Capítulo 1

Hola, hola!!!! ¿Cómo arrancaron la semana? Con todo supongo! Gracias, pero en serio MIL GRACIAS por todos los comentarios sobre el epílogo y la nove en general! Me emociona y alegra que les gustara tanto!!!!! Gracias a las chicas que se animaron a firmar o dejarme un tw, a las nuevas lectoras BIENVENIDAS y a todas las que siempre están GRACIAS!!! Sus locuras y comentarios me sacan más de una sonrisa y sobre todo Keny y Jor lo saben jajajaj No quiero sonar como discurso presidencial, pero es que son tan tan tan LO MAS que es imposible cansarse de agradecerles!!! Jajajaja Espero les guste “Dame razones” así como el diseño del blog ;) Un beso y nos leemos mañana!!!!

Twitter: @Caparatodos

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Capítulo 1:

–¿Que decidiste hacer qué?

Era viernes por la tarde, el final de una semana llena de trabajo, y Mariana Espósito deseaba desesperadamente poner los pies en alto y relajarse.

Pero desde el sillón de su casa, Lali contuvo la explosiva reacción que amenazaba con salir a relucir. Confiaba con toda su alma en que las próximas palabras de su hermana volvieran a poner el mundo sobre su eje y la sorpresa que le recorría el cuerpo se evaporara.

Como si mirar el abultado vientre de Lali le produjera remordimientos, Candela alejó la vista y tuvo la decencia de parecer incómoda.

–Agustín y yo decidimos irnos un año a África.

Lali cambió de posición para aliviar el dolor que sentía en la parte baja de la espalda y que le había empezado hacía un rato.

–Sí, esa parte la entiendo. Agustín y tú tenéis pensado trabajar para una ONG –dijo Lali sin dejar de mirar fija mente a su hermana, que se movía inquieta frente al sillón.

Su hermana pequeña volvió a mirarla. En sus ojos se reflejaba alivio.

–Ay, Lali, sabía que nos entenderías. Siempre lo haces.

Pero esta vez no. Al parecer Candela ya había tomado una decisión. Empezaba a entender por qué había ido a verla esa noche. Y Lali que había pensado que el motivo de la visita sorpresa se debía a la emoción por la próxima llegada del bebé…

¡Qué equivocada había estado!

–Lo que no termino de entender es lo demás. ¿Qué pasa con el bebé? –dijo Lali, con voz pausada, recuperando la compostura.

El bebé que Lali llevaba dentro de su panza y que Candela deseaba desesperadamente. El bebé de Candela. Una nena. Candela y Agustín habían estado presentes en la ecografía de las veinte semanas, cuando se reveló el sexo del bebé. Después la pareja se fue de compras para completar los últimos de la habitación y que esta fuera propia de una mujercita. Y sin embargo, ahora parecía que de repente, esa misma niña había dejado de ser el eje de sus pensamientos.

–Bueno –Candela se humedeció los labios–. Está claro que la beba no puede venir con nosotros.

Para Lali, en esos momentos, nada estaba claro.

–¿Por qué no? –no iba a permitir que su hermana se deshiciera de su responsabilidad con tanta facilidad. Esta vez no.

Cuando Candela se mordió el labio y se le llenaron los ojos de lágrimas, la culpa se apoderó una vez más de Lali.

       

–Cande, no hay motivo para que el bebé no vaya contigo. La gente también tiene hijos en África.

Las lágrimas empezaron a caer.

–¿Y si se enferma? ¿Y si muere? Estamos hablando de una parte de África consumida por la pobreza.

Negándose a dejarse engatusar por el melodrama de su hermana, Lali se inclinó hacia delante, sacó un pañuelo de papel de la caja que había en la mesita frente al sillón y se lo pasó a Candela.

–¿Y, entonces, que va a pasar con la bebé?

Silencio. Candela la miró con ojos suplicantes.

–¡No! No va a quedarse conmigo –afirmó con decisión, con la misma firmeza que utilizaba cuando le lanzaba un ultimátum al abogado de la otra parte.

Candela abrió la boca.

Y la bebé eligió aquel momento para dar una patada.

Lali cerró los ojos y contuvo un grito de dolor. La frente se le perló de sudor y se frotó las sienes.

–¿Hablaste con Lu de tus nuevos planes? –Lali tenía la sospecha de que Lucía, la trabajadora social que los había ayudado con el papeleo para la adopción de Candela y Agustín, se quedaría tan asombrada como Lali ante el repentino cambio de opinión de Candela.

–Agustín tiene razón. Somos demasiado jóvenes para ser padres –afirmó Candela sin contestar a la pregunta de Lali–. No llevamos ni un año de casados.

Lali inhaló con fuerza.

–Es un poco tarde para llegar a esa conclusión.

Nueve meses tarde, para ser exactos.

Lali se dio una palmadita en el abultado vientre y vio cómo Candela se sonrojaba.

–La bebé nacerá la próxima semana. Toda tu vida quisiste casarte, formar una familia. ¿Cómo puedes abandonar a tu hija ahora?

Tenía la sensación de que sabía quién estaba detrás de aquel cambio de opinión. El hermano mayor de Agustín, Juan Pedro Lanzani. Un hermano mayor mandón, imprudente y con mucho dinero. Lali no podía soportarlo. Se había enfurecido cuando descubrió que Agustín se había casado sin su consentimiento. Le había provocado a Candela interminables lágrimas con sus palabras. Solo escapó de su ira cuando firmó un acuerdo prematrimonial por el que solo recibiría una mísera asignación en caso de divorcio. Lali se enojó cuando se enteró del contrato y más aún cuando leyó los términos. Pero para entonces ya era demasiado tarde. El matrimonio ya estaba decidido.

Y Candela no le había pedido consejos ni ayuda. Por supuesto, Peter tampoco estuvo a favor con respecto al plan del bebé. Lali lo supo en cuanto empezó a hablar en alemán. Agustín se puso completamente rojo. Estaba claro que no le gustaba la opinión de su hermano mayor.

Ahora parecía que por fin el hermano mayor se había salido con la suya y había convencido a Agustín de que no estaba preparado para ser padre.

Moviéndose otra vez para aliviar la creciente incomodad, Lali trató de contener las emociones que le daban vueltas en el interior. Indignación. Confusión. Rabia. Aquel cóctel de emociones no podía ser bueno para la bebé. Y aunque Lali nunca había tenido intención de ser madre, cuidaba mucho del ser que tenía dentro: comía bien, procuraba no tomar tanto café e incluso trabajaba menos. Se aseguraba de estar en la cama a la diez en punto todas las noches. Todo porque quería asegurarse de que la niña estuviera perfecta. Era su regalo para Candela. Un regalo que ahora su hermana le devolvía. Sin abrir.

–No vas a irte a África antes de que nazca la bebé –afirmó–. Habrá que tomar algunas decisiones antes de que te vayas.

El pánico hizo que a Candela se le oscureciera la mirada.

–¡No! No puedo. No puedo tomar esas decisiones. Ya tenemos los pasajes. Tú tendrás que ocuparte de todo.

–¿Yo? –Lali respiró con fuerza y se quedó petrificada–. Candela, estamos hablando de un bebé. No puedes irte sin más.

Su hermana dirigió la mirada hacia el abultado vientre de Lali.

–Tú sigues siendo la madre legal. La adopción no se produce hasta los doce días de vida del bebé. Tú lo sabes porque fuiste tú la que me lo dijo.

Por supuesto que lo sabía. Ese tipo de cosas formaban parte de su trabajo en uno de los estudios de abogados más respetados de la ciudad. Entonces cayó en la cuenta de que Candela tenía pensado irse y dejar que ella se hiciera cargo del bebé.

–Ah, no –afirmó sacudiendo la cabeza con énfasis–. La única razón por la que te presté mi cuerpo fue para que pudieras tener al bebé que siempre soñaste. Este es tu sueño, Cande. Es tu hija. Tuya y de Agus.

–Es tu útero.

–Pero solo porque tú no puedes… –Lali se mordió la lengua para no seguir.

       

Pero ya era demasiado tarde. Candela había palidecido. Impulsada por el remordimiento, Lali se levantó del sofá y fue hacia su hermana. Candela recibió su abrazo con la rigidez de un trozo de madera.

–Lo siento, flaquita. No tendría que haber dicho eso.

–Es la verdad –aseguró Candela con voz inaudible–. No puedo tener hijos.

–Entonces, ¿por qué…?

Continuará…