Capítulo 20

Buenas!!! Cómo las trata el día?! Espero que bien y nada lo hayan empezado y seguido bien, pero sobre todo que lo terminen mejor o al menos intenten ;) Que nunca nos digan que no lo intentamos no?! Gracias por estar, son lo más!!! Las quiero y mañana nos leemos!!!! besos chicuelas! 

Rita: Capítulo dedicado a ti! FUERZA, FUERZA y mas fuerza a la distancia que muchas estamos contigo! Que todo salga bien ;) besos

Twitter: @Caparatodos

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—¿Por qué no lo pensé antes? ¡Dios! Hay cosas que nunca cambian. He sido un estúpido al pensar que podía volver sin tener que enfrentarme al pasado.

Capítulo 20:

—Dejemos el pasado, Peter —dijo ella, sabiendo que era importante que la escuchara—. Los Fonsi se mudaron aquí después de que tú te fueras. Viven en esta misma calle, a cinco casas de la tuya.

—Una niña desaparece y la gente piensa que yo la secuestré en vez de tratar de averiguar lo que sucedió. Lo peor de todo es que ni siquiera puedo ayudar a buscarla.

—Escuché que el jefe de policía va a venir a hablar contigo —le avisó ella, haciendo un esfuerzo para soportar la amargura y el rechazo.

—Es un consuelo. Por lo menos al jefe Indacochea le caigo bien.

—El jefe Indacochea murió de un infarto hace un par de años. Ahora es el jefe Campos.

—¿Joaquín Campos?

Peter se arrepintió de no haber querido saber nada de Arcadia durante tantos años, aunque saber que Campos era el jefe de la policía no hubiera cambiado la enemistad que existía entre ellos. Ya en el colegio había mostrado unos celos irracionales hacia Peter por causa de Ana. Aunque a él no le interesara, ella había dejado bien claro que aceptaría cualquier intento de acercamiento de Peter.

—Si es el mismo Campos que yo recuerdo, estoy seguro de que se mostrará dispuesto a creer lo peor de mí.

Lali dio un paso hacia él. Quería decirle que estaba de su parte, que sentía mucho haberlo dejado alguna vez.

—Nadie te ha acusado todavía.

Unos ojos verdes se clavaron en ella. Fue un momento que Lali recordaría hasta el final de su vida porque toda la situación se redujo a los términos más simples. Eran un hombre y una mujer que había desconfiado el uno del otro durante mucho tiempo, ahora él quería que fuera sincera.

—¿Y tú, Lali? ¿Crees que yo lo hice?

Lali vio en sus ojos la vulnerabilidad y el desafío. Peter jamás admitiría lo importante que era para él su respuesta.

—Por supuesto que no. ¿Piensas que hubiera venido?

—¿Por qué viniste?

—Quiero ayudarte.

Peter tuvo la vaga sensación de que algo fallaba, había algo en todo eso que no tenía sentido.

—¿Y por qué iba a necesitar tu ayuda?

—Si lo piensas un segundo te parecerá obvio. Una niña desaparece y enseguida tú te vas de la ciudad. Después de doce años regresas y desaparece otra.

Lali hizo una pausa. Sentía la pasión que dominaba su voz.

—¿Qué tratas de decirme? —preguntó él, aturdido.

—Está claro. Alguien trata de inculparte. Tenemos averiguar quién.

Peter se pasó una mano por el pelo. Él era un hombre que escribía para ganarse la vida, pero hacía diez minutos que tenía la sensación de vivir en la escena de una novela. En la vida real no sucedían esas cosas.

—A mí me parece una locura. Si en Arcadia vive un loco, un psicópata, ¿por qué iba a esperar doce años para atacar otra vez? Ya sé que hay mucha gente a la que no le caigo bien pero, ¿qué ganarían con incriminarme? No le encuentro sentido.

—Yo sé que no lo tiene, pero no hay otra explicación.

—De repente sea una coincidencia. Alguien intenta echarte la culpa, Peter. Lo sé, lo presiento.

Las preocupadas palabras de Lali tocaron una fibra sensible en el corazón de Peter. Dejó a un lado la desconfianza que le tenía a ella. Sentía el impulso de acariciarla y apartarle de la frente sudorosa los pelos sueltos. Ella parecía una leona dispuesta a defender a sus cachorros. Peter se dio cuenta de que era a él a quien defendía. Quería creer que podía contar con ella, pero no podía evitar preguntarse por qué lo hacía. Quizás no fuera su enemiga, pero no estaba preparado a considerarla su amiga. Se había equivocado una vez y no estaba dispuesto a volver a pagar un precio tan alto.

Se sintieron unos fuertes golpes en la puerta. El lazo invisible que se había formado entre ellos desapareció.

—Tiene que ser Joaquín —dijo ella.

Peter formó de nuevo sus defensas contra ella y contra todo Arcadia y abrió la puerta. Aunque no era un hombre pequeño, Joaquín le sacaba una cabeza y pesaba veinte kilos más. Había sido el clásico matón del colegio, pero se había convertido en la ley del pueblo. Le dirigió a Peter una sonrisa carente de alegría.

—Te daré tres oportunidades de que adivines el motivo de mi visita, Peter. Pero creo que te bastará con una —gruñó como si la situación le pareciera divertida.

—Yo también me alegro de verte, Joaquín. Pasa.

Había habido enemistad entre ellos desde el colegio. Después, Joaquín lo había retado a una pelea cegado por los celos. Peter se había ido sin levantar un dedo, pero Joaquín se lo había tomado como un insulto, le había parecido una forma de decir que no valía la pena pelearse por Ana.

Joaquín entró a la casa. Lali apareció enfrentándolo con el gesto desafiante y el pelo revuelto. Joaquín soltó un gruñido.

—¿Qué demonios haces aquí, Lali?

—Buenos días, Joaquín —saludó ella, tratando de ignorar el enojo de él y su propia irritación. Joaquín pensaba que ser el representante de la ley le daba derecho a expresar su opinión sobre los asuntos de todo el mundo incluidos los de ella—. Le contaba a Peter lo que sucedió con Luz Fonsi.

Joaquín sonrió torcidamente, como si sospechara que Peter ya sabía lo que le había ocurrido a la pequeña.

—Buenísimo, ahora que se lo contaste quiero que te vayas —ordenó el policía.

Casi todo lo que Joaquín decía era una orden. Lali pensó en contradecirlo porque no era asunto suyo pero miró a Peter.

—¿Tú también quieres que me vaya?

—Eso depende de ti.

Continuará…