Capítulo 23

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Cuando subió a su auto se sintió mejor. Sabía que sus problemas estarían esperándolo cuando volviera, pero ya tendría tiempo de enfrentarse a ellos. Cuanto más lo pensaba, más se daba cuenta de que Lali había tenido razón al sugerir que alguien intentaba inculparlo. Sobre todo porque no parecía que Joaquín sospechara de nadie excepto de él. Alguien en aquel maldito lugar intentaba arruinar su vida.

Capítulo 23:

Cuando llegó el viernes, Lali estaba necesitada más de un descanso que de costumbre. Le encantaban los viernes por la tarde y los disfrutaba como un diabético al que le permiten comer un trocito de chocolate. Casi todos los negocios de Arcadia cerraban los viernes por la tarde. Lo necesitaba porque si otro cliente volvía a hablarle de Erika, Luz y Peter en la misma frase sabía que se pondría a gritar. Ni siquiera querían creer la coartada que les había dado Peter para el caso de Erika. Le parecía que todavía podía oír las palabras de su hermana Ana al enterarse de su versión.

—No te recuerdo como una adolescente rebelde, Lali. ¿No querrás hacerme creer que te arriesgaste a despertar la furia de papá escapándote por la noche?

—Pero es la verdad —había contestado ella, indignada—. Hace un par de días tú misma dijiste que siempre habías sospechado que había algo entre nosotros. ¿Por qué no quieres creerme?

—Siempre has sido muy buena con Peter. Eso ha puesto un obnubilado tus ojos y no te deja ver las cosas más simples acerca de él. Empezando porque deberías mantenerte a distancia de todo lo que esté relacionado con Juan Pedro Lanzani.

Lali se había limitado a mirar a su hermana. No tenía ganas de discutir.

El sol de aquella tarde era tan templado que Lali decidió salir a pasear después de cerrar la tienda. Tenía el pelo recogido en una cola alta, unas viejas zapatillas de deporte y un jean. A los pocos minutos, caminaba por la carretera que llevaba al colegio. Las hojas de los árboles, que colgaban, se agitaban de tal manera que la hicieron sentirse caminando en otro día del pasado. Hacía doce años que el viento se había llevado sus tareas en aquel mismo camino el día en que Peter había entrado en su vida.

Muchas cosas habían cambiado desde aquel entonces y otras no tanto. Aún seguía preguntándose por qué se sentía disgustada de vivir en una ciudad pequeña. Siempre había soñado con ir a clases de arte en una ciudad cosmopolita e incluso se había atrevido a soñar que exponía sus trabajos.

Lali suspiró. No se había permitido soñar despierta desde hacía mucho tiempo, pero pasear bajo aquellos árboles le hacía recordar a una Lali mucho más joven que no sabía lo que la vida le depararía en el futuro. Se preguntó si no habría sido todo diferente de haber tenido el valor de defender a Peter hace doce años. Se preguntó si no sería su destino pasar la vida sola y sin hijos en un lugar olvidado del mundo cuando deseaba mucho más.

El rugido de un auto interrumpió la tranquilidad de la tarde. Lali miró por encima del hombro para ver un carro de color rojo brillante. Aunque nunca antes lo había visto, supo de inmediato que era de Peter. Se detuvo junto a ella.

Peter se volteó levantándose los lentes de sol para que pudiera ver sus ojos verdes. Tenía el pelo revuelto porque había bajado el techo y el polo amarillo que llevaba resaltaba el bronceado de su piel. Lali volvió a tener la sensación de que había abierto una puerta al pasado.

—¿Te provoca dar una vuelta, Mariana Espósito?

—Por qué no, Peter Lanzani.

Entonces supo que haber encontrado a Peter de nuevo había sido inevitable. Había sido inevitable desde el momento en que había pronunciado aquellas palabras de amor cuando era joven. También Peter reconoció los ecos del pasado y recordó lo nervioso que se había sentido al hablarle a ella por primera vez. Nunca había sido un joven tímido, pero había temblado por dentro al invitarle a subir a su moto. Todavía sentía un poco de aquel mismo temor a ser rechazado, todavía se preguntaba si ella aceptaría.

Pero Lali no dudó. En un abrir y cerrar de ojos estaba sentada junto a él dentro del auto. Incluso le dirigió una sonrisa.

—¿Es tu nuevo juguete? —preguntó ella, contemplando el lujoso acabado del vehículo.

—Digamos que es un juguete alquilado.

Peter arrancó el vehículo y el viento soltó algunos mechones de pelo de la cola de Lali. Él no pudo evitar disfrutar al verla. De repente parecía muy joven, era como si todos los años que se interponían entre ellos nunca hubieran existido.

—No recuerdo haber visto este auto junto a tu puerta la semana pasada. Me parece que había uno más perfil bajo.

—Era un Chevy azul. Me convencí a mí mismo que si me tenía que quedar en Arcadia, por lo menos tenía que darme algún gusto. Lo que pasa es que ya no tengo edad para las motos. Sé que a mi madre no le hubiera importado —añadió con tristeza—. Siempre decía que la mejor manera de combatir la nostalgia era comprar algo rojo.

Lali no pudo evitar reír a pesar de que él no había pretendido ser gracioso. Pero no podía evitarlo porque recordaba a Claudia como una mujer maravillosa, llena de amor por la vida y por su hijo. Peter todavía estaba dolido pero tenía razón. A Claudia no le habría gustado que se encerrara en la casa solo y triste. De lo que no estaba segura era de si Claudia hubiera estado  de acuerdo con que se quedara en Arcadia.

—¿Eso quiere decir que hablabas en serio cuando decías que te quedarías aquí?

Continuará…