Capítulo 32

Hola, hola!!!! Cómo andan chiquillas?! Volví y las extrañé! Gracias por todos sus comentarios mientras no estuve! Son lo más y ahora las sigo leyendo así no dejo de leer ninguno :D Las quiero y que empiecen con todo la semana!!! Besos y buen lunes para todas! 

¡¡¡Feliz Cumple Leti!!!

 

P.D.: No estuve, pero mejor tarde que nunca GRACIAS, GRACIAS y millones de GRACIAS por el millón de visitas! Ya se vendrá un regalo para ustedes ;) Son lo máximo y nada sería posible si ustedes no estuvieran de el otro lado! Mimo más grande que ustedes no hay y doy gracias por eso!!! GENIAS!!! 

Twitter: @Caparatodos

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—Por supuesto que te perdono, Daniel —dijo Lali mientras observaba su expresión de gratitud.

Capítulo 32:

Peter pensó que Lali podía estar en lo cierto mientras se acercaba a la casa a la que se habían mudado los Lavalle tras la desaparición de Erika. Quizá tenía sentido hurgar en el pasado y averiguar qué papel habían jugado. A Martha le había dolido hablar, pero la verdad no sería agradable tampoco si llegaban a descubrirla.

Aquella mañana, otro vecino le había negado el saludo y había escuchado a otro más insinuar que él era un criminal. Aquello lo había enojado, pero también lo había hecho darse cuenta de que era necesario que limpiara su nombre. Pero eso no era todo. A él le gustaban los niños y Erika había sido su preferida. Era probable que Luz también le hubiera caído bien. ¿Y si Lali tenía razón y ellos eran los únicos que podían resolver aquellos crímenes? Debían intentarlo por las niñas.

Había quedado con Lali para recogerla al mediodía ya que la casa de los Lavalle estaba al otro lado de la ciudad. La vio un poco antes de llegar a la casa.

Lali caminaba con paso rápido. Se le ocurrió que en los últimos días siempre estaba apurada. Odiaba las correteaderas, pero no quería que Peter llegara a casa de los Lavalle antes que ella. Por la manera en que Moria Lavalle le había hablado por teléfono no creía que lo dejara llegar a la puerta si se presentaba solo. Además, le había prometido a Patricio que no tardaría más de una hora.

Moria Lavalle se había mostrado dispuesta a colaborar hasta que Lali le había dicho que Peter estaría presente. Esta casi había cancelado la cita.

Intentó ignorar la alegría que invadió su corazón al ver a Peter. Pensó que no era justo que Dios lo hubiese hecho tan guapo. Unos minutos más tarde, se encontraban en la sala de Moria, frente a sendos vasos de limonada y escuchando sus protestas. Su hija Jimena, que ya tenía diecinueve años, estaba a su lado jugando nerviosamente con su pelo rubio.

—La verdad, Lali, es que no te entiendo —dijo Moria sin mirar nunca a Peter—. ¿Qué se te ha metido en la cabeza ahora? ¿Investigar el pasado? Martha me llamó ayer para decirme que incluso te habías presentado en su casa hablar de mi sobrina.

Lali reprimió una respuesta enojada que luchaba por salir de ella. Se decía que si perdía los estribos nunca llegaría el fondo del asunto. No tenía que haberse preocupado porque fue Peter quien respondió.

—Siento que se sienta así, señora Lavalle. Lali y yo sólo buscábamos averiguar la verdad. Creemos que Erika y Luz han sido secuestradas por la misma persona. Ése es el motivo por el que fuimos a hablar con Martha y por eso queremos hablar con Jimena.

—¿Y si yo creo que fuiste tú quien lo hizo? —preguntó Moria con los labios fruncidos y una mirada dura en los ojos.

Aquella vez le tocó a Peter controlarse. Respiró profundamente y contó hasta cinco en silencio.

—¡Ay, mamá. Por favor! ¿Cómo puedes decir una cosa así? —intervino Jimena—. Míralo. Un hombre como Peter, ¿puedo llamarte Peter, verdad?, no tiene que ir por ahí secuestrando chicas. Lo más probable es que sean ellas quienes quieran secuestrarlo.

Jimena ignoró el ahogo sorpresivo de su madre y le sonrió a Peter abiertamente.

—Los ayudaré en lo que pueda. ¿Qué quieren saber?

—Todo lo que pasó la noche en que desapareció tu prima —se apresuró a decir Lali antes de que Moria tuviera oportunidad de hablar.

Jimena hizo una mueca mientras se concentraba en poder recordar lo sucedido. Peter se dio cuenta de lo bonita que era. Si Erika hubiera estado viva sería como ella. Se le ocurrió que los chicos de su universidad debían andar locos por salir con ella.

—No creo que pueda ser de mucha ayuda. Sólo tenía siete años. Me acuerdo claramente del día en que me enteré que Erika había desaparecido, pero no recuerdo absolutamente nada de aquella noche.

—Dinos lo que recuerdes, Jimena —dijo Lali, tratando de no desanimarse—. Incluso lo que a ti te parezca aislado o sin sentido puede ser importante.

—No sé lo que esperas sacar de todo esto, Lali —intervino la señora Lavalle.

Jimena ignoró el comentario de su madre y arrugó la frente tratando de recordar.

—Me acuerdo que siempre llevaba aquella estúpida manta roja a todas partes —dijo Jimena, riendo—. Era muy soñadora. Decía que era una alfombra voladora que iba a llevarla a muchos lugares exóticos.

—¿Alguna vez habló de escaparse? —preguntó Peter.

—Siempre. Tenía libros llenos de fotos. Solía enseñarme los sitios a los que quería ir. No es que fuera infeliz en su casa, sólo tenía un espíritu muy aventurero. Le gustaban sitios como Hawai, Nueva York o Paris. Pero no creo que se escapara. Sólo teníamos siete años.

—¿Recuerdas si habló de escaparse poco antes de desaparecer? —insistió Peter.

—No. Ni siquiera me acuerdo que tuviera que dormir en mi casa aquella noche. Lo hacíamos tantas veces que no tengo un recuerdo claro. Sólo recuerdo que una mañana me levanté y mamá me dijo que había desaparecido. Nunca logré entenderlo…

La voz de Jimena se apagó y se quedó en silencio.

—¿Y usted, señora? ¿No se acuerda de nada más? —preguntó Lali, aceptando que Jimena no podía proporcionarles más información.

Moria guardó silencio un momento, como si no quisiera contestar.

—Nada importante. Recuerdo que fui a ver cómo dormía Jimena y me pareció extraño que Erika no estuviera con ella. Nunca planeábamos nada, pero siempre parecían encontrar la manera de estar juntas. Ojalá lo hubieran estado aquella noche.

Continuará…