Capítulo 37

Hola, hola!!! Gracias por sus comentarios :D FELICIDAD TOTAL que les guste tanto y cada vez las enganche más! Gracias por leer y su tiempo!!! Hoy es un segundo capítulo cargado de felicidad, noticias y felicitaciones!!!! Así que dedicado a dos mujeres, con todas las letras, que aprendí a querer y conocí por este medio!!!!

¡¡¡¡¡¡FELIZ CUMPLE, LI!!!!! Un beso enorme y capítulo dedicado a ti! Feliz de conocer gente como tú gracias a esto! Y placer compartir charlas contigo!!! Que este año te traiga y llene con y de lo mejor! Desde la distancia te abrazo fuerte fuerte!!! Y espero que algún día, mejor pronto que tarde, se dé el cafecito jajajaja ;) y…

¡¡¡¡¡FELICITACIONES, Rita!!!!! Al fin llegó, viste?! Todo, pero todo llega!!! Y eso nos lo enseñó uno de los factores que hace que hoy nos conozcamos ;) Me llena de alegría la noticia y saber que estás feliz con lo que te pasa!!!

Antes de decidir hasta mañana, y como despedida les digo a todas ¡Feliz día de Casi Ángeles! Porque hace 6 años ellos empezaron algo que hasta hoy nos une e hizo que conozcamos a mucha gente por todo el mundo, en mi caso, gente que quiero mucho y AMO tener a “mi lado”. Incluidas ustedes!!!! :D

Ahora sí, hasta mañana chicuelas!!! Sueñen lindo y duerman bien! Besos y nos estamos leyendo!

Twitter: @Caparatodos

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— En serio no puedes estar pensando que Peter secuestró a esas niñas, ¿no?

Ana fijó la mirada en el suelo y frunció los labios.

—Eso es lo que me preocupa. No lo sé. De verdad que no lo sé.

Capítulo 37:

Peter caminó por la calle principal echando humo. Joaquín había tenido el descaro de citarlo en la comisaría y acusarlo indirectamente.

Lo enfermaba que todo el mundo lo acusara cuando el verdadero culpable debía estar viendo lo bien que funcionaba su macabro plan y riéndose a carcajadas en sus narices. Joaquín no tenía ninguna prueba en su contra. ¿Cómo iba a tenerla si Peter no tenía nada que ver con los secuestros?

Se pasó una mano por la frente sudorosa y maldijo el calor del día. Sonrió al pensar que no debía sorprenderse ya que Arcadia era el mismo infierno en la tierra.

Unos gritos en la calle lo hicieron voltear la cabeza. Abel Pintos estaba parado al medio de la vereda. Peter no lo había visto desde que se había ido, pero no parecía haber cambiado. Debía tener más de sesenta años y seguía con la ropa sucia, sin afeitar y borracho.

—Arrepiéntanse —gritaba, aunque no pasaba nadie—. Arrepiéntanse de sus pecados o los condenarán eternamente.

Lo último que quería Peter era una discusión con el borracho oficial del pueblo. Divisó la ferretería a pocos metros de donde se estaba y decidió refugiarse allí con la excusa de comprar pintura. Su dormitorio no había sido pintado en mucho tiempo. Tenía la idea de que un poco de trabajo físico aliviaría sus tensiones.

Entró en el establecimiento y tuvo que levantar la voz para hacerse oír por encima del ruido del aire acondicionado. A los pocos segundos, Simón había reunido unas brochas y una lata grande de pintura.

—Hace calor, ¿no? —dijo Simón, mientras le cobraba.

Simón no sonreía, pero tampoco lo miraba con desconfianza. Peter casi no se acordaba de él probablemente porque Simón no tenía hijos de su misma edad.

—Demasiado. Pero todo en Arcadia ha sido excesivo desde que volví.

—No todo el mundo hace caso a los chismes y habladurías.

—Tampoco todo el mundo es tan buena persona como usted —se despidió Peter.

No había razón para que toda la ciudad sospechara y desconfiara, pero de todas formas le alegraba saber que no todos eran iguales.

Cuando salió ya no vio a Abel Pintos pero su alivio duró poco al ver acercarse hacia él a Gabriel Flores. Con su pelo rubio y sus ojos claros, parecía un chico de película americana. Sin embargo, Peter sabía que entre ellos nunca había habido nada parecido a una buena amistad.

—Vaya, vaya. Pero si el hijo pródigo ha vuelto —dijo Gabriel sarcásticamente—. ¿Por qué no me cuentas dónde está Luz y nos ahorras a todos el trabajo de buscarla?

Peter se siguió de largo con la intención de no hacer caso a sus acusaciones, pero lo que escuchó a continuación lo hizo detenerse.

—No vas a salirte con la tuya, aunque Lali mienta para salvarte.

Peter se dio la vuelta y lo miró duramente. Se sentía en desventaja porque no sabía de qué estaba hablando.

—¿Qué insinúas?

—No te hagas el tonto —rió Gabriel—. ¿Vas a decirme que no sabes que Lali anda diciéndole a todo el mundo que, hace doce años, cuando Erika desapareció ella estaba contigo? Por suerte, en este lugar, todos tenemos el suficiente sentido común como para saber que no es cierto.

La noticia le afectó. Ya sabía que Lali se lo había confesado a Joaquín, pero no tenía idea de que había corrido la voz. ¿No se daba cuenta de que su confesión con doce años de retraso lo hacía parecer más culpable aún ante los ojos de todos? Dio media vuelta para alejarse, pero Gabriel no tenía intención de dejar que se fuera con tanta facilidad.

—Es una suerte que tu madre haya muerto. El ataúd cerrado le impedirá ver en qué te has convertido.

Peter no pensó, se limitó a reaccionar. Dejó la pintura y las brochas sobre la vereda, se acercó a Gabriel y no dudó al darle un puñetazo. El golpe le dio en la mejilla izquierda tirándolo al suelo.

Peter giró sobre sus talones, recogió sus cosas y se alejó con paso tranquilo. Flores se quedó sobre la vereda insultándolo y amenazándolo con que se iba a arrepentir. Lo irónico era que Peter ya estaba arrepentido. Golpear a Gabriel por el honor de su madre lo había hecho sentirse bien por un segundo. Pero era algo que a Claudia no le habría gustado y tampoco lo iba a ayudar a solucionar sus problemas. Lo más probable era que los complicara aún más.

A Lali se le hizo muy largo el día en la tienda. Cada vez que sonaba el teléfono corría a contestar con la esperanza de que fuera Peter. Había intentado llamarlo sin éxito y la tienda empezaba a darle una sensación de claustrofobia. Salió a la calle y se apoyó contra la pared.

Aunque el día estaba hermoso no podía ocultar la frialdad que se había apoderado de la ciudad. Mirara donde mirara, veía los muros cubiertos con carteles de Luz Fonsi encabezados por la palabra «Desaparecida». Al otro lado de la calle, la cancha del colegio estaba vacía. Faltaba una semana para las vacaciones, pero no había ni carreras ni gritos de los niños animados por el tiempo de libertad.

Los niños ya no volvían a sus casas jugando y empujándose. Un poco antes de la hora de salida, las madres se congregaban en la puerta y se los llevaban agarrados fuertemente de la mano. Lali entendía su reacción, pero no podía perdonarles el que culparan a Peter de sus miedos.

—Hay poco trabajo hoy, ¿no, Lali? —dijo una voz junto a ella.

Lali se sobresaltó. Había estado tan metida en sus pensamientos que no había escuchado a nadie acercarse. Gabriel Flores la saludaba con una media sonrisa. Lali respiró aliviada. Gabriel era un hombre atractivo que venía de lo que su madre denominaba «una buena familia». Había salido unas cuantas veces con él, pero sus besos nunca habían encendido la chispa que una sola mirada de Peter provocaba. Lo había rechazado con tacto, sabiendo que luego tendría que escuchar los reclamos de su madre. Gabriel era uno de los pocos solteros de Arcadia que tenía la aprobación de su madre. Gary también tenía un ojo morado.

—Ha sido un mal día, Gabriel —contestó ella, entrando en la tienda—. Y a juzgar por tu ojo me atrevería a decir que el tuyo tampoco ha sido mucho mejor.

Gabriel ignoró el comentario y cogió algunos paquetes de pilas.

—La linterna se quedó sin pilas. Se me ocurrió hacer una buena provisión por si tenemos que salir a buscar a Luz esta noche.

—¿Todavía no se sabe nada? —preguntó ella, aunque sabía la respuesta.

—No. Todo el mundo ha perdido las esperanzas desde que mi hermano y yo encontramos los restos de Erika. Pero todavía no hemos encontrado nada que nos pueda llevar tras la pista de Luz.

—¿Han chequeado ya que se trata de Erika?

—Ahora están seguros. El doctor Talledo todavía tenía su ficha dental y coincide con el esqueleto. Por desgracia, los restos han estado en el agua demasiados años y no puede saberse lo que le sucedió. Claro que es bastante improbable que llegara hasta allá por sí sola, de modo que solo nos queda suponer que fue asesinada.

—Siento que la encontraran ustedes. Debe de haber sido muy desagradable. —Gabriel asintió y Lali vio una luz, que bien podía ser dolor, en sus ojos—. Al menos Martha ya sabe lo que le sucedió. Podía haber sido peor la incertidumbre de no saber si seguía con vida.

Lali le dio el vuelto, pero él no se movió del mostrador.

Continuará…