Capítulo 3

Hola!!!!!!!!!!!!!!!! ¿Qué tal todo? Ojalá que bien y pasando lo mejor que se puede la semana, en la medida de lo posible jajajaja Gracias por tan lindos comentarios!!!! Genias, genias :D Con respecto a sus preguntas… conforme vayan leyendo van a encontrar las respuestas, es parte de ;) Un beso enorme a todas y hasta mañana!!!

Twitter: @Caparatodos

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La hija de Candela no quería esperar una semana para nacer.

Capítulo 3:

La noche ya había caído cuando Juan Pedro Lanzani entró a la sala de espera. No se fijó en la suave decoración en tonos azules ni en las fotos de recién nacidos con sus mamás que colgaban de las paredes. Fijó la mirada en su hermano, que estaba recostado en un sillón viendo televisión.

–¿Dónde está el niño? –quiso saber mirando a Agustín.

Su hermano se giró hacia él pero luego volvió a concentrarse en el partido de fútbol.

–No es un niño. Te lo dije después de la última ecografía.

Peter contuvo la desilusión. Estaba convencido de que la ecografía había fallado. Su familia había tenido hijos hombres desde hacía casi un siglo. Qué típico de Mariana Espósito dar a luz a una niña. Qué ganas de llevar la contraria.

–Lo que sea, quiero verla –murmuró moviendo la mano. Salió de la sala de espera justo cuando su cuñada salía por una de las puertas del corredor. Peter dio un paso adelante. Saludó con la cabeza a su sorprendida cuñada cuando pasó por delante de ella y entró en la zona privada.

La hermana de hielo de Candela estaba sentada en la cama, apoyada contra las almohadas. Peter se detuvo en seco. Nunca antes había visto a Mariana Espósito en la cama.

La imagen le provocó una sensación de incomodidad. A pesar de que apenas le llegaba al hombro cuando estaba de pie, siempre le había parecido gigante. Seria. Profesional. Fría. Incluso, iba a las reuniones familiares vestida formal. Colores oscuros, sobre todo trajes negros con pañuelos al cuello.

Ahora deslizó la mirada sobre ella y se fijó en las otras diferencias. No tenía ningún pañuelo ni lentes de sol grandes. Nada de maquillaje. Una especie de encaje le cubría los senos. Parecía más joven, más pálida y más frágil que nunca.

Como si intuyera su presencia, Lali levantó los ojos del celular. Una corriente de antipatía le recorrió la espina dorsal cuando sus miradas se cruzaron.

–¿Qué haces aquí? –le preguntó ella.

–¿Dónde está el bebé? –esperaba encontrarla con la niña en brazos. Tendría que haber imaginado que no sería así. No había nada de maternal en el frígido cuerpo de Mariana Espósito. Nada de ternura, solo unos ojos afilados que normalmente escondía detrás de los lentes. Y según contaban también tenía un cerebro de acero. Los rumores decían que era muy buena abogada. Sin duda su éxito provenía del dinero que las ex esposas les sacaban a sus maridos.

Lali no contestó. Le pareció ver una expresión de tristeza en sus ojos, pero enseguida desapareció y miró detrás de él. Peter se dio la vuelta y vio la cuna.

Se acercó a ella en dos pasos. Dentro estaba la bebé, dormida con una manito sobre el cachete. Tenía los dedos perfectos y las pestañas increíblemente largas. A Peter se le encogió el corazón y una inesperada emoción se apoderó de él.

Solo tardó un instante en enamorarse profunda e irremediablemente.

–Es perfecta –murmuró fijándose en cada detalle. El pelo rubio heredado de los Lanzani, la boca roja. Una pequeña sonrisa apareció en su cara y extendió la mano para acariciarle la mejilla.

–¡No la despiertes!

La ruidosa orden rompió la atmósfera. Peter giró la cabeza, entrecerró los ojos y miró a la mujer que estaba en la cama.

–No era esa mi intención –murmuró en voz baja, con cuidado de no despertar a la niña.

–Solo tardará unos segundos en despertarse si te  si te pones sobre ella de esa forma.

–No me estoy poniendo sobre ella –pero Peter se alejó de la cuna y se acercó a la cama.

Lali no dijo nada, pero él ya había visto aquella mirada con anterioridad. No tenía ganas de discutir, pero no porque su respuesta la hubiera dejado muda, sino porque estaba convencida de que ella tenía razón.

Aquella mujer era una piedra en el zapato.

El polo opuesto de su hermana, era la mujer menos maternal que había conocido en su vida… a excepción de su propia madre. Tal vez fuera mejor que no estuviera acunando al bebé. Seguramente congelaría a la niña si se acercaba demasiado a ella. Lali era fría como el hielo.

–Agustín me contó que estás pensando dar a la niña en adopción.

Sin consultar. Había tomado una decisión que les afectaba a todos. Típico de una mujer tan orgullosa y egoísta.

–Entonces te habrá contado también que tu hermano y mi hermana han decidido no adoptar a la niña.

Peter captó su tono dolido, pero en aquel momento lo único que le importaba era el destino de la recién nacida que dormía en la cuna ajena a todo.

       

–Entonces, ¿es verdad? ¿Piensas dar a la niña sin más?

Lali alzó la barbilla con altanería.

–Me encargaré de encontrarle una familia en cuanto pueda –Lali miró el teléfono que tenía en sobre las piernas y nuevamente a Peter–. Ya le dejé un mensaje a la asistente social que estaba a cargo del proceso de adopción para Candela y Agustín contándole sobre el cambio de opinión, y pidiéndole que me llame lo antes posible.

Estaba claro que no había tardado mucho en empezar el proceso para librarse de la niña. Peter sintió una oleada de rabia.

–¿No pasó por tus opciones el quedártela?

Continuará…