Capítulo 51

Hola Chicuelas, acá estoy Lore!!!! jijiji Cómo les va, fue, irá?! Qué tal las trata el sábado??? Espero que bien y ya terminando el descanso/celebraciones que estamos a nada de arrancar de nuevo la semana :/ jajajaja gracias por sus comentarios, son lo máximo de leer en serio!!!! Leo todo siempre acá y en tw! Me hacen reír, angustiar y me da felicidad saber que les gusta tanto esta historia! Así que GRACIAS!!!! Nos leemos mañana! Besos y buenas noches J

Twitter: @Caparatodos

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Lali no pudo imaginarse por qué había cambiado tan repentinamente de humor. Tal vez nunca llegara a conocerlo como antes.

Capítulo 51:

Joaquín entró sudando a la tienda de los Espósito. Lali estaba sentada detrás de la caja, hojeando una revista. Se levantó al verlo.

—¿En qué puedo ayudarte?

Lali no había vuelto a hablar con él desde que le había informado de la amenaza anónima. Esperaba que se tratara de otra advertencia para que se mantuviera fuera de su investigación. Pero Joaquín tenía otras preocupaciones en la cabeza.

—¿Qué tal una cajetilla de cigarros? —dijo él, pasándose la mano por la frente.

—¿Cigarrios? Joaquín, dejaste de fumar hace meses.

—Necesito fumar. No bastaba con que no supiéramos nada de Luz. Ahora Abel Pintos ha muerto. Y yo que pensaba que ser el jefe de policía de Arcadia sería un trabajo sin preocupaciones. No sé lo que está pasando. Debe ser algo en el aire o en el agua potable.

—¿Abel muerto? —repitió ella, atragantándose—. ¿Cómo?

—Tendré que esperar los resultados de la autopsia, pero parece que se ha ahogado. Lo encontraron flotando boca abajo en el río.

—¿Ha habido algo sospechoso en su muerte?

—¿Qué clase de pregunta es ésa, Lali? Sabes tan bien como yo que Abel siempre andaba borracho. Se cayó al agua y no pudo levantarse.

Lali tenía otra opinión. Las coincidencias eran muchas. ¿No utilizarían la muerte de Abel para culpar a Peter?

—¿Y los cigarros, Lali?

Lali salió de su sorpresa y le alcanzó una cajetilla de su marca preferida. Joaquín se detuvo un momento más antes de salir.

—Lali, tu madre está muy molesta por lo que sucedió en la cena. Creo que deberías llamarla.

Sin embargo, durante el resto de la tarde, los pensamientos de Lali estuvieron centrados en Abel Pintos en vez de en su madre. Se daba cuenta de que si se demostraba que había sido un asesinato, todo volvería a señalar hacia Peter. Nadie había sido testigo de su conversación con el viejo. Peter era inocente. Entonces, ¿por qué Abel había terminado ahogado? Llegó a la conclusión que debía hablar con la única persona con que no lo había hecho, Daniel. El teléfono sonó en ese mismo momento y fue a contestar.

—Tienda Espósito, dígame.

—Hola, La. Soy Peter.

No era necesario que lo dijera. Ella podía identificar su voz entre millones.

—Hola Peter. ¿Qué pasó?

—Esperaba que estuvieras libre esta noche. Me gustaría cenar en compañía.

No era una invitación elegante, pero a Lali le bastaba. Empezaba a sospechar que sus esperanzas estaban infundadas, pero un hombre no hacía una invitación si no estaba interesado.

—Lo siento. Patricio y su novia me invitaron a comer.

Lali no añadió que planeaba hablar con Daniel después de la cena porque no quería que Peter volviera a advertirle sobre los peligros que corría.

—Para otra oportunidad será —dijo él sin revelar la menor desilusión en su voz—. Bueno, te dejo que vuelvas al trabajo.

—Espera, Peter. Hay noticias graves. Encontraron muerto a Abel Pintos en el río. Joaquín cree que cayó al agua y se ahogó.

Hubo un silencio significativo al otro lado del teléfono.

—Es muy probable. Ya sabes lo alcoholizado que estaba.

No parecía muy sorprendido por la muerte de Abel y Lali se dijo que no había nada sospechoso en ello.

—¿Pero no crees que hay algo que no encaja? Es demasiada casualidad que Abel muera después de hablar conmigo.

—No. Dijo que yo era el culpable, ¿no te acuerdas? Puesto que los dos sabemos que no lo soy, me parece una muerte natural. ¿A ti no?

La pregunta sonaba como un desafío y tal vez lo fuera. Si confiaba en él, su confianza debía ser absoluta.

—Sí, tienes razón. Oye, acaba de entrar un cliente y tengo que dejarte. ¿Quieres que mañana comamos juntos?

—Genial. Quedamos para mañana.

Aquella noche, Lali fue a ver a Daniel. Desde la muerte de sus padres, hacía quince años, Daniel vivía en aquella casa cavernosa solo. No le prestaba mucha atención aunque la mantenía razonablemente limpia. Lali sospechaba que sólo limpiaba el polvo una vez al año. La casa era notable porque terminaba en una especie de torre que, en realidad, era una habitación extra. Lali tocó la puerta por segunda vez.

—¡Ah! Eres tú —dijo Daniel, apareciendo por la puerta.

Tenía un aspecto más desaliñado que nunca. Se subió los lentes para mirar a Lali.

—Hola, Daniel —saludó ella, pensando que estaba actuando de una manera extraña, incluso para ser Daniel—. ¿Puedo pasar?

Todos los ventiladores situados en el techo de las habitaciones estaban prendidos creando una corriente de aire cálido y un ruido terrorífico.

—¿No podemos ir al jardín? —gritó ella para que la escuchara.

En el jardín, la brisa y el silencio nocturno eran un alivio. Los dos se sentaron en la banca.

—¿Te enteraste? Abel Pintas murió —comenzó ella.

Daniel carraspeó. Lali volvió a pensar que se veía más desaliñado que de costumbre. Incluso tenía las mejillas manchadas con tierra.

—Sí. En Arcadia es difícil no enterarse. Dicen que se emborrachó, cayó al río y se ahogó.

—Yo escuché lo mismo. Te preguntarás a qué se debe mi visita. Ya sé que te puede parecer un poco raro, pero quería preguntarte sobre la noche en que Erika desapareció.

—¿Por qué? —preguntó él.

Se miraba las manos. Era obvio que no estaba de acuerdo con su investigación más que Joaquín.

—Eres el único con quien nunca hablé sobre el tema. Claro que escuché lo que dijiste en ese entonces, pero quería que habláramos frente a frente.

—Creí que Joaquín quería que dejaras esta investigación porque era demasiado peligrosa.

—No tengo miedo. Sólo quiero llegar al fondo de la historia. ¿Vas a ayudarme o no?

Hubo otro momento de silencio antes de que Daniel se decidiera a comenzar. Lali había adoptado una actitud amistosa para no provocar su timidez.

—Era una noche muy oscura, pero cuando miré por la ventana todavía quedaba algo de luz. Vi a Peter Lanzani y a la niña inclinados sobre la bici. Recuerdo que ella tenía puesto un pijama.

—¿Y qué más?

—No vi nada más. No volví a asomarme de forma que no vi lo que pasó.

—¿Te acuerdas de algo más sobre esa noche?

—Sólo de que hacía frío.

—¿Qué crees que pasó, Daniel?

Continuará…