Capítulo 66

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—Sí, Peter...

Él acercó la silla a la mesa tanto como le fue posible.

—Esto me está volviendo loco.

Capítulo 66:

Él rodeó con el brazo su cintura, luego bajó la cabeza y succionó el ombligo por debajo del aro. Tensó la mano con la que le sujetaba la pierna mientras seguía acariciándola ligeramente con el pulgar por encima de la mojada prenda. Ella reclinó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos escapando de todo menos del placer exquisito que provocaba su mano mientras su boca creaba un húmedo camino desde el estómago hasta la curva del pecho derecho. Peter lamió su sensible piel, luego empujó a un lado la copa del sujetador y la acarició con su boca.

Lali gimió y arqueó la espalda, perdida en el roce erótico de sus labios y la textura aterciopelada de su lengua. Él deslizó dos dedos bajo su prenda inferior y tocó la resbaladiza carne, acariciándola exactamente donde ella más deseaba, en el lugar donde cada sensación se combinaba e intensificaba. Intentó cerrar las piernas para contener el placer, pero él estaba entre sus rodillas. Luego el aire frío rozó el pico húmedo de su pecho y lo oyó susurrar su nombre. Abrió los ojos y su cara estaba tan cerca que su nariz casi rozaba la de ella.

—Lali —dijo otra vez y luego la besó, tan suave y dulcemente como la primera vez.

Ella envolvió los brazos alrededor de su cuello y él le devolvió el abrazo. Al mirar sus profundos ojos, su pecho se hinchó con un tipo de emoción que ya no pudo ocultar. Aunque de todas maneras nunca había sido demasiado buena ocultando nada.

Soltó los ganchos del sostén y el liviano material pareció evaporarse. Presionó los senos desnudos contra su pecho y deslizó una mano por su costado, sobre su tersa espalda y la zona lumbar donde él tenía pegado un parche de nicotina. Le encantaba tocarlo y sentir su piel bajo las manos. Deslizó los dedos por la correa de cuero, la desabrochó y abrió su pantalón. Luego retrocedió un poco y lo miró. Muy despacio, le bajó el pantalón por los muslos para descubrir sus boxers blancos con las palabras «boxer de Peter» escritas en la pretina. Él se sacó a patadas los zapatos y el pantalón, luego se quitó las medias. La agarró de la mano y, esta vez, se dirigieron al dormitorio.

Los pies de Lali se hundieron en la alfombra. Subió la mirada por las pantorrillas de Peter hasta la cicatriz que ensombrecía su duro muslo.

—Puedo darte un masaje —ofreció, su voz sonaba ronca cuando acarició la cicatriz con las puntas de sus dedos.

Peter la tomó de la mano y la llevó unos centímetros más arriba para presionar descaradamente la palma contra la gruesa erección.

—Le puedes dar un masaje a esto.

—Bueno, ya sabes que soy toda una profesional —dijo ella, y metió la mano bajo los calzoncillos envolviendo su dura longitud con los dedos.

Cerró el puño alrededor y acarició ligeramente la base del miembro hasta la punta. Con la otra mano le bajó los boxers por los muslos y por fin pudo verlo. Vio por primera vez el poderoso cuerpo desnudo, lo miró como una artista que sentía un profundo aprecio por la belleza, y como una mujer que quería hacer el amor con el hermoso hombre que hacía latir su corazón.

Lali se acercó hasta que sus pechos se rozaron. La palpable prueba de su erección se apretó contra su vientre y, sin soltarlo, lo frotó contra su ombligo y su estómago. Una gota le mojó la piel mientras lo besaba en la garganta, en el hombro, en el cuello. Ella le deslizó una mano por el pecho y estudió sus ojos entrecerrados.

—Entonces ¿cuándo llegaremos a la parte buena?

Él le acarició la garganta con la nariz y gimió.

—Apenas me sueltes.

En el momento en que lo hizo, la agarró por debajo de las axilas y la recostó sobre la cama.

—Quítate el culote —le pidió, gateando sobre el edredón para unirse a ella en el centro de la cama. La ayudó a bajarse la ropa interior por las piernas, deteniéndose para besarle la cadera antes de lanzar la prenda por encima del hombro, luego se arrodilló entre sus piernas.

La miró a los ojos y descendió entre sus muslos. Le acarició el vientre, las caderas y la carne resbaladiza y sensible, acercándola más a él, hasta que se detuvo y apoyó el peso en un antebrazo.

—¿Estás segura de que estás preparada para la mejor parte? —preguntó mientras se introducía en ella.

—Sí —susurró Lali, y él se sumergió bruscamente en su interior. Lali agrandó los ojos y se quedó sin respiración. Gritó. Entonces, él se retiró para enterrarse aún más profundamente.

—Dios mío —gimió él, y le agarró la cara entre las manos.

La besó y sus lenguas jugaron mientras penetraba muy lentamente en su cuerpo una vez más. Ella le puso una pierna alrededor de la cintura y le colocó el otro pie en la parte de atrás de la rodilla moviéndose con él, respondiendo al ritmo de sus caderas. Le clavó los dedos en los hombros y le devolvió el beso, igualando su pasión. Cada envite los llevaba más cerca del clímax. Peter empujaba profundamente en su interior hasta que ella ya no pudo respirar y tuvo que apartar la boca de la de él para llenarse los pulmones de aire. La presión aumentaba y Lali se aferró con más fuerza a sus hombros.

—Peter —susurró, queriendo decirle cómo se sentía, pero las palabras no salieron. Quería decirle que nunca se había sentido tan bien, tan extasiada y ardiente.

Ella lo miró. Observó sus rasgos tensos mientras embestía contra ella y quiso que supiera que nunca se había sentido tan increíble, que él era increíble y que lo amaba. Que él era su yang, pero entonces él la agarró por el trasero, le levantó la pelvis y aumentó la sensación con cada envite, arrastrándola hacia el clímax. Sentía cada latido de su corazón, y cada parte de su cuerpo, de su mente y de su alma se acumuló donde ambos se unían. Abrió la boca, pero sólo fue capaz de pronunciar la palabra sí seguida de un largo gemido de satisfacción.

—Eso es, chiquita —susurró él, y el sonido de su voz provocó su larga y dura caída.

Su cuerpo se tensó y se arqueó cuando el orgasmo la alcanzó y la poseyó por completo. Las poderosas sensaciones la hicieron estremecer. Peter se vio comprimido mientras embestía una y otra vez más fuerte, más profundo. Las sensaciones se amontonaron alrededor de ella hasta que por fin un gemido angustiado desgarró el pecho de Peter y su aliento ronco le acarició la sien. Empujó en ella una última vez, luego se quedó quieto.

Durante un rato, el único sonido fueron sus jadeos y una sirena a lo lejos. Sus pieles se pegaban allí donde se tocaban y una gota de sudor se deslizó por la frente de Peter.

Una sonrisa curvó lentamente sus labios.

—Ha sido maravilloso —dijo ella.

—No —corrigió él, dándole un beso en la boca—, tú eres maravillosa.

Lali retiró la pierna de su cintura.

Él agarró su muslo como si pensara que ella planeaba alejarse y no quisiera dejarla ir.

—¿Necesitas ir a algún sitio?

Continuará…