Capítulo 40

Hola, hola!!!! Acá me tienen como les dije ayer con maratón y todo ;) jijiji gracias por sus comentarios y buen domingo para todas!!!! Que disfruten el día antes de empezar una nueva semana! Besos y en un rato nos leemos, ya saben +35!!!

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—Me molesta mucho decirlo, pero creo que deberíamos llamar a Joaquín —susurró él.

Capítulo 40:

Joaquín examinó el desastre de la habitación. Peter y Lali estaban a su lado. Ella tenía los ojos enrojecidos por el llanto. Joaquín suspiró e hizo un gesto negativo con la cabeza.

—No me gusta para nada esto. No señor, no me gusta ni un poquito.

Se acercó a la cama y observó las desgarraduras.

—Parece que han usado un cuchillo de monte. Y ahora, Lali, vamos a ver si entendí bien. Viniste a casa desde la tienda y la puerta estaba abierta. Subiste y al hacerlo descubriste esto. Luego dio la casualidad de que apareció Peter.

—No exactamente. Fui a ver a Peter antes de volver a casa. Tuvimos una… discusión y él me siguió hasta aquí.

—Entiendo —murmuró Joaquín, quien claramente no entendía nada—. ¿Te falta algo?

—No que yo sepa. ¿Por qué querría alguien hacer esto, Joaquín?

El jefe de policía lanzó una de sus típicas miradas.

—Eso mismo iba a preguntarte yo. ¿Se te ocurre alguien?

—Si no te importa yo tengo un par de ideas —intervino Peter, todavía sorprendido de que Lali pudiera ser tan fuerte—. Pero creo que Lali se sentiría mejor si hablamos sobre este tema abajo.

Peter le puso la mano en la espalda para bajar. La acción no le pasó desapercibida a Lali. Si Peter quería disculparse, ella estaba lista para perdonarlo.

—¿Qué ideas tienes? —preguntó Joaquín, después de que se sentaran.

—Creo que alguien intenta asustar a Lali para que deje de remover el pasado. Está decidida a averiguar lo que le pasó a Erika y tengo la sospecha de que nos estamos acercando demasiado.

—¿Qué? —gritó Joaquín lleno de ira—. ¿Intentas decirme que están investigando la muerte de Erika Calderón?

—Sí —dijo Lali en actitud desafiante—. Nosotros queremos averiguarlo tanto como tú. Que nos pongamos a pelear no va a cambiar las cosas.

—Así que alguien destrozó tu habitación como advertencia.

—Exacto —dijo Peter.

—¿Y creen que es la misma persona que asesinó a Erika o que ha secuestrado a Luz?

—Creemos que se trata de la misma persona —dijo Peter, mientras Lali asentía.

—¿Y qué más piensan? —preguntó Joaquín, sacando a relucir una paciencia desacostumbrada en él.

—A mí me parece que no tiene que tratarse necesariamente de la misma persona. Puede haber sido el asesino, pero también cualquier otra persona que no quiere que el misterio se resuelva.

—Sí —coincidió ella con aire pensativo—. Tal vez sea alguien que no quiere ver el nombre de Peter limpio.

Joaquín se removió inquieto en su silla y se pasó una mano por sus escasos pelos. Al parecer, su paciencia con la teoría de Peter se había acabado.

—¿Pueden parar de una vez? Estoy seguro de que se pueden pasar una eternidad teorizando, pero eso no nos lleva a ninguna parte. Y antes de que continúen, me gustaría dejar una cosa bien clara. Tendrán que responder ante mí si me entero que siguen jugando a los detectives. No me mires así, Lali. Ya sé que no te gusta que te den órdenes. Admitamos por un momento que Peter tiene razón y que alguien no quiere que vayas por ahí metiendo tu nariz. Si sigues buscando por donde no te llaman, puedes terminar herida.

—Tienes toda la razón, Joaquín. No me gusta que me den órdenes—. Peter carraspeó. Empezaba a pensar que Joaquín podía tener razón, pero no quería ponerse de su parte—. Creí que querías hacer unas cuantas preguntas, Joaquín.

—Sí. Vamos a ver, Lali. Dices que la puerta estaba abierta cuando llegaste. ¿La habías cerrado bien antes de irte?

—No lo sé. Estaba muy molesta y preocupada y no puedo estar segura.

—Bien. ¿Alguien más tiene una llave de la casa?

—Sí, Ana tiene una.

—Dejando a Ana de lado.

—Pensé en darle una a mi madre, pero tuve miedo de que se lo tomara como una invitación para venir cuando ella quisiera.

—¿Dónde guardas la llave de sobra?

—En un cenicero de la cocina. Espera. Iré a ver.

Lali se levantó y salió de la sala.

—Lo próximo que vas a preguntarle es quién pudo cogerla y volverla a dejar en su sitio sin que ella se diera cuenta. Después le preguntarás si pude haber sido yo. ¿O me equivoco, Joaquín?

Joaquín contempló a Peter sin disimular su desagrado.

—No te consideraba tan inteligente como para adelantárteme.

—Sigue allí —avisó Lali al volver—. Supongo que eso significa que nadie las agarró.

—Supongo que tienes razón —refunfuñó el jefe de policía sin quitar los ojos de Peter.

En aquel momento sonó el timbre y la tensión que había entre los dos hombres se rompió. Ana apareció con cara de preocupación.

—¡Ay, La! Vine apenas pude. ¡Qué situación más desagradable! Sobre todo con lo que está sucediendo en Arcadia —dijo su hermana pasando directamente a la sala—. Joaquín, espero que descubras a ese delincuente ya mismo. ¡Oh! Hola Peter.

—Ana —saludó Peter, incorporándose.

—La, si Joaquín no te lo dijo aún, quiero que pases la noche en casa con nosotros —prosiguió ella sin prestar atención a Peter—. No puedes quedarte después de lo que pasó.

Lali miró desesperadamente a Peter deseando que él hubiera hecho la invitación primero.

—Joaquín, ¿ya terminaste con las preguntas para Lali? Me gustaría llevármela a casa.

—Mira, Ana. Ya soy bastante grandecita. Aprecio tu preocupación pero no veo la necesidad. Estaré bien aquí.

—No creo que sea una buena idea —dijo Joaquín, adelantándose a Peter—. Todos nos sentiríamos más tranquilos si vinieras a casa esta noche. ¿Por qué no recoges lo necesario mientras yo escribo el informe?

—Te acompaño a tu habitación —se ofreció Ana mientras su marido sacaba un lápiz y se dirigía a la mesa.

—Te equivocas conmigo, Joaquín —dijo Peter cuando las dos mujeres desaparecieron escaleras arriba—. Algún día demostraré que todos me deben una disculpa.

—No aguantes la respiración esperando o no será sólo una niña la que muera.

Continuará…