Capítulo 29

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Lali abrió mucho los ojos. Miró a Peter, pero éste también estaba sorprendido y trataba de digerir la información. Para él era nuevo saber que su madre supiera las razones que tenía para no querer volver a Arcadia.

Capítulo 29:

—Sin embargo, no llego a entender por qué necesitan mi ayuda —agregó Martha—. No he aparecido por Arcadia en diez años.

—Tengo una teoría sobre el secuestro de Luz —le explicó Lali—. Déjeme contarle. Creo que Erika y Luz han sido secuestradas por la misma persona. Hace unas pocas semanas que Peter regresó para el entierro de su madre. No había vuelto desde la desaparición de Erika. Ahora ha desaparecido otra niña y toda la ciudad acusa a Peter. No puedo aceptar que sea una coincidencia aislada. Creo que alguien trata de inculparlo.

—Sigo sin entender por qué vinieron a buscarme. Ni siquiera conozco a los Fonsi.

—No hemos venido a hablar sobre Luz. El jefe Campos nos dejó en claro que no necesita nuestra ayuda. Hemos venido para hablar de Erika.

—Creemos que la única manera de averiguar lo que le ha pasado con Luz es saber qué le sucedió a Erika —concluyó Lali con mucha convicción.

—¿Acaso creen que nosotros no lo intentamos ya? —preguntó Martha evidenciando todo el dolor y la derrota de una mujer mayor—. Mi marido lo intentó tantas veces que acabó con su corazón. No pudo encontrar ni la más mínima pista. ¿Qué les hace pensar que podrían después de todo este tiempo?

Lali se dijo a sí misma que ella tenía que lograrlo. Había sido una adolescente egoísta y asustada y ahora tenía que corregir sus errores. Pensó que había tenido un tesoro entre los brazos y había dejado que se le escapase. Sabía que Peter pensaba como Martha y la sorprendió la ironía que encerraba aquella situación.

Si un mes antes se hubiera cruzado con Peter en Buenos Aires, habría bajado la cabeza rezando para que no la reconociera. Y se encontraba hablando con una mujer cuya sobrina había sido de una manera triste e indirecta la causa de que su relación se destrozara.

Su vida había graficado un círculo completo. No podía permitir que Peter siguiera pagando las consecuencias de su cobardía, no podía quedarse de brazos cruzados mientras una nueva tragedia se manifestaba ante sus ojos.

—Señora Calderón, no tengo hijos y no puedo hacerme una idea de lo terrible que puede ser perderlos. Sé que no debe ser fácil para usted hablar sobre esto y también sé que es probable que no saquemos nada en limpio, pero tenemos que intentarlo. Ha desaparecido otra pequeña y otra madre está sufriendo. El jefe de policía cree que fue Peter el que lo hizo. Va a convertirse en una repetición de lo que pasó hace doce años si no hacemos algo para evitarlo. Inténtelo con nosotros. Por favor.

Martha guardó silencio. Peter no podía apartar la mirada de Lali. El día anterior le había dicho que todo había acabado hacía mucho cuando sabía que no era cierto. Sus ojos brillaban de tal manera que no hubiera podido negarle nada en aquel momento. ¿Qué era ella? ¿Un traidor o un salvador, amiga o enemiga, una amante o alguien que lo había utilizado?

—Fue una noche tan oscura que ni siquiera se veían las estrellas —comenzó Martha—. Recuerdo haber mirado por la ventana y haber pensado que era una noche propicia para los secretos, una noche hecha para estar con quien te amara y en ningún otro lugar. Sin embargo, no me preocupé por mi hija. Creí que estaba a salvo en una casa donde también tenía amor y cuidados. Tampoco mi esposo se preocupó. Habíamos trabajado todo el día en el jardín y estábamos muy cansados. Erika se había ido a pasar la noche a casa de su prima y los dos pensábamos que seguía allí—. Martha se tapó el rostro con sus manos y sacudió la cabeza—. Lo he pensado muchas veces. Se me ocurrió llamarla por teléfono para darle las buenas noches y decirle que la quería, pero estaba tan agotada que me fui a dormir enseguida.

—No entiendo —dijo Peter, aprovechando la pausa—. ¿Por qué estaba tan segura de que Erika estaba en casa de su hermana?

—Ella vivía a sólo dos casas de la mía. Erika pasaba tanto tiempo allí como en casa. Se puso el pijama muy temprano y me dijo que iba a arreglar su bici y después a dormir con su prima. Hacía frío y le dije que se abrigara. Miré por la ventana y vi a Peter ayudándola con la bici. En aquel momento el viejo reloj que teníamos daba las seis, pero como era invierno ya era de noche. Erika tenía puesto uno de esos pijamas que tienen los zapatos incorporados. Tenía estampados unos corazones rosa, ¿o eran púrpuras? También tenía una casaca verde y una manta roja. Se la llevaba a todas partes porque pensaba que daba suerte.

Martha sonrió con tristeza ante la ironía. Daba la impresión de que había olvidado que había dos personas escuchándola.

—Me retiré de la ventana y nunca más volví a verla. Nunca llegó a casa de mi hermana. Y ella se imaginó que se había quedado en mi casa. Pero eso no lo supimos hasta la mañana siguiente, cuando era demasiado tarde. —agregó Martha.

Se hizo un silencio tan intenso que Lali podía el viento soplar. Martha miraba hacia el horizonte como si ahí pudiera encontrar las respuestas que llevaba buscando tanto tiempo. Sus ojos estaban secos pero reflejaban un dolor profundo.

—Lo siento —dijo Peter.

—Ha pasado mucho tiempo. Muchas veces he intentado decirme que está en el cielo, pero no ayuda mucho. Sigo deseando que estuviera aquí conmigo.

Lali entendió que Martha quería quedarse a solas con su dolor y se levantó. Peter la siguió. Le puso una mano en el hombro y se sorprendió de la fragilidad de aquella mujer.

—Gracias por hablar con nosotros, señora Calderón.

La dejaron sentada al sol, rodeada por las sombras del pasado.

Continuará…