayera al suelo, aferrándose instintivamente al cuerpo de Peter. Con la misma facilidad con que bajaría una lata de café de la estantería, la levantó de la escalera y dejó que resbalara lentamente a lo largo del cuerpo.

Lali podía sentir su fuerza penetrar en todo su cuerpo. Era como si el mundo, el universo, se hubiera detenido de repente y Peter y ella fueran los únicos seres vivos sobre la faz de la tierra. Su rostro ocupaba todo el campo de visión de Lali, quien lo soltó muy a su pesar cuando tocó el suelo con el pie. Se agarró a su brazo en busca de equilibrio.

De pronto, todo pareció cobrar sentido, como si la piececita de su corazón que faltaba hubiera aparecido de repente. Era inescrutable, impasible y silencioso, y ella llevaba ocho días esperando impacientemente a que llegara. Con un sobresalto casi de dolor, se dio cuenta de que se estaba enamorando de Peter.

—Volviste —dijo tontamente y casi sin respiración.

—Sí.

Trató de averiguar qué pensaba, pero fue incapaz. Lo único que veía era que estaba profundamente emocionado, pero no alcanzaba a descifrar por qué. Le brillaban los ojos.

—¿Cuándo llegaste?

—Hace menos de una hora.

—Creí... creí que habías dicho que volvías el viernes. —Lali sabía que debería soltarle el brazo y retroceder un poco, pero no lograba hacerlo.

—Tenía una reunión. Cancelaron el vuelo. Me ha costado mucho volver.

—Bueno, me... me alegro de que estés de vuelta.

La mandíbula se le tensó.

—Y yo de estar aquí.

—Estamos redecorando esto, ¿lo sabías?

—Eso me habían dicho. Pablo me mandó un mail.

Lali esbozó una sonrisa. Casi se le había olvidado la concisa forma en que Peter hablaba.

—Me parece que te dejaste los pronombres en Texas —dijo.

—Tal vez. —Uno de los laterales de la boca de Peter se torció en una sonrisa.

«Es curioso, —pensó Lali—, nunca me había fijado en los hoyuelos que se le hacen al sonreír». Apretó las manos y se la quedó mirando unos minutos, paseando la mirada por sus rasgos hasta quedarse fijo en su boca. Luego inclinó la cabeza poco a poco.

Lali podía sentir el calor corporal de Peter sobre su cuerpo, podía sentir los brazos de él bajo sus manos, sus fuertes muslos a la altura de los de ella. Lali empezó a cerrar los ojos y se puso en puntitas de pie.

—¡Guau! —Frodo se abalanzó sobre Peter, haciendo que Lali perdiera el equilibrio; de no ser por los rápidos reflejos de Peter, habría caído al suelo. Frodo movía el rabo feliz, ladrando y tratando de lamerlos a los dos.

Media docena de personas los miraban con interés. Al ver la mirada de Peter, Santiago carraspeó y se giró, y el resto de los espectadores con él.

—A lo mejor deberías marcarla, Peter —le dijo Pablo con una sonrisa—. Así nadie se confundiría. —Levantó las manos ante el gruñido de Peter—. Buenooo… es sólo una idea. Sólo una idea.

—Vamos, linda —le dijo Nadia a la sorprendida Lali—. Lo que necesitas es una buena taza de café y mi brownie especial de chocolate doble. —Llevó a Lali a la cocina, que la siguió con piernas de gelatina y sabiendo que necesitaba azúcar para que la sangre volviera a llegarle a la cabeza.

Continuará…