Capítulo 55

Chicas!!!! ¿Cómo les va? Espero que bien, eh! Que llegó el viernes y toca disfrutar de unos días de descanso o al menos intentarlo! ;) Un beso a todas y si les parece, para empezar con todo el finde, más tarde subo otro! Les va??? Firmen firmen que nos leemos más tarde!

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—Eso no va a suceder nunca —dijo él con voz ronca—. Nunca te olvidaré, Mariana Espósito.

Capítulo 55:

Sus palabras la alegraron más de lo que quería admitir. Se le hinchó el pecho con orgullo, encendiéndose como el resplandor de una vela. Deslizó la mano suavemente por los costados de Peter hasta la cintura, arriba hacia las axilas y luego otra vez hacia abajo.

—Ahora concéntrate en los hombros. Inhala profundamente y contén la respiración. —Ella sintió cómo encogía el estómago y cómo se le endurecían los músculos—. ¿No retienes la respiración?

—No.

—Tienes que controlar la respiración si quieres relajarte completamente.

—Imposible.

—¿Por qué?

—Créeme, por algo te digo.

—¿Te ayudaría una copa de vino?

—No tomo vino. —Él hizo una pausa antes de hablar otra vez—. Sólo hay una cosa que ayudaría.

—¿Qué?

—Una ducha fría.

—Eso no suena muy relajante.

Él se comenzó a reír, pero no sonó divertido.

—Bueno, hay otra cosa que funcionaría, es algo en lo que he estado pensado aquí sentado.

—¿Qué? —preguntó aunque se imaginaba lo que era.

—Olvídate. Nos involucra a los dos desnudos y eso no puede pasar. —Sus palabras sonaron graves y roncas.

Por supuesto que sabía que no podía pasar. Eran completamente opuestos. Él alteraba su equilibrio. Quería un hombre espiritual, y él lo era tanto como un cavernícola. Creía que estaba loca y de repente no estuviera mal encaminado. Hace una semana había creído que era un acosador; ahora estaba sentado en su sala mientras le esparcía aceite como si fuera un bailarín. Tal vez sí que estaba un poco loca porque se atrevió a preguntar:

—¿Por qué?

—Eres mi colaboradora.

Desde su punto de vista esa no era una buena razón. El acuerdo de colaboración que había firmado solo era un trozo de papel. Un trozo de papel no podía imponerse al deseo. Sin embargo, el hecho de que fueran dos personas completamente diferentes con creencias opuestas debería ser una buena razón para que evitaran cometer el tremendo error de meterse juntos en la cama.

No obstante, mientras miraba el resplandor de la luz titilar sobre su espalda, las diferencias no parecieron importar mucho. El movimiento de sus manos se volvió fluido, relajante y sensual. Peter alteraba tanto su equilibrio que se olvidó completamente de tocarlo de manera impersonal. Mojó los dedos en el aceite caliente y su roce fue tan ligero como una pluma cuando le acarició la espalda.

—Lleva tu energía al plexo solar y abdomen. Respira profundamente, después suéltalo.

Ella cerró los ojos y dejó que sus manos se deslizaran por los contornos flexibles de la parte inferior de su espalda. Luego recorrió, suavemente, con las puntas de los dedos la columna hacia arriba. Él tembló, y sus músculos se tensaron bajo la piel suave y caliente, cuando extendió los pulgares por su espalda. De repente, ella sentía un abrumador deseo de gemir o suspirar, y de inclinarse hacia adelante para clavar los dientes en su piel.

—Conduce tu energía a la ingle.

—Un poco tarde. —Él se levantó y se giró hacia ella—. Ya está toda ahí.

Ella miró hacia arriba, a sus ojos y a la curva de los labios. Una gota de sudor se deslizó por su mejilla, continuó por la mandíbula y siguió bajando por un lado del cuello hasta fundirse en el hueco de su garganta. Ella levantó las manos y las colocó en su abdomen plano. Sus pulgares acariciaron la línea de vello oscuro que rodeaba su ombligo.

Bajó la mirada a la cintura y al inconfundible abultamiento de su erección. Curvó los dedos contra su barriga y sintió que se le secaba la boca. Se lamió los labios y dejó vagar la mirada por la cicatriz de su muslo, visible a través de la abertura de la toalla.

—Siéntate, Peter—le pidió, y lo empujó hasta que su trasero tocó la silla. La toalla se subió por el muslo derecho revelando el borde inferior de sus boxers negros—. ¿Es aquí donde te dispararon? —preguntó, arrodillándose entre sus piernas.

—Sí.

Ella sumergió los pulgares en el aceite, luego los deslizó alrededor de la cicatriz.

—¿Duele todavía?

—No. Al menos no como antes —dijo con voz ronca.

Pensar que hubiera sido víctima de tal violencia le rompió el corazón y lo miró a la cara.

—¿Quién te hizo esto?

Mirándola con los ojos entrecerrados esperó un rato antes de contestarle, tanto que ella pensó que no lo haría.

—Un informante que se llamaba Roberto Ríos. Probablemente lo viste en los periódicos hace un año.

El nombre le sonó familiar y sólo le llevó unos segundos recordarlo. Una imagen de un joven cruzó por su mente. La historia había sido noticia durante mucho tiempo. El nombre del detective que había hecho el disparo mortal nunca había sido mencionado o lo había olvidado, no así el del chico que había recibido el disparo, Roberto.

—¿Fuiste tú?

De nuevo él se demoró en contestar.

—Sí.

Lentamente, ella deslizó los pulgares hacia arriba y abajo por la gruesa cicatriz y aplicó un poco de presión. Lo recordaba muy bien porque, al igual que todo el mundo, había hablado del tema con sus amigos, preguntándose si algunos policías tenían el gatillo flojo con los jóvenes sólo por andar fumando.

—Lo siento.

—¿Por qué? ¿Por qué deberías sentirlo?

—Siento que tuvieras que hacer algo así.

—Cumplía con mi deber —dijo con cierta dureza.

—Lo sé. —Suavemente ella hundió las puntas de los dedos en los músculos del muslo—. Lo siento porque tuviste que pasarla muy mal.

—¿No crees que soy de los que tienen el dedo flojo?

Ella negó con la cabeza.

—No creo que seas imprudente ni que terminaras con la vida de alguien a menos que no tuvieras otra elección.

—Tal vez tengo la sangre tan fría como decían los periódicos. ¿Cómo puedes saberlo?

Ella contestó con lo que sabía que era verdad en su corazón.

—Porque conozco tu alma, Juan Pedro Lanzani.

Peter miró esos grandes ojos y casi creyó que ella podía ver en su alma, que lo conocía mejor de lo que él se conocía.

Continuará…