Capítulo 64

Hola, hola chicuelas!!!!! ¿Cómo les va? Espero que hayan empezado la semana bien y si no fue así, ojalá y hayan encontrado la forma de darle la vuelta al día y encontrar algo positivo o que las haya hecho sonreír! Gracias por estar, las quiero!!!! Besos y hasta mañana!

Chari: Helechos como antojos?! Qué exquisito Dani jajajaj

“La vida es una máquina de crear sorpresas, así que dejémonos sorprender que, ya sea para bien o para mal, de todo se aprende y con eso uno se hace más fuerte.”

Twitter: @Caparatodos

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—Robarlos —dijo Euge con admiración—. Nunca se me habría ocurrido. Tienes una imaginación desbordante, en serio. ¿Cómo lo haces?

—Con astucia —dijo Lali con un suspiro.

Capítulo 64:

Pese a ser la mejor habitación del hotel, no era gran cosa. A lo largo de los años, el profesional se había acostumbrado a vivir con todas las comodidades. En una ocasión, durante un trabajo que llevó a cabo en Bariloche, el profesional se había alojado en el Hotel Llao Llao y había celebrado el golpe desde su suite con una deliciosa botella de champagne.

Oyó el gorgoteo del agua en las tuberías cuando encendió la calefacción y el profesional suspiró. No tenía nada que ver con el hotel.

Fuera llovía y la habitación era fría y húmeda. El profesional no veía el momento de acabar el trabajo y salir de allí. Tenía todo cuidadosamente preparado, con tres identidades distintas. Primero viajaría a Panamá donde cambiaría de pasaporte para ir a Ciudad de México, y de Ciudad México a Cancún con otro pasaporte más. Una vez en el Caribe, desaparecer no sería muy difícil; el Caribe estaba lleno de personas «desaparecidas».

El profesional se quedó helado. No podía ser tan fácil, ¿o sí?

El profesional desenterró la guía de teléfonos local, que estaba sobre el tablero de plástico que imitaba madera que servía de mesa. Junto a la guía había un recipiente de plástico con una bolsa de maní vencido.

El profesional consultó su computadora y el mapa de Catamarca que se había descargado del Departamento de Investigaciones Geológicas; había 16 departamentos, los cuales incluyen 36 municipios. Debían de haber metido a Lali en algún lugar dentro de esos 102.602 km. Descartó ciertas zonas, lo que le dejó un triángulo formado por Algarrobal, El Puesto y Fiambalá.

Vaya, vaya, vaya.

El profesional entrecerró los ojos.

«Ya sé dónde estás, Mariana Espósito. Ahora sólo me queda saber quién eres.»

—¿Qué opinas, Lali? —le preguntó Euge con ansiedad el sábado por la mañana, enseñándole unas muestras de color. Melocotón, azul claro y topo.

Euge le había suplicado que la acompañara a El Puesto. Lali había aceptado, reacia, para sorprenderse después de lo bien que lo habían pasado.

Durante el camino de ida, Euge no había dejado de hablar y Lali había descubierto que a la tercera iba la vencida. En lugar de que el paisaje que había entre Fiambalá y El Puesto la oprimiera y asustara, esta vez le pareció imponente y majestuoso.

Cuando entraron en la tienda de Orlando Pal, éste las saludó con cordialidad. Aunque al principio se sintió decepcionado de que Lali no estuviera con Peter. Su segunda pregunta fue si estaba casada y Lali se quedó momentáneamente desorientada. ¿Había algún tipo de norma por esos lares de la que no se había enterado? ¿Tenías que estar casada para comprar telas? Luego se dio cuenta de que, como todo el mundo, Pal estaba tratando de hacer de casamentero. Estaba claro que, en lugar de ver la televisión, por ahí la gente se dedicaba a emparejar a los demás. A Lali le costaron sus buenos diez minutos que Orlando volviera a centrarse en el proyecto de Euge.

—Bueno... —Lali retrocedió tres pasos para verlo mejor. Se llevó una mano a la mejilla y se fijó más en la reacción de Euge que en las muestras. La joven canturreaba de emoción y los ojos verdes le brillaban con la ilusión de planear su nuevo local. Parecía una niña pequeña con juguete nuevo. Lali reprimió una sonrisa mientras hacía como que se lo pensaba. Pero nada más lejos de la realidad.—. Yo escogería el azul, y podríamos mezclarlo con un tono crema. ¿Orlando? ¿Tú qué crees?

—Buena elección —dijo Orlando Pal, sonriéndoles a las dos—. Bien, chicas, creo que ya lo tienen todo. Tienen... —Pasó los paquetes por la caja registradora—... la pintura, las telas, las plantillas de hojas, un juego completo de tazas de té y tazas de café. Todo, todo.

Con los comentarios de Peter acerca de comprar a los locales aún en mente, Lali había convencido a Euge para que le comprara todo lo que pudiera a Leonardo y luego hicieran el viaje a El Puesto para comprar sólo aquello que Leonardo no tuviera. Al parecer, Orlando lo había entendido de inmediato.

Eugenia pagó y Lali empezó a recoger los paquetes, pero Orlando las detuvo con un movimiento de la mano.

—No, no, no, señoritas, no podemos aceptar eso. Díganme dónde tienen el auto y cuando vayan a irse mi hijo las estará esperando ahí con los paquetes.

—Orlando, de verdad, no hace falta... —empezó a decir Euge.

—Sí, claro que sí. —Orlando estaba haciéndole ya una seña a un adolescente fuertote y dijo, sonriendo a Lali—: Peter no me lo perdonaría jamás si no ayudara a su chica.

«¿La chica de Peter?, —pensó Lali—, ¿Lo llevo escrito en la frente o qué?».

Continuará…