Capítulo 45

Hola!!!!! Cómo les va?! Qué tal empezaron la semana??? GRACIAS por tantos comentarios ayer, son geniales y me hicieron reir mucho con sus insistencias jajajajaja Chari, tu canción fue una risa asegurada jajajajaja ahorita que las leí me dio pena ya no haberles podido subir... no, no poder sino ya no haber estado! Pero bueno... acá estoy de nuevo ;) Son INIGUALABLES, gracias por todo en serio!!! Besos y bienvenida de nuevo Silvia, que alegría!!! Hace mucho no sabía nada de tí!  Hasta mañana y métanle está semana que es corta y despues se nos vienen días de relax a full!

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Lali tomó un sorbo de su café y aprovechó para mirar a Peter con disimulo. No significaba mucho, pero estaba sinceramente preocupado por ella. Ya era algo. Sin embargo, no era lo bastante como para impedirle hablar con Abel.

Capítulo 45:

Cuando salieron del restaurante, hacía un calor insoportable. Lali deseó que hubiera más viento para llevarse el ánimo severo que se había apoderado de Peter.

—No puede decirse que te hayamos ofrecido una bienvenida calurosa, ¿no, Peter? Estoy segura de que desearías no haber regresado.

—Siempre supe que terminaría regresando—. Lali supo a qué se refería. Sabía que volvería porque ella estaba allí. Se detuvieron bajo la luz de un farol. Los atractivos rasgos del muchacho que se había ido se habían hecho más masculinos, los ojos habían perdido parte de su inocencia. Sin embargo, seguía siendo el hombre que ella conocía, el hombre que amaba.

Ella tenía un aspecto tan hermoso a la luz del farol que Peter se preguntó por qué se empeñaba en resistirse a la atracción que lo empujaba a abrazarla. Tenía que admitir que él era como las polillas que revoloteaban en torno a la luz que caía sobre ellos. No podía resistirse aunque acabara quemándose.

Lali se puso en puntitas de pie al mismo tiempo que él inclinaba la cabeza y sus labios se unieron. Peter le había hecho el amor a muchas mujeres, pero ninguna había conseguido encender la pasión que Lali desataba con un solo roce de labios. Quería encontrar algún lugar para poder hacer el amor al aire libre. Quería olvidar el pasado para concentrarse en el futuro.

Lali lo abrazó y deseó no haberlo perdido nunca. La lengua de Peter penetró en su boca iniciando un duelo sensual que la elevó por encima de Arcadia y sus mortíferos secretos. La apretó contra su cuerpo y ella pudo sentir la evidencia de su deseo apretándose contra su vientre. Tras unos minutos. Peter la apartó temblando.

—Ya que estamos en un lugar público no me parece apropiado que sigamos así.

Lali se sonrojó porque había sido él quien había puesto los pies en la tierra. A ella ni siquiera se le había ocurrido que pudieran encontrarse con alguien. La tomó de la mano y continuaron su paseo. La noche era muy oscura, pero Lali se sentía a salvo e incluso un tanto optimista. Había una ventana abierta a la esperanza de revivir su relación.

—Peter, ¿por qué no me hablas de tu padre?

Sintió que la mano de Peter se tensaba. Al instante, supo que había hecho la pregunta equivocada. El frágil vínculo se quebró y Peter le soltó la mano.

—¿Hay algo que Joaquín no te haya dicho ya? No vayas a negar que Joaquín está detrás de esa pregunta porque ya habló conmigo.

—No pensaba negarlo. Joaquín me habló sobre tu padre, pero quería saber la verdad de ti.

—¿Qué te ha contado?

Lali sintió impotencia. Parecía que cada vez que daban un paso hacia delante en su relación ocurría algo que los empujaba hacia atrás.

—Que se llamaba Pablo Lanzani y que murió el año pasado.

Peter se sentó en uno de los bancos que decoraban la calle principal y Lali lo imitó. Su herencia genética nunca le había parecido tan pronunciada. El pelo era más oscuro a la noche y su nariz destacaba contra el alumbrado.

—¿Te ha dicho que murió en un psiquiátrico? Es verdad. El pobre estaba loco. Y ahora veamos si puedo imaginarme cómo funciona la mente de Joaquín. Estoy seguro de que cree haber hallado mi motivación para secuestrar niñas. Estoy loco, igual que mi padre.

Lali esperó en silencio a que Peter continuara. Cuando habló, pareció que algo se había roto en su interior. Un torrente de palabras tristes en un tono suave.

—Pablo Lanzani nunca fue un buen hombre, lo que es difícil de decir de tu propio padre. Pero yo no lo consideraba mi padre. Ni siquiera lo vi hasta hace unos años en ese psiquiátrico. Fui a su habitación con las rodillas temblando, pero no era alguien que pudiera ponerme nervioso. Estaba sentado en la cama, vestido con un camisón verde y miraba fijamente hacia delante. Podría haber jurado que no había nadie en el cuarto.

—Pablo era el secreto de mi madre. Jamás habló de él. Hace un par de años necesité una copia de mi partida de nacimiento. Mi madre me dijo que no la tenía, así que fui a sacarla. De esa manera me enteré de que tenía padre y de cómo se llamaba— .Peter hizo una pausa. Un búho ululó entre los árboles mientras los grillos proseguían con su concierto nocturno—. Me quedé muy sorprendido. Como sabía que mi madre no me contaría nada, fui a ver a una tía que tengo y no puso trabas para contarme la historia. Pablo Lanzani vivía a pocos kilómetros de la casa de mi madre. Tomaba demasiado, peleaba demasiado e insultaba demasiado. Sin embargo, por alguna inexplicable razón, a las mujeres les gustaba. Mi madre se enamoró de él cuando tenía dieciséis años. Pablo tenía casi veinticinco, pero eso no lo detuvo. La dejó embarazada y no quiso volver a verla cuando se lo dijo —hizo una pausa para luego seguir.

—Unos cuantos años después, empezó a actuar de una manera extraña. Dejó su trabajo en un grifo y empezó a vivir en las calles mendigando y negándose a bañarse. Luego le dio por hacer exhibicionismos frente a las chicas y lo detuvieron. Le diagnosticaron una esquizofrenia y lo internaron en un centro. Una gran figura paterna, ¿no?

—Lo siento, Peter. No lo sabía.

—Lo que me revienta es cómo la gente se precipita a sacar conclusiones. No creo que Joaquín tenga la más remota idea de lo que es la esquizofrenia. Yo sí. Los descendientes no necesariamente tienen que ir por ahí secuestrando y asesinando niñas.

—Nadie te acusó.

—Públicamente no. Pero ya me condenaron. —dijo levantándose—. Vamos, será mejor que te lleve a tu casa.

Las revelaciones sobre su padre parecían haberlos separado aún más. Cuando un búho dejó escapar su lamento en la distancia, Lali sintió que era el sonido de su propio corazón.

—¿A qué hora paso a recogerte para el funeral de Erika? —preguntó Peter, cuando llegaron a la puerta de la casa.

—Peter, no creo que sea buena idea que vayas. ¡Por favor! Escúchame antes de interrumpirme. Creo que te convertirás en una molestia para los que asistan. La atención se centrará en ti en vez de en la ceremonia. Ya sé que querías a Erika, pero tu presencia allí no conseguirá otra cosa que alborotar los ánimos.

Peter sacudió la cabeza sin dar crédito a lo que escuchaba. Siempre había sospechado que Lali era como su padre en el fondo de su corazón.

—¿Por qué van a alborotarse los ánimos si le presento mi respeto a una niña que no mereció la muerte a la que la condenaron? Y todo porque alguien me guarda rencor.

—Ya sé que es injusto —dijo ella, tratando de tranquilizarlo—. Pero no creo que Arcadia esté preparada para verte ahí. Creo que pondrás en tu contra a algunas personas que más te convendría tener de tu lado.

—¿Te veré mañana? —preguntó él, bajando la cabeza.

No estaba seguro de si tenía una vena masoquista que él mismo desconocía. ¿Por qué pedía que lo siguieran castigando?

—Me temo que no. Mañana cerramos la tienda por el funeral. Mi madre ha invitado a toda la familia a cenar y tengo que estar allí.

—Y, por supuesto, yo no estoy invitado.

Peter no deseaba cenar con su familia, pero estaba harto de que lo trataran como la escoria. Lali estaba dispuesta a hacer el amor con él siempre que fuera en privado. Aún no podía mostrarle su cariño delante de su familia. No se explicaba por qué había esperado otra cosa de ella.

—No te molestes en decir nada. No crees que mi presencia fuera apropiada y tampoco me quieres en la digna mesa de los Espósito. Algunas cosas nunca cambian.

Giró sobre sus talones antes de que Lali pudiera responder, pero también antes de que pudiera ver la ira y el dolor que inundaban sus ojos. El muro que había habido entre ellos se construía de nuevo en su sitio.

Continuará…