Capítulo 58

Hola!!! ¿Qué tal? Ojalá que todo bien y empezando el nuevo mes con el pie derecho siempre primero, al menos para intentar de que algo bueno traiga ;) jajajajaj me tenté leyendo sus comentarios! Y qué le vamos a hacer, así es nuestro Peter :P Gracias gracias por ser tan geniales!!!! Nos leemos mañana, besos!

Twitter: @Caparatodos

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—Cama —gruñó, cargándola y dejándola suavemente sobre la cama. Se puso sobre ella y cerró los ojos momentáneamente ante el placer de volver a tenerla debajo. Y sabiendo que estaba a punto de experimentar mucho más placer.

Capítulo 58:

Dios, su olor le bastaba para llegar al clímax. Peter apretó la cara contra el cuello de Lali e inhaló con fuerza, esperando no estar comportándose como Frodo cuando conocía a un nuevo ser humano.

La piel del cuello de Lali era increíblemente suave y delicada, y olía ligeramente a rosas y a ella. Tenía un olfato muy agudo. Estaba tan compenetrado con su olor que podría encontrarla en la oscuridad guiándose sólo por el olfato. Peter sintió cómo le latía el pulso aceleradamente bajo sus labios y le lamió ahí, donde la sangre palpitaba justo debajo de su piel. Lali se estremeció y se arqueó contra él, tensando las manos sobre la espalda de Peter.

Era tan receptiva... su cálido cuerpecito aromático se retorcía contra él. Peter le mordió suavemente el lóbulo de la oreja y le lamió el borde. Arqueó el cuello hacia atrás y alzó las caderas.

Se puso completamente sobre ella, recorriéndole el cuerpo con las manos. Gruñó al sentir que esta lista para él. Algún día tenía que recorrerle el cuerpo con los labios. Aunque ahora no. Ahora necesitaba estar dentro de ella, tanto como respirar.

Peter se introdujo en ella, sintiendo cómo Lali se abría para él. Todo su cuerpo le decía lo mucho que lo deseaba; sus manos firmemente apretadas contra las de él, sus piernas le abrazaban las caderas y su intimidad le daba la bienvenida.

Sus cuerpos se estremecieron mientras llegaban al clímax.

Lali giró la cabeza un poco y le besó la oreja. Con eso, toda idea de tomárselo con calma se esfumó de su mente.

Como cada vez que estaba dentro de ella, perdió la noción del tiempo y de sí mismo. Se detuvo un momento, jadeando, y giró la cabeza para secarse con la sábana el sudor de la frente. Podría haber usado la mano, pero eso implicaría tener que soltar a Lali.

Los ojos de Peter se posaron sobre el reloj de Lali. Era imposible descifrar la hora que señalaban las manecillas fluorescentes. Las dos y cuarto, leyó por fin. ¿Cómo era posible? Asombrado, Peter comprobó su reloj: las dos y cuarto.

«¡Caramba!»

Tenía que salir de Doble C a las 3 a.m. a más tardar, y todavía tenía que hacer la maleta y recoger sus documentos. De hecho, siempre se iba la noche anterior, para poder llegar sin problemas al vuelo de las 6 a.m., pero esta vez había decidido salir a primera hora de la mañana, en lugar de aquella noche, para poder hacer un hueco en su apretada agenda y aprovechar un poquito más de tiempo junto a Lali.

Peter tenía que irse volando. No podía perder ese vuelo, porque de lo contrario no habría forma de que llegara a Texas a la noche; y le iban a entregar el premio al «Mejor Criador del Año». Simplemente, tenía que estar allí.

Peter soltó a Lali y se retiró de ella. Se aferraba firmemente a él con las manos y las piernas. Su cuerpo entero no quería dejarlo ir.

Peter se habría puesto a llorar, de haber sabido, ante el frio que le recorrió el cuerpo al salir de ella. Por primera vez en horas, había algo de distancia entre su pecho y el de Lali. Se había acostumbrado tanto a sentirla contra él que ahora le parecía raro, poco natural, sentir el frío aire de la noche contra su pecho, en lugar de la piel suave y fragante de Lali. Seguía agarrada a sus hombros.

—¿Peter?

Con pesar, Peter alargó la mano para soltarse delicadamente los hombros. Las manos de Lali cayeron y perdió su calor.

Peter se inclinó y le besó la mejilla y la boca.

—Tengo que irme, chiquita. Lo siento. Tengo que llegar a...

—Mañana es domingo —le interrumpió enseguida con voz perdida y débil—. ¿No puedes quedarte? ¿Al menos esta noche?

Quedarse.

Esa palabra mágica había sido el detonante de todo aquello. Por un segundo Peter se vio seriamente tentando de hacer eso: quedarse. A la mierda la reunión anual. A la mierda el premio. Al fin y al cabo, no era más que una placa. Un trozo de madera y metal que no valía nada. No había nada en Texas que pudiera competir, ni remotamente, con quedarse entre los brazos de Lali, dentro de su calor y suavidad.

¿Y por qué no vendía todo y se mudaba con Lali? Se pasaría los días arreglándole la casa y las noches amándola sin descanso. Si vendiera el rancho podría vivir cómodamente el resto de sus días con lo que recibiera. De hecho, sus inversiones ya le habían reportado unos buenos beneficios que estaba reinvirtiendo. Así que Peter no tenía por qué trabajar. Podría retirarse mañana mismo si así lo quería. ¿Por qué no?

Porque tenía responsabilidades, por eso no podía hacerlo. Cuarenta hombres y sus familias dependían de Doble C. El negocio era lo que mantenía Fiambalá vivo y era de vital importancia para un montón de negocios de la zona.

Le encantaba ser parte de las fuerzas armadas, pero cuando su padre murió, supo que tenía que volver. En el país había un montón de jóvenes valientes. Pero sólo había un Lanzani que tomara el relevo de la yeguada Lanzani y la mantuviera con vida.

Durante unos instantes, el deseo y el deber lucharon con fuerza en su interior. Pero Peter estaba hecho para cumplir con su deber.

—No puedo quedarme, La. —¿Podía oír la pena en su voz? ¿Por qué no le había dicho antes que tenía que irse? Porque su mente entera había estado repleta de deseo, por eso mismo—. Tengo que irme. De viaje, de hecho. A Texas. Regreso el viernes.

Se incorporó inmediatamente, haciendo crujir las sábanas.

—¿Te vas de la ciudad? —Lo miró con los ojos abiertos de par en par. Aún en la oscuridad de la habitación, podía ver que estaba enojada—. ¿De verdad... tienes que hacerlo?

Se encogió de hombros. Demonios, iba justo de tiempo. Tenía que irse ya mismo.

—Sí, tengo que hacerlo. Asuntos de negocios.

Lali asintió despacio, con los ojos muy abiertos. Pudo oír cómo tragaba con fuerza.

—Sí... ehh... negocios. Claro.

¡MaldiciónMaldiciónMaldición! Peter odiaba dejarla así. Se inclinó y le dio un suave beso. Tenía que darle la otra mala noticia:

—Chiquita... no voy a poder llamarte. Va a ser una semana muy... intensa.

Parecía cada vez más perdida.

—Intensa —dijo débilmente—. Ok.

Peter se Levantó. Cómo odiaba eso. Debería poder quedarse con ella, hacerle el amor un poco más y luego quedarse el resto de la noche, abrazándola con fuerza. Debería poder pasar el domingo con ella, en la cama, y tal vez salir a pasear por la tarde.

Pero esa semana era decisiva para Doble C. Iba a devolverla a la vida después de años de negligencia. La raza era cada año mejor. Todo dependía de los potros que eligiera en ese viaje anual, y en los contactos que hiciera allí.

El deber lo llamaba.

Y Peter tenía que responder.

Dos y treinta y cinco.

—Tengo que irme. —Retrocedió sin ganas.

—Te... te voy a extrañar, Peter —dijo Lali suavemente.

No había palabras para expresar lo que sentía.

—Sí —dijo, y se marchó.

Continuará…