Capítulo 65

Hola, hola!!!! ¿Qué tal va su domingo? Fuerte levantarse leyendo lo de Cory Monteith... QEPD y mucha fuerza para sus seres queridos! Cada pérdida nos enseña que debemos valorar lo que tenemos y a los que tenemos con nosotros porque no sabemos cuando su luz se apagará! Tengan buen domingo, disfrutenlo y descansen ;) Gracias por sus comentarios!!!! 

Acuérdense que a partir de mañana los capítulos quedan programados: Perú 12 // Arg. 14 // Esp. 19

Un beso a todas, cuídense y nos leemos en unos días!!!

Twitter: @Caparatodos

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Él se había comportado así la noche que le había dado el masaje. Había actuado como si la deseara, luego le había preguntado sobre el más allá y se había ido. Sin ningún problema.

Capítulo 65:

—¿Recuerdas la otra noche cuando te di el masaje? —preguntó.

Él se quitó el saco y lo tiró al piso.

—Es muy probable que nunca olvide ese masaje.

—Te deseaba y creía que tú me deseabas también. Pero te fuiste.

—No me voy a ir a ningún sitio. —Su mirada encontró la suya mientras colocaba cuidadosamente la funda con el arma sobre el suelo, al lado del saco.

—¿Por qué ahora?

—Porque estoy cansado de resistirme a esto. Te deseo tanto que me duele, y estoy harto de llegar a casa pensando en ti y que no haya ducha fría que pueda remediarlo. Estoy cansado de soñar despierto, imaginándote desnuda como si tuviera dieciséis años otra vez. Imaginando mi cara entre tu pecho, imaginando cómo sería olvidarnos de todo y tener una noche salvaje contigo. Es el momento de dejar de soñar y pasar a la acción. —Flexionó las muñecas y se desabotonó los puños de la camisa—. Decías la verdad sobre que tomas la píldora, ¿no?

—Sí.

Él se quitó la camisa y la tiró sobre el saco.

—Entonces ya es hora de que disfrutemos y nos disfrutemos —dijo, y se abalanzó sobre ella envolviéndola entre sus brazos mientras su boca tomaba posesión de la de ella.

Le rodeó la espalda con un brazo y la recostó suavemente sobre el sofá. Puso una rodilla entre sus muslos, apoyando la otra pierna en el suelo, y la volteó a mirar con ojos hambrientos. La bata de Lali dejaba entrever la cadera, la pierna derecha y el suave montículo del pecho izquierdo. Él desató el cinturón y retiró la suave tela. Su ardiente mirada la acarició por todas partes demorándose en el triángulo estampado de corazones que le cubría la entrepierna. Entonces, muy lentamente, subió por el abdomen hasta el sostén y tomando ambas copas con las manos, las apretó una contra otra.

—¿Recuerdas cuando llegué al jardín y te encontré en la piscina de niños?

—Ajá.

—Quise hacer esto.

Él se inclinó sobre ella y colocó las palmas de las manos bajo sus hombros. La alzó y enterró la cara entre sus pechos, dándoles besos suaves mientras Lali deslizaba las manos sobre sus hombros desnudos para atraerlo hacia su cuerpo. Envolvió una pierna alrededor de su cintura y se apretó contra él. Un gemido escapó de lo más profundo de la garganta de Lali cuando él también presionó, empujando la dura erección contra su entrepierna. Todo su ser se centró en él, en el placer de sus caricias y en el sordo dolor entre los muslos. Sus besos suaves la hacían perder el juicio y se arqueó contra él ofreciendo uno de sus pechos a sus labios. Peter buscó su mirada y sonrió, luego abrió la boca y succionó sobre la fina tela de la ropa interior enloqueciéndola con el ritmo lento y ondulante de sus caderas. A pesar de la delgada tela y de sus pantalones consiguió que se disolviera por dentro. Le ardía la piel, sus pechos empujaron contra la tela y, clavándole los dedos en los hombros, se aferró a él. Peter deslizó la mano bajo su espalda y la agarró por el muslo para detenerla.

—Más despacio, chiquita, o me vas a hacer pasar vergüenza aquí mismo, antes de que lo bueno de verdad comience.

—Pensé que esta era la parte buena.

Una risa suave escapó de sus labios.

—Se puede mejorar.

—¿Cómo?

—Ahora te lo voy a demostrar, pero no en el sillón. —Él se levantó y la puso de pie, luego la arrastró fuera de la habitación—. En una cama donde pueda estirarme mientras trabajo.

Llegaron hasta el comedor donde ella se detuvo para besarlo en la garganta. Saboreó su perfume y deslizó la mano sobre su abdomen plano, bajo los pantalones, hasta atrapar la dura longitud. Luego, antes de que ella pudiera darse cuenta de lo que él estaba haciendo, la subió y la sentó sobre la mesa. Lali golpeó el teléfono con la mano, que cayó al piso. A ninguno de los dos le importó.

—La primera vez que te vi corriendo por delante de mí en el parque pensé que tenías el trasero y las piernas más dulces por este lado del paraíso. Eras la mujer más guapa que había visto. —Él se sentó en una silla y le besó el interior de una pantorrilla.

—Creías que era una ladrona.

—Eso no quiere decir que no quisiera verte desnuda. —Presionó los labios en el interior de la rodilla—. Que no quisiera mirarte mientras te seguía. Que no supiera lo afortunado que era.

La mirada de Lali le recorrió el pelo y los labios sonrientes que él apretaba contra el interior de su muslo. La pasión ardía a fuego lento en sus ojos cuando la punta de su lengua tocó la marca unos centímetros por debajo de su culote. Contuvo el aliento mientras la mantenía así, en suspenso, haciéndola arder mientras se preguntaba qué vendría después.

—O cómo sabes aquí —dijo, y suavemente le lamió la piel con su boca.

Cada brote de deseo de su cuerpo se intensificó y ardió, excitándola y paralizándola al mismo tiempo. Él deslizó la mano por el interior de su muslo hasta el triángulo de tela que le cubría la entrepierna. La rozó a través del fino material mientras levantaba la cabeza para mirarla.

—¿Te gusta?

—Sí, Peter...

Él acercó la silla a la mesa tanto como le fue posible.

—Esto me está volviendo loco.

Continuará…