Capítulo 26

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—¿Sin plata? ¿Sin nuestras familias? ¿Sin nuestros amigos? ¿Qué hubieran pensado?

—Ahí está el problema. Siempre te preocupaste demasiado por lo que pensaban los demás. ¿Por qué no lo admites de una vez, Lali?

Capítulo 26:

—¿Qué es lo que quieres que admita, Peter? —dijo ella con lágrimas en los ojos al darse cuenta de que él no le daba oportunidad. Estaba contestando a sus preguntas, pero Peter sólo escuchaba lo que hacía mucho tiempo había decidido que era la verdad.

—Que te avergonzabas de mí —sentenció él.

—No se trataba de eso —negó ella, comenzando a llorar—. Tienes razón al decir que no quería que la gente hablara sobre mí, pero nunca estuve avergonzada de ti. Fui una adolescente que desobedeció a su padre y dejó que el chico llegara hasta donde podía llegar. Sé que deseaba hacer el amor tanto como tú, pero no estaba preparada para asumir las consecuencias. Estaba muy confusa, ¿acaso no puedes entender eso?

—Tan confusa que estuviste dispuesta a que yo cargara con las consecuencias de un secuestro que tú perfectamente sabías que yo no había cometido. ¿De verdad estabas tan confusa?

—No me importa que no creas lo que te estoy diciendo ahora, pero quiero que te quede claro una cosa; si el jefe Indacochea te hubiera arrestado no habría permitido que fueras a la cárcel. Le hubiera contado todo. Sólo que nunca te acusó.

—¿Nunca te preguntaste por qué? —Lali asintió en silencio mientras trataba de controlar su llanto. Durante meses, después de la desaparición de Erika, no se había preguntado otra cosa—. Indacochea sabía lo nuestro —dijo Peter sin sorprenderse de que Lali se quedara con la boca abierta—. Sabía que nos veíamos aquí y nos vio venir la noche en que desapareció la pequeña. La señora Calderón estaba segura de que me había visto ayudarla poco después de las seis. Cuando Indacochea nos vio venir hacia este sitio en la moto miró su reloj y eran las seis y diez. En lo que a él se refiere, no necesitaba que yo tuviera una coartada porque mi coartada era él mismo.

—Pero… pero… ¿Por qué no le dijo a nadie que yo estaba contigo?

Peter se levantó y se sacó el pelo de la cara.

—No importa —dijo sacudiendo la cabeza.

—¿Por qué? —insistió ella.

—Porque yo se lo pedí. Sabía lo que sentías. Sabía que no querías que nadie se enterara de lo nuestro.

La expresión de Peter parecía tallada en piedra. Por nada del mundo hubiera revelado lo que pensaba. El rechazo de Lali le seguía doliendo en lo más hondo, después de tanto tiempo y tanta distancia, seguía doliendo.

Lali lo miró y comprendió que no sabía nada. No sabía que una Lali de diecisiete años había llorado cada noche durante mucho tiempo o que la Lali adulta estaba llena de sentimientos de culpa por lo que había hecho. Y, sobre todo, no le había dicho que la declaración de amor de aquella noche había sido sincera. Si hubiera sido más madura y consciente del tesoro que era el amor, jamás lo habría dejado ir.

—Ya fue —dijo Peter—, sucedió hace mucho tiempo y ni siquiera era tan importante entonces.

¿Qué no era tan importante? Lali sintió que una daga atravesaba su corazón. ¿Era lo que Peter pensaba de su relación? ¿Le había importado tan poco que se había sacado de encima su error, su abandono con un simple encogimiento de hombros?

—¿De verdad piensas eso, Peter? ¿Crees que no era importante lo que teníamos?

Él la miró unos segundos e hizo un gesto negativo. Lali hubiera podido llorar de alivio, pero se dio cuenta de que él no se refería a su relación.

—Lo importante fue que una niña desapareció como si se la hubiera tragado la tierra. Lo importante es que haya vuelto a suceder. Y es importante que tratemos de aclarar este asunto todo lo que podamos.

—Yo hablaba de nosotros —dijo ella, parpadeando para alejar las lágrimas que amenazaban con salir.

Peter alivió el abismo que los separaba al ponerle las manos sobre los hombros. Se acercó tanto que Lali podía sentir su aliento sobre la cara. Era una postura humillante, pero todo su cuerpo reaccionó a su contacto. Entreabrió los labios deseando su beso con la misma intensidad que deseaba su perdón. Pero Peter no acabó de cruzar el resto del abismo.

—No ha habido un «nosotros» durante mucho tiempo —le dijo él sacudiéndola. La soltó sintiéndose furioso porque el solo contacto despertaba su deseo. Lali dejó escapar un sollozo, pero él estaba decidido a ser inmune a su dolor. Le resultaba muy difícil perdonarla, sobre todo en aquel sitio donde estaban rodeados por los recuerdos—. Tú te encargaste de que no lo hubiera hace doce años —Peter echó a andar hacia el coche—. ¿Nos vamos?

Lali lo miró. Tenía las mejillas cubiertas de lágrimas. La esperanza se había acabado. No siguió sus pasos hasta secar las lágrimas. Cuando llegó al auto, se arriesgó a mirarlo. Pero en lo que a él respectaba ya no había nada más que decir.

Continuará…