viernes, 18 de abril de 2014

Capítulo 75


Hola, hola, camarones con cola!!!! ¿Cómo les va? ¿Qué tal las trató el día? Por acá soleadito, pero con mucha modorra de mi parte jaajaja No saben lo feliz que me pone saber que la nove les gusta tanto y disfrutan leyéndola! Gracias de corazón por ser tan incondicionales!!!!!! Son lo mejor! :D Gracias, gracias y más gracias!!!! Sigan disfrutando del finde y sean felices siempre a pesar de las tormentas que la vida pueda traerles! Nos leemos mañana! Besos :D

Twitter: @Caparatodos
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—Ya está. Te quedas aquí, conmigo —dijo Peter al final—. La única forma que te atrapen será por encima de mi cadáver.
Lali respiró con fuerza.

—En ese caso, Peter —le dijo con voz suave—, a lo mejor convendría que te pusieras algo de ropa.

Capítulo 75:

En Stanford, el profesor Stanislaus había perfeccionado un modelo de computadora al que había llamado Topografía Aquitectónica Matrix, o TAM. La idea en sí de TAM era que la mejor forma de navegar por la base de datos de una computadora era hacerlo tridimensionalmente. Stanislaus sostenía que una computadora era como una casa y que, como tal, tenía una puerta y una llave para esa puerta. Luego, el profesor había seguido explicando que la tridimensionalidad era como una llave para esa puerta. El profesional se había quedado fascinando por la lógica simbólica de TAM.

En aquella clase no había ni un solo estudiante que no se hubiera dedicado a piratear alguna vez; ni uno solo que no se hubiera dado cuenta de inmediato de los verdaderos usos de TAM: una llave, literalmente hablando, para entrar en habitaciones cerradas.

En las pocas incursiones que había hecho el profesional en el ciberespacio, había encontrado rastros de alguien que, evidentemente, había utilizado TAM para pasar las barreras. El profesional supo, por el tamaño de la llave, que se trataba de uno de los estudiantes de Stanislaus. Normalmente, el profesional cerraba la puerta con cuidado y salía de allí en puntitas de pie.
El profesional iba a utilizar TAM para irrumpir en los archivos del estado y acceder a la información de Mariana Espósito.

Los códigos de las computadoras de las instituciones gubernamentales tenían ahora tres niveles de profundidad y un código de codificación de 240-bit. Ahora, sus computadoras tenían puertas blindadas y ventanas a prueba de balas, y no se abrirían por mucho que se rascara las puertas o se usara una ganzúa. Pero una puerta era siempre una puerta; es decir: una forma de entrar.

El profesional atacó a una red de sistema que pertenecía a una compañía que por las noches dejaba completamente inactiva esa magnífica máquina, con potencial más que de sobra para hacer cálculos inmensos. «La madre de todas los discos madre», pensó el profesional con cinismo.
Mariana Espósito, empieza a rezar.

El profesional se puso a buscar la llave. Se trataba de una cadena interminable de números que sobrepasaban incluso sus cualidades informáticas.

Mientras que su computadora conversaba con una en Buenos Aires, el profesional comió galletitas de agua y una Coca-Cola. Por esos lares no había caviar ni champagne. Menos mal que ese trabajo terminaría pronto.

El profesional chequeó la hora. Sólo podía utilizar la computadora de la compañía en periodos cortos de menos de media hora, si no, el área de informática de la empresa que había pirateado el profesional se daría cuenta. Habían pasado veinte minutos.
Era hora de salir.

El profesional suspiró y empezó a hacer el largo y delicado camino de vuelta. Le tomaría dos noches más entrar a los archivos de la policía; tres a lo sumo. El problema era qué iba a hacer con la llave que había descifrado parcialmente. Era demasiado larga y compleja como para almacenarla en el disco duro de la computadora. ¿Dónde podía meterla?
El profesional sonrió de repente.
¿Dónde se ponían las llaves? La respuesta era obvia: bajo el felpudo.


—Peter, no —susurró Lali, impresionada. Y luego más alto—: ¡No! —Temblaba de nervios, se levantó de un salto y paseó por la habitación.
Peter la miraba con su inexpresivo rostro de siempre, pero Santiago parecía preocupado y se removía incómodo sobre el sillón.

A penas colgó con Lavalle, Peter había llamado a Santiago, quien había llegado a casa en menos de diez minutos, jadeando y resoplando; tiempo de sobra para que Lali se pusiera un jean y un polo. Santiago llegó justo cuando Peter salía de la habitación con la camisa a medio abrochar.

Pese a la gravedad del asunto, a Lali se le habían subido los colores a la cara de pensar que Santiago iba a llegar a la conclusión obvia. Pero, por la expresión del policía, Lali y Peter podrían haber estado tomando un té con galletitas.

Santiago había escuchado pacientemente el relato de Lali sobre el asesinato aquel día de marzo y de lo que había sucedido desde entonces. Después, ellos dos habían escuchado atentamente a Peter mientras establecía un plan para mantener a Lali a salvo. Ésta se estremeció al oírlo trazar un plan que las autoridades habrían tachado de castigo cruel y poco común.

El plan de Peter consistía, básicamente, en mantenerla encerrada en una habitación, con un guardia armado en la puerta, hasta que testificara ante la justicia. Lali sintió que se ahogaba.

—Eso no es un plan... ¡es una condena! —Lali se rodeó con los brazos, temblando de frío y tensión—. Peter, vas a tener que encontrar un plan mejor. No puedes tenerme encerrada bajo llave como si fuera una prisionera. Me volvería loca.
Peter la miró tranquilamente.

—No serías una prisionera. Pero estarías a salvo... todo lo a salvo que puedo mantenerte.

—Eso no es estar a salvo, Peter. Es estar muerta. —Lali se estremeció y pensó en aquel último mes y medio, con sus cafés del jueves y del sábado con Euge, planeando la resucitación del local, involucrándose en las vidas de la gente de Fiambalá... todas esas cosas la habían mantenido cuerda. Se conocía muy bien. Sabía lo aterrorizada que estaría si la encerraran en una habitación; se sentiría como una polilla frenética que se golpea hasta morir contra la ventana—. No puedes hacerme esto, Peter. —Cerró las manos—. No puedes. Creo —dijo suspirando—... creo que preferiría morir.
Peter la miró fijamente, juzgando si lo decía en serio.

—¿Qué estás sugiriendo?

Continuará…

15 comentarios:

  1. Me muero de amor, se ve que la va a proteger mucho

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  2. MAAAAAAAAAAAAAAAAAS!

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  3. maaaassssssssssss
    la amooo
    @_ferreyra07

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  4. XD mas ,peter yo se que la quieres cuidar pero tampoco tenerla encerrada como uin animal

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  5. Encerrada en una habitación? Esta bien q sea protector pero creo q se paso un poco con eso, cualquiera se volveria loca asi

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  6. Si el q la cuidara fuera él no estaria nada mal la idea,JAJA>

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  7. amo como peter se preocupa por lali
    pero tenerla encerrada?? ahi esta exagerando mucho
    me intriga saber quien es la abogada que llego a fiambala
    beso

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  8. Será k prefiere fingir su muerte.
    Desesperadita k esta Lali

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  9. Protegerla no significa encerrarla. Ya estar ahí para ella era complicado y ahora que había hecho amigos y se relacionaba con todos los vecinos de Fimbalá Peter no puede creer que Lali va a permitir que no la deje salir de su casa.

    Si quiere protegerla, que se la lleve a su casa jajajajaj

    PD: no sé cuando podré comentar de nuevo porque sigo sin Internet, pero ya sabes que me encanta!!! =) besosss

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