Capítulo 50

Hola de nuevo!!! Gracias por estar! Disfruten del capítulo y pasen una linda noche!!!! A disfrutar del fin de semana para empezar la semana recargados y con todas las pilas puestas! Conmigo, ahora sí, será hasta mañana ;) besos para todas y sueñen lindo (que, al fin y al cabo, es uno de los pocos placeres que se nos da en la vida sin ser cobrado jijiji)!

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Bajo la poca luz del atardecer, Lali distinguió la preocupación que había tras el enojo de Peter. Cabía la posibilidad de empezar de nuevo. Pero si querían conseguir la felicidad juntos no había otra solución que seguir adelante y terminar lo que habían empezado.

Capítulo 50:

—A ti te puede pasar algo peor si no llegamos al fondo del asunto. Algo como que te arresten bajo una acusación falsa.

—¡Por Dios, qué terca que eres! —dijo él, dando un manotazo sobre la baranda.

No quería admitir su derrota. Le resultaba imposible hacer que Lali cambiara de opinión. Su cerebro trabajaba a toda velocidad para intentar disuadirla.

—De todas maneras, me parece que ya hablamos con todas las personas que hubieran tenido algo para decir. Opino que hemos llegado a un punto muerto en la investigación.

Lali se quedó un momento pensando. ¿Había hablado con todo el mundo?

—¡Daniel! —exclamó—. Tiene gracia. Lo veo casi todos los días y hablamos de cualquier tema, pero nunca hemos hablado sobre lo que sucedió esa noche.

—Entonces, hablaremos con él —dijo Peter, pensando que era mejor unir fuerzas ya que ella no estaba dispuesta a darse por vencida.

—No seas tonto. No lograríamos nada. Ya sabes lo que siente por ti. Y no me mires así. No voy a correr ningún peligro. Lo conozco de toda la vida.

—Es probable que también conozcas al asesino desde hace años. Vamos, te acompaño a tu casa.

Se levantó y le tendió una mano para ayudarla a pararse. Cuando Lali la agarró, no pudo resistir el impulso de tirar de ella y abrazarla. Sus bocas se unieron como si fueran una sola y Lali cerró los ojos para saborear el deseo que ardía en su interior. Peter no se había afeitado, pero eso sólo hacía que la excitación aumentara. La besó como si no quisiera volver a respirar y ella le respondió con todo su ser. No importaba la desaprobación de su madre ni las sospechas de todo el lugar, sólo quería estar entre sus brazos.

Peter se separó de ella haciendo un esfuerzo. Aunque quería pedirle que se quedara a dormir, la tomó de la mano y comenzaron a caminar en la oscuridad. Cuando llegaron a su casa, volvió a resistir el impulso de tomarla en brazos y subirla a su habitación. Estaba seguro de que ella lo dejaría, pero no estaba preparado para aceptar lo que Lali tenía para ofrecerle. Pero ninguno de los dos estaba preparado para que la noche acabara en la puerta de la casa.

—¿Por qué no pasas y nos tomamos un café?

—No tomo café —contestó él sin saber si la estaba rechazando o sólo era sincero.

—Yo tampoco —confesó ella—. ¿Qué te parece un mate?

—¿Quién podría resistirse a esa oferta?

Intercambiaron sonrisas y fueron a la cocina que era sorprendentemente pequeña comparada con el tamaño de la casa. Había algo muy íntimo en la sensación de ver a Peter sentado en su cocina, algo cálido y reconfortante. Lali se sentó a su lado.

—¿Qué pasa? —preguntó al ver que fruncía el ceño.

—Me acabo de dar cuenta que no tienes cuadros en la casa. Es un poco extraño para una persona que se volvía loca por el arte.

—No tanto. Después de que lo dejé, no quería que nada me hiciera recordarlo

—Eso significa que lo extrañas.

—Y... no me di cuenta hasta hace muy poco. Estuve tentada de abrir el depósito y recuperar el tiempo perdido.

Peter estaba de pie antes de que ella hubiera terminado de hablar. La agarró de la mano.

—Vamos. Te ayudo a limpiar las telarañas.

Quince minutos después, los dos estaban sentados en el suelo del depósito rodeados de telas que Lali observaba con ojo crítico.

—Eras muy buena —comentó él, mirando los lienzos.

Había uno grande sobre uno de los acontecimientos del año en Arcadia, la bendición de la flota pesquera. Había otra de unos niños jugando alrededor del viejo árbol que decoraba el centro de la ciudad. Otra era una vista de la calle donde Peter había crecido pero parecía diferente, como invadida por la melancolía.

—La pinté justo después del secuestro de Erika.

El cuadro estaba manchado por una curiosa mota roja. Peter la rascó distraídamente con el dedo, pero no salió.

—Todo parecía triste aquel día. Éste fue el último cuadro que pinté antes de dejar todo para siempre.

—No sabía.

—¿Cómo podías saberlo?

Peter cogió un retrato suyo. Lali lo recordaba porque consideraba que era lo mejor que había hecho. No solía poner mucha imaginación en sus obras. Solía pegarse a la realidad, pero aquel lienzo era diferente. Lo había pintado de memoria.

Naturalmente, se veía más juvenil. Los ojos le brillaban y no tenía las marcas de los años en la cara. Al verlo, Lali recordó por qué había desafiado las amenazas de sus padres para verse a escondidas con él. Peter representaba el peligro y la emoción. Era lo que la había arrastrado hacia él al principio, sin embargo, no era eso lo que la había mantenido amándolo. Lali descubrió que tenía dificultades para separar el joven Peter del maduro en lo profundo de su corazón.

—No recuerdo haber posado para este cuadro.

—No posaste. Así es como yo te veía.

Peter la miró unos segundos. Al pensar cómo podría haber sido, una parte de la amargura salió a relucir. Optó por levantarse.

—Se hace tarde. Me voy.

Lali no pudo imaginarse por qué había cambiado tan repentinamente de humor. Tal vez nunca llegara a conocerlo como antes.

Continuará…